En mi pueblo, en las comidas de la Asociación de Jubilados y Jubiladas, no pueden faltar los fritos, los langostinos, ni el cordero. Si éstos son suprimidos se monta el follón. La razón de esta pauta se encuentra en el atavismo gastronómico que convierte a estos alimentos, antaño escasos hoy cotidianos, en símbolo de fiesta; de Día Grande.
En España, todavía existen muchas generaciones que durante décadas no tuvieron la opción de votar democráticamente; de elegir el sentido ideológico del gobierno de turno. Por ello, estas personas, ya mayores, no se pierden una elección; retienen en su memoria el hambre democrática que pasaron. Sin embargo, para aquellas generaciones que nacieron con la democracia instalada, votar es menos valorado. El hecho de poder ir a las urnas lo dan como algo común, como algo normal y corriente. Como comer langostinos o cordero cualquier día. Quizás por ello, la participación electoral es mayor en las personas de más de 60 años; lo celebran como algo extraordinario.
Los diferentes estudios del CIS indican que las personas jóvenes son menos proclives a votar. Son muchas las razones explicativas de este fenómeno y ninguna es hegemónica. Por un lado, como he comentado, no han tenido la experiencia de la privación democrática. Por otro lado, las personas jóvenes, cada día, se alejan más de la centralidad de la sociedad. La precariedad, la exclusión laboral, no les deja normalizarse socialmente. “Si la sociedad no me acoge para qué voy a participar en sus maneras y sistemas” piensan muchas jóvenes.
Además, el peso electoral de las personas jóvenes es escaso dada su minoración demográfica. Por otro lado, las zonas urbanas, donde hay más jóvenes, tienen menos peso electoral que las rurales, más envejecidas. Como las personas jóvenes pesan poco, los estrategas electorales prefieren hablar de Dependencia que de Formación.
En definitiva, los jóvenes no tienen quién les escriba. Cierto es que las elecciones del 2015 y del 2016, las personas jóvenes votaron de manera más intensa. Encontraron en las nuevas formaciones, tanto de derecha como de izquierda, un atractivo. Como en la actualidad, Vox ejerce un influjo en determinados colectivos juveniles. Pero, a mi modo de ver, la cuestión no es atrapar jóvenes mediante ofertas políticas acordes para ellos. No se trata de segmentar el mercado, trabajando el nicho juvenil. No se trata de posicionarse en determinadas redes sociales para llamar la atención. La cuestión es más profunda que un mero marketing electoral. Diría que es de profunda cultura democrática.
Es preciso trabajar el valor de la democracia y de su ejercicio participativo desde la educación más básica. La competencia trasversal de Ciudadanía Activa debe potenciarse. Debemos ser capaces de recuperar la ilusión democrática que no es otra cosa que recuperar la pertenencia de las personas a la comunidad política. Una tarea que es institucional porque afecta al futuro de nuestra esencia democrática.
Debemos construir un imaginario político de solidaridad intergeneracional. Un imaginario donde presente, pasado y futuro se den la mano. Del mismo modo que nuestro sistema público de pensiones es intergeneracional y son las personas jóvenes trabajadoras las que sostienen a las personas mayores jubiladas. Así, es necesario el fomento de la participación política en los jóvenes para que éstos influyan, decidan, propongan innovaciones políticas. Incluso incomoden a las personas mayores. De lo contrario, tendremos una Democracia Balneario. Cómoda a corto; decadente, a medio; insostenible, a largo plazo.
Sobre este blog
Contrapunto es el blog de opinión de eldiario.es/navarra. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de la sociedad navarra. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continua transformación.
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