Socovos vuelve a mirar a su pasado
El sol de invierno se levanta sobre los cerros. Cerca de un corral, un grupo de perros ladra al paso ajeno. Amanece en las montañas de Socovos. Frente a Peña Bermeja, en la Solana del Molinico, la primera luz del día aún no mancha el óxido de hierro milenario de las pinturas rupestres. En el entorno del abrigo trabaja un equipo joven de arqueólogos. Unas labores prospectivas que permitirán elaborar un plan de intervención en este valle lleno de historia.
“La actuación en las pinturas consiste en el desbroce principal del abrigo que impedía la documentación gráfica del panel y los abrigos, así como reconocer la extensión total de los abrigos y la posibilidad de que existiera un tercero, hipótesis que hemos descartado”, nos explica Arturo García-López. El arqueólogo de la Universidad de Granada dirige esta incipiente iniciativa junto a Marina Piña Moreno y Sergio Rubio Miranda, arqueólogos profesionales, y Ricardo. E. Basso Rial, investigador de la Universidad de Alicante.
El Ayuntamiento de Socovos está financiando e impulsando esta actividad en colaboración con el Centro de Estudios de Arqueología Bastetana y el Grupo Prometeo de la Universidad de Granada, en el marco del Proyecto Almenara. El primer paso de un sendero, el del conocimiento histórico del municipio, en el que ya existen importantes precedentes.
Fue en 1935, aquel año en que se pusieron en huelga los obreros socoveños de los Canales del Taivilla como protesta a la falta de pago de jornales; ocurrió en aquel tiempo de república cuando las fiestas del pueblo se celebraban con castillos de fuegos artificiales, veladas musicales y juegos infantiles como la cucaña; fue entonces, decimos, cuando el teniente coronel del Ejército de Tierra, Casimiro Fernández Baudín, descubrió las pinturas rupestres de la Solana del Molinico. Posiblemente, los pastores conocían los “garabatos” desde siempre, pero Casimiro entendió su importancia y comunicó el hallazgo al Museo de Albacete.
Este arte esquemático, datado entre los milenios VI al III antes de Cristo, forma parte del amplio conjunto del Arte Rupestre del Arco Mediterráneo de la Península Ibérica que la Unesco declaró como Patrimonio Mundial en 1998. Desde Lérida hasta Jaén, se extiende la representación pictórica de un mundo antiguo.
En la provincia de Albacete, hay más de cien yacimientos con pinturas. Colores ancestrales que encontramos en municipios como Socovos, Hellín, Nerpio, Aýna, Masegoso, Letur, Yeste, Almansa, Alcaraz y Alpera, donde en 1910, en la Cueva de la Vieja, se identificó por vez primera en tierras albaceteñas este arte rupestre.
En la Solana de Molinico o la Loma de Conjurador, admite las dos denominaciones este lugar de Socovos, existen dos abrigos con pinturas. Figuras humanas, cuadrúpedos, signos geométricos o “una figura antropomorfa en la que el rasgo más destacado es la duplicidad de los miembros, lo que lleva a pensar en una significación más compleja para estas representaciones que la de un simple motivo humano”, describió Miguel Ángel Mateo Saura, experto de la materia en Albacete.
“Quizá estamos cerca de los primeros ideogramas conocidos, el embrión de algo que en otros lugares derivó hacia la escritura”, opinaba José Luis Sánchez Gómez en el libro 'Socovos, patrimonio material e inmaterial'. Este volumen, editado en 2019 siendo él alcalde, nació con el propósito de “dar a conocer toda la información posible sobre nuestro municipio como acicate para atraer la curiosidad y visita a nuestro pueblo como forma de desarrollo turístico en una comarca que va despoblándose de forma alarmante”, contaba Sánchez Gómez, historiador y autor de una tesis sobre el municipio con sus investigaciones arqueológicas.
En este didáctico libro, colaboraron diversos especialistas emparentados con el municipio serrano. Quien camine por sus páginas, descubrirá que Socovos está atravesado por una falla que “determina nuestro paisaje como una cicatriz que hace un rostro único e inconfundible”, relataba el geólogo Mario Sánchez Gómez. Un paisaje natural con más de 1.300 especies de plantas y una diversidad de hábitats enorme y que un día, miles y miles atrás, fue mar.
En este remoto legado, el vecino y aficionado a la paleontología, J.A. Martínez, apodado “El Maleta”, ha ido recogiendo fósiles y fósiles, hasta construir un museo por el que pasan aficionados y profesionales.
