César Apesteguía, denunciante de abusos sexuales en Navarra: “Si te resistías, al día siguiente te pegaba en el despacho”
Han pasado ya 51 años, pero a César Apesteguía se le siguen viniendo a la cabeza cuando cierra los ojos las imágenes de los abusos sexuales que sufrió cuando tenía nueve años a manos de su profesor. Abusos que sufrió en el colegio Diocesano de El Puy de Estella, donde vivía como interno. El director del centro, el sacerdote José San Julián entraba por las noches en la habitación y abusaba de él y de otros internos. Por el momento son nueve los antiguos alumnos de ese centro Navarro los que han denunciado haber sido víctimas de pederastia del sacerdote San Julián, fallecido hace más de 25 años. Pero en Navarra las denuncias por abusos sexuales en centros religiosos superan la cuarentena, y desde la Asociación Navarra de Víctimas de Abusos Sexuales aseguran que son muchos más, algunos de ellos están localizados, pero no se atreven a denunciar. El propio César cuenta al eldiario.es que varios de sus compañeros con los que ha hablado estas últimas semanas a raíz de su denuncia le han reconocido que ellos también fueron abusados, pero que “no quieren denunciar por miedo y vergüenza”.
César cuenta que fue abusado cuando tenía 9 años. Era el año 1969 y su madre lo acababa de internar en el colegio Diocesano de El Puy de Estella porque “era un chico muy malo, muy revoltoso y no podía estar todo el día vigilándome en casa”. Tras pasar por varios colegios, entró al Puy siendo uno de los primeros internos en este centro, que pronto se convirtió en el lugar donde ha vivido “las peores experiencias” de su vida. “Los abusos empezaron casi de desde el primer día”, relata. “Siempre actuaba de noche, se esperaba hasta las 11:30 / 12:00 a que estuviéramos dormidos y entraba en la habitación. Y a partir de ahí, un cara o cruz a ver a quiénes les tocaba esa noche. Si veías que se te acercaba ya te echabas a temblar. Se sentaba en la cama y te metía mano. Yo algunas veces me hacía el dormido, otras aguantaba como podía, y alguna que otra le aparté el brazo”, cuenta.
Las veces que César se resistió le trajeron peores consecuencias. “Si le apartabas el brazo o te resistías, al día siguiente te llamaba por los altavoces del colegio a su despacho y ya te echabas a temblar porque sabías a lo que ibas, te tocaban hostias. Unas veces te cogía de las patillas y te levantaba, otras de las orejas o te golpeaba”.
Era su modus operandi, intimidar a aquellos que se resistían para que no lo hicieran la próxima vez. “A la siguiente noche que te tocaba ya le tenías más miedo, veías entrar a un señor alto, delgado, con sotana y con cojera, ya escuchabas cómo entraba a lo lejos”. César no era el único de quien abusaba, asegura él, que dice que “había noches en las que podía tocar a diez”. “Al día siguiente en el recreo nos contábamos a quiénes les había tocado esa noche”.
José San Julián también actuaba por el día. En los vestuarios del colegio se quedaba mirando a los niños mientras se cambiaban e incluso “abría las cortinas de las duchas y se quedaba observando”. “También había veces que te llevaba una pantaloneta nueva, mucho mejor que la que llevabas puesta tú y te decía que te la probases”. Incluso, como denunció el fundador de la Asociación, y uno de los primeros en denunciar los abusos, Jesús Zudaire, también abusaba en mitad de las clases. “Sí que lo hacía”, reconoce César. “Iba por detrás y te tocaba el cuello o te ponía la mano encima de la pierna. Aunque conmigo nunca se atrevió, a mí prefirió humillarme en público. Una vez me hizo pasear por el colegio en calzoncillos y con una cuerda atada a la cintura”.
Eran tales las humillaciones y las veces que eran abusados, que un día varios alumnos se atrevieron a denunciar, pero la Guardia Civil nunca registró lo registró y la denuncia fue a parar al Arzobispado. El director fue trasladado a otro centro educativo argumentando que padecía una enfermedad mental, donde como supieron años más tarde, siguió abusando de otros niños.
A los dos años de entrar en el colegio, con 12 años, César fue expulsado del colegio tras “volar una pared con una bomba casera de pólvora y mantequilla que aprendí a hacer viendo una película del oeste. Fue mi venganza”. Hasta este año no ha presentado la denuncia, que no tendrá recorrido judicial como las otras más de cuarenta presentadas en Navarra por tratarse de delitos ya prescritos. “Que al menos lo sepa todo el mundo”, apunta.
César cuenta que no ha denunciado hasta ahora porque durante años lo ha tenido olvidado, hasta que un día “vi en televisión la noticia de los abusos de los Romanones. Ahí empezó a volverme todo otra vez, y empecé a tener pesadillas de nuevo. Eso yo lo tenía olvidado ya”. Ahora busca convencer a algunos de sus amigos para que también denuncien a la par que se ha hecho miembro de la Asociación para que se les sean reconocidos los abusos y puedan así poder pasar página.
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