‘Caca-culo-pedo-pis’ o por qué en la infancia nos obsesiona lo escatológico
Laura le pregunta a su hijo Javier de cinco años qué quiere hoy para comer, y él responde que '¡caca!’, y suelta una carcajada. '¡Caca, caca, caca, caca…!’. Lo repite una docena de veces a todo volumen mientras se ríe. Es evidente que Javier no quiere comer caca. Simplemente atraviesa esa etapa, entre los dos y los cinco años, en la que está descubriendo poco a poco su cuerpo, lo que sucede dentro de él, aprendiendo a controlar sus esfínteres y a la vez a socializar haciendo bromas con sus iguales. Todos eso agitado en sus pequeños cerebros como en una coctelera desata una obsesión por la escatología, los culos, los pedos, las cacas y el pis, que a los adultos a veces nos hace gracia y otras nos sonroja o nos hace llevarnos las manos a la cabeza o corregirles. ¿Por qué a ellos les hace tanta gracia? ¿Por qué repiten esas cuatro palabras como un mantra? Tiene su explicación, pero hay que partir de la base de que es algo absolutamente normal que a todos y todas en algún momento nos sucede.
“Cuando nuestros hijos descubren las palabras mágicas caca, culo, pedo, pis coinciden un montón de factores”, dice Alma Torres, psicóloga especializada en Inteligencia Emocional. “Por un lado hay una explosión del vocabulario y estos términos vienen a añadirse a su repertorio”. Son palabras fáciles, de sonoridad graciosa y que irrumpen en su día a día cuando están viviendo un momento tan importante para ellos como es la retirada del pañal. “Es una manera de conocer su cuerpo, incluyendo sus secreciones”. La infancia es la etapa del inicio del descubrimiento y la exploración de uno mismo.
Comienzan los niños y las niñas a tomar conciencia de sus genitales, cómo se llaman, para qué sirven, y a utilizar el baño para hacer pis o caca, por lo que su obsesión por la escatología “tiene mucho que ver con ese control de esfínteres, del que por primera vez son conscientes”, explica Silvia Álava, doctora en psicología y autora del libro 'Queremos hijos felices’. Julio Escudero, psicólogo general sanitario en Idealoga, lo compara con lo que sucede en la adolescencia con la sexualidad. “En la cabeza del adolescente están en todo momento el sexo y sus relaciones afectivas porque lo está descubriendo, es novedoso, llama su atención”.
El padre del inconsciente, Sigmund Freud, otro apasionado de la escatología, ya puso el nombre de 'Fase anal’ a esta etapa entre los dos y los cinco años en su elaboración de la teoría del desarrollo psicosexual. Y ya hablaba entonces de la importancia del control de esfínteres: “Cuando la habilidad de controlar el esfínter madura, la atención del niño o la niña pasa de la zona oral a la anal”. Por eso Javier le habla a su madre de caca sin parar, porque está siendo consciente de una nueva función de su cuerpo. Y además le hace muchísima gracia porque seguramente el culo, la caca, el pis, y los pedos sean también las primeras bromas que intercambia con sus compañeros, otros niños y niñas que también se parten de risa con esas palabras que a los adultos les ponen de los nervios.
'No digas esas cosas'
Puede que al niño le dé por decir en una consulta con el pediatra que en casa come caca, o que sorprenda en una comida familiar con una rima escatológica: 'La tía Paca tiene cara de vaca y come caca’, y alguien intervenga para mandarle callar y advertirle con una pequeña regañina de que “no se dicen esas cosas”. Pero el propósito de disuadirlos de hacer comentarios escatológicos puede resultar contraproducente. Esa bronca también es un refuerzo y lo que entienden, expone Álava, es que “cuando ellos dicen eso, pasa algo, obtienen una respuesta, un adulto se ríe, otro se harta, consiguen una atención extra y esa conducta se ve reforzada”.
Torres coincide en que hay un componente de reclamo de atención. “A ellos no les importa si en sentido positivo o negativo. Cada vez que vienen con la cantinela, todos, pequeños y mayores, nos giramos, les miramos y les decimos algo”. La mejor manera de quitarles la manía con esas expresiones está en la extinción, el no refuerzo, no darles valor.
