Familias arrepentidas de compartir fotos de sus hijos en redes sociales: “Estaba mostrando su imagen sin su consentimiento”

Fotos de niños y niñas en la playa o en el parque, vídeos graciosos de un bebé aprendiendo a caminar, escenas normales de la vida cotidiana o la típica foto familiar donde aparecen niños y niñas. Son algunos de los muchos contenidos que se pueden encontrar en redes sociales protagonizados por menores, una práctica habitual que se conoce como sharenting, un anglicismo compuesto de los términos share (compartir) y parenting (crianza).

Lo que a priori puede parecer inocente o divertido –¿a quién no le ha apetecido alguna vez presumir de hijos compartiendo sus vídeos y fotos?–, puede tener consecuencias. Desde los riesgos que conlleva la exposición pública de los menores, cuyas imágenes pasan a ser propiedad de la red social en cuestión y pueden acabar en manos de cualquiera; hasta la falta de consentimiento por parte de los niños y niñas para compartir esas imágenes, lo que resulta en una vulneración de sus derechos digitales, según varias expertas. Ante esta situación, son muchas las familias que han decidido dejar de publicar imágenes de sus hijos, o al menos minimizar su exposición. Incluso algunas influencers que se habían lucrado de la imagen de sus propios hijos han cambiado de opinión y han dejado de hacerlo.

Una de las creadoras de contenido arrepentidas del sharenting es Sara Inisterra. Con más de 200.000 seguidores entre Instagram y YouTube, esta influencer tenía un perfil construido a través de la imagen de sus hijos. Empezó muy joven a divulgar contenidos sobre deporte y, cuando fue madre, de manera natural compartía fotos familiares. Pronto comenzaron a llegarle ofertas de marcas infantiles, por lo que su hijo protagonizó numerosas campañas que le traían importantes beneficios económicos. Pero, en un momento determinado, empezó a plantearse si eso estaba bien.

“Yo hice ‘click’ por un cúmulo de cosas, no fue un único motivo. En parte por los vídeos que veía de Medianoche –una divulgadora anti sharenting–, que al principio me parecía que no tenían sentido, pero fueron calando; en parte por algunos comentarios que recibía en redes despectivos con mi hijo, que si era feo, que si era malcriado, que si yo era una mala madre…; y en parte porque empecé a saber que algunos seguidores guardaban capturas de las imágenes de mi hijo en sus propias galerías, eso me pareció muy turbio”, explica Inisterra.

La decisión de dejar de compartir fotos y vídeos familiares le trajo consecuencias inmediatas, tanto económicas como sociales: perdió gran parte de los contratos con marcas, bajó en número de seguidores y recibió mensajes desagradables exigiéndole que siguiera mostrando a su hijo. Así lo recuerda la influencer: “Yo avisé a las marcas de que no iba a seguir compartiendo fotos de mi hijo, y algunas lo aceptaron, pero otras rescindieron los contratos, donde había cláusulas que incluían, por ejemplo, que el niño tenía que estar sentado en una trona”, cuenta.

En cuanto a los seguidores, también hubo división: “Muchísima gente me apoyaba, pero mucha otra no, y empezaron a mandarme capturas de pantalla de sus propias galerías del móvil con fotos de mi hijo que se habían guardado. A mí eso no me hizo ni pizca de gracia, porque una cosa es que subas tú cosas a redes sociales de tus hijos, quizás desde la inconsciencia o la ignorancia, y otra diferente cuando ves que una persona desconocida tiene fotos de tus hijos guardadas”, explica.

Los riesgos

Sin ser influencer, Belén vivió un recorrido semejante al que describe Sara. Al principio, cuando su primer hijo nació, compartía algunas fotos de él; de ahí pasó a no mostrar su cara y por último decidió no compartir ningún tipo de imagen o vídeo sobre sus hijos. Tanto es así que acaba de tener a su segundo bebé y gran parte de su entorno no lo sabía, pues no compartió fotos ni siquiera de su embarazo. “En mi caso fue un proceso, dejé gradualmente de compartir cosas de mi hijo en redes. Una vez, ya con mi perfil cerrado, subí una foto del niño de espaldas, pero puse la ubicación de la guardería a la que iba, y una amiga que es experta en ciberseguridad me avisó del riesgo que eso suponía, ya que además de que las fotos tienen metadatos, decirle a la gente a qué escuela va tu hijo puede ser peligroso”, explica.

Además de eso, escuchó una entrevista en un podcast a la divulgadora Medianoche que advertía de los riesgos del sharenting. “Lo que decía me hizo reflexionar mucho y desde ahí tomé la decisión de no compartir absolutamente nada. Pero nada es nada: ni de espaldas, ni una mano, ni nada”, explica.