Peña Bermeja
En otro fragmento del citado libro, decía José Luis: “Los yacimientos no siempre son monoculturales. Un mismo lugar ha podido ser habitado a lo largo de varios siglos, y en el mismo municipio de Socovos, así lo constatamos; por ejemplo, el castillo de Socovos nos ha aportado desde restos de la Edad del Bronce, 1.500 años antes de Cristo, hasta otros de época medieval y moderna que son los más conocidos. Otro tanto ocurre con el poblado de Peña Bermeja, donde se desarrolló un primitivo poblado prehistórico, siguió habitándose posiblemente por una guarnición militar romana, y hasta se han hallado restos cerámicos, de época medieval”.
Regresamos al momento presente. Caminamos junto al arqueólogo Arturo García-López y, plano en mano, nos cuenta: “Nuestro trabajo también se centra en ver cómo se extiende la ocupación humana que habitó el poblado de Peña Bermeja y que dejó su huella más allá de los límites del poblado; existían noticias de los años cincuenta y ochenta, de la existencia de materiales prehistóricos, de la Edad del Bronce, también materiales ibéricos y lo que nosotros hemos documentado, no queremos desmentir lo dicho entonces, es un 95% de materiales que no parecen adscribirse a estos momentos, sino a periodos tardorromanos y tardoantiguos”.
En la prospección que el equipo lleva a cabo también han registrado cinco conjuntos estructurales distintos y dos posibles cierres defensivos en muralla, así como elementos tallados en la piedra que podrían ser silos para almacenamiento de alimentos o agua.
El trabajo arqueológico que han desarrollado estos días se basa en una técnica nada invasiva como es la prospección y que se materializará en modelos 3D. En este recorrido por la zona, no han dejado de inspeccionar el entorno y han documentado gráficamente, con nuevas tecnologías, las pinturas rupestres que ayudarán a configurar una propuesta museística del lugar. Un lugar, como venimos observando, enclavado en los pliegues de la historia. Según la teoría de Robert Pocklington, el origen del topónimo Socovos estaría en raíces latinas.
Citado en las fuentes árabes como Suqubus y en las primeras fuentes castellanas como Socouos, el nombre parece anclarse al sintagma latino “Sub Covos” o, lo que es lo mismo, “bajo las cuevas”.
Cerrabú o Los Bañuelos son dos sitios míticos en el pueblo que delatan su intensa ocupación en el pasado. Y otro lugar emblemático, aun en pie e imponente, es el castillo. Hace quince años, Luis Bonete, para La Tribuna, informaba: “Las excavaciones han sacado a la luz la almazara, el lagar y el pósito sobre los que giró la vida durante 400 años”.
En aquellas labores en la Casa de la Encomienda, situada junto al castillo, participaron vecinos de un taller de empleo y, entre los arqueólogos, un referente de la profesión en Albacete, José Luis Simón.
Explica para nuestros lectores la historia de esta infraestructura: “La Casa de la Encomienda es donde la Orden de Santiago recibía, almacenaba y transformaba los impuestos en especie, desde el siglo XVI al XIX, a mediados de este último siglo quedó abandonado y luego se arruinó”. Próximamente se publicarán datos sobre esta excavación de 2010.
Mucho más lejos en el tiempo, en 1619, en un documento se hacía esta descripción: “Hay una tercia y granero que está a mano derecha de la entrada del castillo a la villa, subiéndose por una escalera de piedra franca, que tiene once escalones, y luego hay una mesa de piedra y de ella se entra al dicho granero”.
Sobre el terreno, ahora es posible contemplar de nuevo las estructuras desenterradas en la excavación arqueológica. Durante las últimas semanas, se han realizado labores de desbroce y limpieza de este lugar, pegado al castillo; muy próximo a la Iglesia de la Asunción y cercano a la huerta en la que por siglos se mantuvo en pie la famosa Noguera del Arco, reliquia arbórea que acabó sucumbiendo hacia 2012. En esta zona de Socovos, los recodos de la naturaleza se entretejen con las huellas de quienes los habitaron. Y son muchas las generaciones que han construido Socovos con su esfuerzo.
