Fallece Antonio García Quesada, el primer insumiso
En el día del prematuro fallecimiento de Antonio García Quesada a los 54 años de edad en Cartagena, es conveniente recordar a todo el mundo, y en especial a los jóvenes del siglo XXI, que aunque ya se ha olvidado, durante 200 años hubo en España una cosa llamada servicio militar obligatorio y que costó mucho, mucho abolir.
Desde los tiempos de Napoleón hasta el año 2001, todo joven varón español, al cumplir 18 años de edad era llamado a servir en el ejército o en la marina durante uno o dos años. El gobierno obligaba a todos los hombres a formar parte de las fuerzas armadas para contribuir a la defensa del país. Eso en la práctica significaba abandonar tu casa, tu familia, tu trabajo y ser secuestrado por el gobierno durante un año o dos en un cuartel o en un barco de guerra y no cobrar por ello. Eras militar a la fuerza, te gustara o no. No podías escapar de ese destino a menos que alegaras una enfermedad que te librara de la maldita mili. Había milis cómodas, milis más sufridas y milis tortuosas y terroríficas. Era cuestión de suerte. Te podía tocar tu ciudad o tener que irte a Ceuta, Melilla, Canarias o a la otra punta del país, donde el gobierno quisiera. Si no cumplías con aquella obligación, eras declarado desertor e ibas a la cárcel. Esto fue así bajo monarquías, repúblicas, dictadura y democracia. En época de Franco eran 24 meses de mili; luego bajaron a 18 meses, después 15, después 12. Todo varón español mayor de 50 años recuerda la mili, que era un rito de paso a la edad adulta, una estafa, una trampa y un robo descarado de tiempo, trabajo y dinero por parte del Estado.
Pero a partir de los años ochenta surgieron por toda España un montón de jóvenes concienciados que se declararon objetores de conciencia. Era un movimiento nuevo: los insumisos. Directamente se negaban a hacer la mili: por motivos políticos, por motivos religiosos, por pacifismo. Al gobierno le surgió el problema de qué hacer con ellos. En 1984 al gobierno socialista se le ocurrió una medida paliativa: en lugar del castigo total de la mili, legisló como alternativa una cosa llamada prestación social sustitutoria (PSS). Era como una mili light, una mili sin militares y sin cuarteles, una especie de servicio civil trabajando en hospitales o en centros sociales que duraba más, pero era menos severa que la experiencia militar pura y dura y cuartelera. A esta medida se acogieron muchos insumisos de la mili. Pero hubo un reducto de rebelión por parte de miles de jóvenes que se negaban a las dos cosas: a hacer una mili de 12 meses o a hacer la PSS de 18 meses, pues la consideraban un castigo a la insumisión. ¿Cuál era la alternativa? Ser juzgados en un tribunal militar por rebelión y afrontar penas de cárcel de dos años, cuatro meses y un día.
Y ese es el proceso que en enero de 1991 Antonio García Quesada y cinco compañeros más decidieron asumir. Coherentes hasta el final, decidieron llevar su lucha hasta sus últimas consecuencias. Objetores de conciencia e insumisos, se negaron a hacer tanto una mili cómoda en Cartagena como una más cómoda PSS en alguna residencia. Decidieron, sí; decidieron ir a la cárcel con una valentía digna de encomio. El 6 de abril de 1991, a los 21 años de edad, Antonio García Quesada entra en la prisión de San Antón de Cartagena y se convierte en el primer español en ser encarcelado por negarse a hacer el servicio militar obligatorio o su alternativa.
Y hay que reconocerles a esta gente el mérito de su lucha: no es que se libraran de la mili. Es que lucharon para que de la mili se libraran todos los demás. Y lo consiguieron: unos pocos años después, en el 2001 el gobierno decide abolir el servicio militar y sustituirlo por un ejército profesional. Era un derecho anhelado desde generaciones por las clases populares españolas desde el siglo XIX, cuando en todas sus revoluciones se pedía sistemáticamente la abolición de las quintas. Ya nunca más ningún joven español iba a ser obligado a hacer la mili. Y eso lo lograron aquellos insumisos ochenteros, que dieron con sus cuerpos en las cárceles de la democracia para que ahora todos disfrutemos del derecho a no tener que hacer la mili obligatoria.
A Antonio y a sus compañeros nunca les pondrán su nombre a una calle, a un colegio o a un instituto. Porque esta democracia nuestra es muy rácana con sus héroes cívicos. Y ellos lo son. Los insumisos españoles de los años ochenta son la Rosa Parks de la democracia española. Antonio ha fallecido hoy y seguro que él ha vivido sin esperar el reconocimiento social que merecía, me consta que era una persona sin ánimo de protagonismo. Pero era, sin duda, un héroe.
Su memoria quedó grabada, eso sí, en las sesiones de rodaje de la película documental en la que participamos hace unos años, 'El año del descubrimiento'. Nos extrañó que su testimonio se quedara fuera de la película, pero el equipo de producción nos explicó esto: es un testimonio tan bueno que merece que lo reservemos para una futura película, porque los 54 minutos de su entrevista son oro puro. Así nos lo dijeron. Y ahora queda comprometerles a que lo hagan. Sé lo fácil que es pedir una película y lo difícil que es hacerla, pero no puede ser que el testimonio de Antonio y con él el de los insumisos de aquellos años gloriosos quede en el olvido. Luis y Raúl: por favor, hacedla. Se lo merece la memoria democrática de este país, se lo merece la memoria de Antonio y se lo merece esa familia de luchadores clásicos a la que pertenece y a la que quiero desde aquí mandarles un abrazo. Que sepan que la lucha de su hermano Antonio fue ejemplar e inolvidable.
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