Todos los caminos de las posturas anti sharenting conducen a Medianoche, una divulgadora que ha hecho de este tema su causa y que prefiere mantenerse en el anonimato. Para ella, padres y madres deberían hacer una reflexión profunda sobre este asunto: “Una vez que subimos contenido a Internet, perdemos el control sobre él. Esto quiere decir que cualquiera podría utilizar nuestras fotografías y la información personal que compartimos con fines malintencionados. Y cuando se trata de menores de edad debemos tener aún más cuidado, ya que compartir imágenes e información privada de nuestros hijos con personas desconocidas podría suponer una vulneración de su derecho a la intimidad, a la propia imagen y al honor”, asegura.

Su lucha por los derechos digitales de los menores comenzó hace años, en torno a 2017, cuando apenas se hablaba del tema. “En ese año comenzaron a ponerse de moda los canales familiares. Hasta entonces estaba acostumbrada a ver influencers compartiendo su vida, pero me impactó muchísimo ver cómo tantas familias documentaban también el día a día de sus hijos, sin ningún tipo de filtro: niños enfermos, en el hospital, llorando, riendo, jugando, en el colegio, comiendo, durmiendo... Era como ver un reality show de niños”, analiza. Y añade: “Me pareció que la vida íntima de esos pequeños estaba siendo expuesta para el consumo de extraños, sin ser ellos conscientes de nada, y además con fines lucrativos para sus padres”. Así que decidió utilizar sus propias redes sociales para concienciar sobre el tema.

Un enfoque más centrado en los derechos de los menores que en los posibles riesgos fue lo que llevó a Lara a dejar de compartir fotos de su hija en sus perfiles de redes sociales. “Cuando la niña era muy pequeña, yo compartía algunas fotos de ella. Fue creciendo, y pasé a imágenes en las que no se le viera la cara, y empecé a tener conciencia de lo que significaba todo esto. Me di cuenta de que estaba cediendo la privacidad de mi hija a una empresa, porque esas fotos dejan de ser nuestras y pueden ser utilizadas por cualquiera. Pero sobre todo me di cuenta de que estaba haciendo algo sin su consentimiento”, recuerda.

Lara reflexionó a partir de la conversación con una amiga y de varios casos prácticos que se le presentaron: “Yo tengo amigas que no tienen redes sociales, y cuando quería publicar fotos de ellas siempre les preguntaba si podía hacerlo, porque quizás no les apetecía salir. Y entonces empecé a pensar por qué le preguntaba eso a una amiga y no a mi hija”, asegura.

Ahora que su hija es preadolescente, Lara piensa mucho acerca del uso que va a hacer de sus propias redes sociales. Introduce así una variable que preocupaba también a la influencer Sara Inisterra: ¿qué pasaría cuando sus hijos e hijas creciesen? “Aunque sean niños y estén bajo nuestra tutela y responsabilidad, no tienen poder de decisión, pero cuando sean adultos tendrán ya su huella digital que estará por todas partes y no van a poder borrarla. Ahí es donde está la delgada línea entre lo que tenemos derecho a mostrar como padres y sus propios derechos como personas”, plantea Inisterra.

Compartir contenido de forma segura

María Jesús López Serrano es experta en ciberseguridad y privacidad de datos, fundadora de Youforget.me, una empresa especializada en la gestión de la huella digital. Para ella, la protección de los menores en el ámbito de las redes sociales es innegociable. “El sharenting crea el primer rastro de la huella digital de nuestros hijos sin su consentimiento. Lo que hoy nos parece algo divertido o bonito para compartir en nuestras redes puede tener un impacto en las distintas etapas de su vida”. Esas consecuencias pasan por la pérdida de sus derechos digitales y por situaciones más graves: “Pierden su privacidad, con la posible exposición de terceros de su imagen o datos en redes ilegales dirigidas a adultos, y también pueden ser víctimas de grooming [pederastas que se hacen pasar por menores] o de cyberbullying [acoso online]”, explica la experta.

Para que eso no ocurra, López Serrano señala una serie de prácticas para compartir contenido relacionado con menores de manera segura. “Por ejemplo, podemos configurar nuestras cuentas y apps de mensajería instantánea seleccionando quién tiene acceso y por cuánto tiempo a ellas. Y por supuesto no debemos exponer datos o partes de su cuerpo que los identifiquen y puedan proporcionar más información de la que deseamos, como localización, colegio al que van o rutinas diarias”, asegura.

Un criterio en el que coincide Medianoche, aunque ella asegura que lo ideal es “guardar el álbum familiar para la intimidad”. “Si [los padres y madres] deciden compartir alguna fotografía de sus hijos de vez en cuando, que procuren hacerlo en redes sociales de perfil privado, con personas muy allegadas y de confianza. Y, sobre todo, si publican fotos de sus hijos que no se vea el uniforme escolar ni ningún dato identificativo por el cual puedan ser localizados”, añade la divulgadora anti sharenting.