Encomienda de Socovos
El 21 de agosto de 1242, el infante Alfonso, en premio a “innumerables servicios” en la reconquista, concedió Segura a la Orden de Santiago. Se trataba de un extenso territorio donde se incluían los castillos de “Muratalla, Socouos, Bueycorto, Gutta, Letur, Priego, Feriz, Abeiuela, Litur, Aznar, Abeneyçar, Nerpe, Tayviella, Yeste, Agraya, Catena, Albalchez, Huescar, Mirauet, Vulteryola, Burgueia”.
Un privilegio que también contemplaba todas sus villas y aldeas, tierras de labor, viñas, montes, sierras, fuentes, ríos, molinos, pesca, prados, pastizales, dehesas, salinas y el portazgo con entrada y salida. Posteriormente se creó la Encomienda de Socovos que modificaría para siempre el destino del municipio y convertiría a la villa en uno de los lugares principales de toda la zona.
Escribe José Juan Moya y Martínez: “Después de la repoblación de 1490 se formó una sociedad estable y sostenida en el tiempo pues, no obstante, hoy día podemos ver muchos descendientes directos por línea recta de varón de aquellos primeros pobladores. Las circunstancias no les fueron fáciles, pero el tesón de aquellos que preservaron en tratar de tener una vida mejor, ha dejado un legado material e inmaterial que todavía podemos percibir”. Lo cuenta en “De aljama a concejo. La fundación de la villa de Socovos”, el libro más reciente de historia de la localidad, editado solo hace unos meses.
Sobre este mismo hecho, el archivero municipal, Juan Miguel Sánchez-Hervás García, narró: “Socovos se repoblaba con 30 familias de aguerridos moros de Baza al conquistarse esta última localidad en 1489, que aguantaron más de un año de asedio ante un ejército de miles de soldados y caballeros cristianos. Sus viviendas se adosarían a la muralla, confundiéndose con ella y conformando un hábitat poderosamente fortificado. Podemos apreciar aún los huecos de las colañas de madera en los lienzos interiores de la cerca de la Villa, bajo la bocana o paseo de ronda. Socovos fue durante años uno de los principales núcleos mudéjares del Sureste de la península ibérica”. Este profesional lleva años desempolvando documentos que iluminan las horas pretéritas de Socovos. Como Sánchez-Hervás, también fue archivero Francisco Fuster, historiador y escritor nacido en el municipio, que ha fallecido recientemente. La historia de Albacete le debe mucho a su trabajo.
Esa labor de investigación silenciosa con la que iluminar a las generaciones venideras. Dicho de otro modo: “Nuestro fin es mucho más modesto: reunir datos obtenidos de la lectura de competentes historiadores y referirlos, junto con los que hemos conseguido directamente sobre el terreno objeto de este trabajo, hecho principalmente para que mis paisanos – los socoveños – no sigan ignorando lo más esencial de la historia de su patria chica; siendo mi deseo no ser quien diga la última palabra sobre este asunto”. Así se expresaba Casimiro Fernández Baudín en “Datos para la historia de la villa de Socovos y de sus pueblos limítrofes”, manuscrito publicado en 1965, cuando su autor, el mismo que descubrió las pinturas rupestres, ya se había marchado de este mundo.
Este es el sentido último de la tarea de los historiadores. Recuperar piezas de un puzzle siempre inconcluso. En 2004, Jorge A. Eiroa Rodríguez publicó en el IEA, el libro “Arqueología e Historia de la fortaleza medieval de Socovos” y en el amplio apéndice documental, compartía con los lectores este texto de 1468: “Socovos es vna villeta // muy bien çercada de argamasa y petrilada e almenada, y tiene ocho torrejones, asy mesmo petrilados e almenados de sus tapias de argamasa, y estan a trecho en la cerca con dos que estan a la puerta de la villa”. También se ha dicho que, hacia 1144, Ibn Hamusk inició en estas sierras de Socovos maniobras militares que le permitieron conquistar la comarca en rebeldía contra los almorávides.
En 2025, estas montañas son recorridas por senderistas, trabajadores del campo y, ahora también, por un grupo de jóvenes arqueólogos, que bocadillo en la mochila y la vista atenta, tratan de escudriñar el significado de los ribazos, los requiebros del paisaje, los restos que indiquen por dónde empezar futuras excavaciones. “La prospección es un método que respeta mucho el medio ambiente”, sigue explicando Arturo García-López y acá les dejamos, entre atochas de esparto, marcando posiciones en GPS y observando las cumbres. En el futuro seguiremos sabiendo sobre el intenso pasado de Socovos.
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