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Navarra, en la cola en operaciones policiales contra el yihadismo

Operación en Calahorra vinculada con el presunto yihadista de Pamplona

Iker Rioja Andueza

En noviembre, en el centro comercial La Morea de las afueras de Pamplona se realizó un simulacro con cinco atacantes y 250 figurantes para preparar a los equipos de seguridad y emergencias ante un posible atentado terrorista. Y, en julio, en San Fermín, 3.500 efectivos de la Policía Foral, de la Policía Nacional, de la Policía de Pamplona y de la Guardia Civil se movilizaron ante la alerta yihadista 4 sobre 5 que ya entonces estaba vigente, como en las fiestas de 2015 y 2016, por otra parte. Sin embargo, Navarra pasa por ser una de las comunidades autónomas con menos operaciones policiales contra lo que el Ministerio del Interior, en sus estadísticas oficiales, denomina “terrorismo internacional”.

Salvo por Extremadura y Cantabria, las dos únicas regiones sin arrestados por yihadismo desde 2012, Navarra está en el furgón de cola del ‘ranking’ elaborado por el Gobierno central y que se actualiza mensualmente. Hasta los días previos a los atentados de Cataluña, en España se han registrado en el último quinquenio 134 actuaciones que se han saldado con 259 detenidos, principalmente en Cataluña, Madrid, Ceuta y Melilla. De todas ellas, sólo una se produjo en tierras navarras, con un único arrestado.

Los hechos se produjeron a finales de 2015, unos pocos días después de los atentados múltiples de París. La Guardia Civil registró el domicilio de un marroquí que contaba entonces 32 años y una tetería que regentaba. Se llamaba Salim Aghmir. Ambas actuaciones se llevaron a cabo en el barrio pamplonés de San Jorge. El arrestado, según apuntaron fuentes oficiales en aquel momento, podría haber estado planteándose unirse a Daesh en Siria, si bien también se hallaron pruebas de que hacía proselitismo del radicalismo entre personas de su entorno.

Según informó Europa Press, una de las líneas de investigación fue su relación con un imam que ejercía en una comunidad islámica de Pamplona y que había llegado desde Tudela, donde un grupo de musulmanes lo había denunciado y expulsado por sus ideas aparentemente radicales. Un hermano de este predicador estuvo preso en Murcia en 2009 y 2010.

Aunque sólo ha habido un detenido por yihadismo en Pamplona, la Guardia Civil informó en octubre de 2016 de que otro arrestado, en este caso en la localidad riojana de Calahorra, guardaba relación con la tetería de San Jorge. Era un cliente “asiduo” de Salim Aghmir y continuó su proceso de radicalización luego de que se le detuviera en 2015.

Asimismo, otro rocambolesco caso con vínculos con Navarra es el de Gisella Cárcamo y su pareja. Rebautizada como Nadia Chahbi tras su conversión al Islam, Cárcamo es una mujer chilena que aparentemente llegó a España para estudiar en la Universidad de Navarra, donde conoció a su pareja, un hombre tunecino que también estudiaba allí Informática. El matrimonio, formalizado por el rito islámico, vivió en Burlada y se acabó instalando en la Rioja Alavesa, en Lanciego. Luego se hizo popular en Vitoria (y en los platós de las televisiones de media España) porque ella denunció a Osakidetza luego de que un médico le pidiera a ella que se retirara el velo en una exploración durante su embarazo.

Algunos años después, ambos participaron en la heterogénea insurgencia contra Al Asad en Siria e intentaron impactar un camión contra un convoy militar. Fallaron y él resultó abatido por los militares y ella quedó detenida. La televisión oficial del régimen sirio dio a conocer el caso de esta mujer con una entrevista en perfecto castellano con subtítulos en inglés y en árabe. En ella, la joven repetía que nunca fue una terrorista.

No consta en la estadística por no ser un caso de terrorismo pero es igualmente reseñable que otro varón fue condenado en un juicio rápido después de que el 6 de julio de este año, durante los primeros fuegos artificiales de San Fermín, simulara ser yihadista. Según la sentencia, depositó “ostensiblemente” una mochila en un lugar muy concurrido y gritó ‘Alá es grande’. Un policía foral de paisano lo redujo. Se le ha prohibido regresar a Pamplona en 16 meses y se le ha impuesto una multa de 960 euros.

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