Pero ni siquiera es necesario emprender una cruzada contra estas palabras porque son algo completamente normal, dentro una etapa con principio y fin. Álava aclara que “de todas formas, podemos explicarles que por normas de educación no podemos decir eso siempre que queramos”. Cualquier cosa menos cabrearnos y dar discursos que la psicóloga advierte de que son inútiles. “Ellos piensan: di lo que quieras, a mí me va genial porque consigo atención y además me parto de risa”. Torres cuenta que en esta etapa también tienden a diferenciarse mucho de los adultos, y que el hecho de erizarnos les anima a reírse más. Es decir, que si nos reímos con ellos les quitamos parte de la gracia, así que disfrutan más cuando nos enfadamos. Aquí entra en la ecuación otro factor clave en el desarrollo del niño o la niña a esta edad: está naciendo su sentido del humor.
Sus primeros pasos en el humor
En 2012 se realizó en la Universidad de Cardiff una conferencia sobre psicología del desarrollo en la que se trató, entre otros temas, el humor infantil. Una de las ponentes, la psicóloga Meredith Gattis, presentó una investigación sobre “Humor como campo de prueba para la comprensión de las referencias por parte de los niños”, de la que se desprendía la conclusión de que la edad crítica para entender el humor, y comprender cuando uno hace algo equivocado o sorpresivo con la intención de hacer reír, se alcanza a los dos años. Después va pasando por diferentes etapas, señala Torres, y entre los dos y cinco años el humor escatológico es el rey.
“Es habitual, por ejemplo, que canten y modifiquen una canción para introducir palabras como caca, culo o pis”, dice Escudero, y que se inventen fórmulas como ésta para socializar con sus iguales y sentirse parte del grupo. “Antes, a los uno o dos años, son más autónomos y buscan el juego libre y simbólico. Pero cuando entran en contacto con otros niños y niñas, se reúnen y se empiezan a relacionar, la necesidad de hacer reír nace de la necesidad de obtener el refuerzo social”. Por otra parte, apunta Torres, el humor nos ayuda a enfrentarnos a lo que nos asusta, nos disgusta o nos produce asco, tanto a niños como a adultos. “Es una forma de gestionar emociones desagradables”.
Recuerda Escudero, que además de psicólogo es monitor de tiempo libre, que en los campamentos de la etapa infantil escuchan a menudo una canción del grupo 'Yo soy ratón’ que apasiona a los niños y niñas porque en la letra dice “me estoy haciendo caca, una veces sale dura y otras veces sale blanda”, y les hace reír a carcajadas. Hay recursos como este, musicales, y también en la literatura con los que aprovechar la obsesión escatológica y hacer a los niños reír mientras aprenden sobre su propia anatomía. “También pueden aprender de sus excrementos, ¿por qué no?”, anima Torres.
Cuentos y libros para dejar el pañal
Lola Cabrillana, maestra de infantil, recomienda algunos libros y cuentos con los que trabaja en clase y que, dice, les encantan. 'El topo que quería saber quién se había hecho aquello en su cabeza’ cuenta la historia de un topo que un día amanece con una caca en su cabeza y va preguntando a diferentes animales quién ha sido, relata Cabrillana. En 'El libro de la caca’, su autora, Pernilla Stalfelt, hace rimas como esta con los excrementos para normalizarlos: “es algo bien común hacer de vientre, porque es normal que salga todo lo que entre”. Y otras para enseñar qué se puede hacer con ellos: “La vaca el campo abona con boñigas, que hacen brotar hierbajos y ortigas”.
La psicóloga Silvia Álava propone un libro de la colección Crecicuentos, 'Dani y el misterio del pañal’, escrito por compañeros de profesión que se propusieron “normalizar el uso del váter, y explicar a los niños cómo es el proceso de tirar de la cadena, hacer pis y caca en la intimidad del baño…”. Para los que empiezan a usar el orinal existen otro títulos editados por SM como 'Perrito tiene mucha prisa’ o 'Adiós Pañal’. La editorial Cubilete ha publicado 'Caca de dinosaurio’, un cuento interactivo que contiene un álbum con solapas, y en Blakie Books podemos encontrar un clásico de la literatura infantil escatológica, 'Todos hacemos caca’, del autor japonés Taro Gomi, que consiguió vender un millón de ejemplares de este libro sobre la caca.
En formato cómic, 'La caca mágica’, de Mamut Cómics goza de buena acogida entre el público infantil y, por último, para hablar de culos, del descubrimiento del cuerpo y salir de la normatividad, Gato Sueco recrea en '3,2,1… ¡Culos al sol!’ una historia familiar en una playa nudista. “Hay infinidad de cuentos y libros que hablan de esto y cualquier de ellos a los niños les va a hacer disfrutar muchísimo”, concluye Álava. Torres aprovecha para invitar a los padres y madres a quitarse la vergüenza y normalizar el humor escatológico de sus hijos. “Es común a todos los humanos, nos parece algo divertido en sí mismo”.
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