Es posible enseñar Historia del Arte con cómics y este profesor muestra cómo hacerlo
Lo de 'la letra con sangre entra' no va con el profesor de instituto Pedro Cifuentes, que lleva años demostrando que es falso a base de rotuladores de colores y espada láser. El temario entra con imaginación, creatividad y mucho cómic. Cifuentes acaba de publicar el tercer volumen de su Historia del arte en cómic (Despertaferro Ediciones), en la que sus alumnos –convertidos en personajes–, su perro y su alter ego viajarán al Renacimiento y pasearán por cuadros como los de Brueghel el Viejo, los frescos de la Capilla Sixtina o por El Lavatorio de Tintoretto. Con humor y con viñetas acerca a sus alumnos, pero también al resto de lectores, vocabulario artístico, movimientos y artistas. Además, desde sus tebeos se esfuerza por acabar con el machismo y el eurocentrismo aún presentes en muchos libros de texto.
Pedro Cifuentes era maquetador e ilustrador cuando se presentó a las oposiciones para ser profesor de historia en Valencia, y a la primera, aprobó. Tenía poca idea de cómo dar clase, pero lo que tuvo claro es que la pizarra era una gran viñeta en blanco. Lector voraz de tebeos, es defensor a ultranza de sus maravillas pedagógicas: “El cómic es un recurso didáctico potente porque es una lectura enriquecida. Una lectura 2.0 porque, además del elemento textual, se ejerce una apreciación estética y artística. Con los chavales funciona porque les permite frenar un poquito con respecto a lo que es la imagen. El 80% de los estímulos que reciben al cabo del día son audiovisuales, todo muy rápido, y hacerlos parar e interpretar los elementos de la viñeta, así como la argumentación que ha hecho el dibujante, funciona muy bien”, asegura el profesor de Castellón.
En sus tres cómics sobre Historia del Arte vemos a cinco alumnos que lo siguen con su espada láser. En el primer libro aterrizan en Atenas y luego viajarán a Roma, donde los adolescentes solo ven piedras y aburrimiento. Con humor y con su perro orinando por doquier, el profesor explicará las partes de los templos; esculturas como Laocoonte y sus hijos o la columna Trajana (que él define como un cómic grabado en una piedra de 30 metros).
Vemos al chico guaperas que pasa de todo (al menos al principio) y se echa una siesta en el Anfiteatro Flavio, a dos alumnas haciéndose selfis, a otra haciéndose amiga de la poetisa Safo o al alumno lumbreras que va apuntando absolutamente todo. “Los libros gustan porque los personajes son reales, los chavales hablan como hablan mis alumnos y yo, pues hablo como soy, como un boomer, lo reconozco”, cuenta entre risas el profesor. La historia de los personajes (alumnos, perro y maestro) hace que el lector, mediante la comedia y la empatía, vaya cultivando su mirada y reconociendo obras y conceptos.
Del aula a las librerías
En 2018 tras ir constatando lo bien que funcionaban sus viñetas sobre Historia del Arte en clase, movió el proyecto por editoriales de libros de texto –a las que les pareció demasiado cómic–, y por editoriales de cómic –a las que les pareció demasiado educativo. Así que el profesor lanzó un proyecto de micromecenazgo y en 48 horas había duplicado el dinero que se requería. Y fue ahí cuando Despertaferro Ediciones llamó a su puerta para apoyar su idea. “El éxito de estos libros es que los editores y los libreros han sabido moverlos de las estanterías frikis y colocarlos para un público generalista. Los está leyendo mucha más gente que chavales y amantes de los tebeos”, dice Cifuentes. Gracias al éxito, la editorial Random House acaba de publicarle el primer cómica de la saga –¡Vaya siglo nos espera! –, en el que el profesor trata de explicar (pensando en adolescentes) temas como el cambio climático, la desigualdad social o las injusticias.
El humor, tanto en los libros como en sus clases, es protagonista: “Yo llevo un pollo de goma vestido de enfermera para señalar en la pizarra. Todo lo hago para llamar la atención de los chicos y las chicas y hacer las clases más divertidas. El humor hace las cosas más livianas y permite trabajar la inteligencia. Es bonito cuando un chaval te intenta tomar el pelo y va aprendiendo de cinismo, denota que le da al coco”, dice el profesor que entre risas cuenta que en los Museos Vaticanos le requisaron la espada láser (que emplea para explicar) y que los alumnos se indignaron muchísimo porque sí dejaron entrar a guías con paraguas.
“Tenemos que reivindicar la creatividad en las clases. Tanto a la hora de darlas como lo que les pedimos a los alumnos que hagan. El libro de texto yo lo utilizo como fuente documental y ya es una especie de acrónimo, quien tiene que darle vida a la clase somos los profesores”, cuenta Pedro, que plantea sus clases como retos. “Como aburras a los chavales, apaga y vámonos. Divertirse no quiere decir botellón y hard party, quiere decir poner las neuronas a trabajar y no dárselo todo mascadito”.
Cifuentes explica que, por ejemplo, les plantea momentos históricos que tienen que plasmar en una tira de viñetas. “Ahí lo primero que hacen es sintetizar la información para que les quepa y buscar un enfoque desde dónde contar. Cada uno lo desempeña según sus capacidades, el que escribe bien, se luce, el que imagina, se luce, el que dibuja, se luce. Con lucir quiero decir ponerse manos a la obra y en ese proceso interiorizar lo que pasaba en ese periodo histórico, por ejemplo”.
Los exámenes que plantea Pedro Cifuentes se han hecho más de una vez virales. Reza el enunciado de la evaluación de sociales: “Estimado alumno, te encuentras en la Europa del siglo XIII. Quiero que me cuentes cómo eran las ciudades, por qué la gente se va a vivir a ellas, qué pasa con las monarquías (y la Corona de Aragón) y cómo se hizo para sobrevivir a la peste negra. Solo así podrás volver a casa y sobrevivir”. Cuenta Cifuentes que según su experiencia, desde que sustituye las pruebas más convencionales por este tipo de pruebas, los resultados son mejores.
El profesor de Castellón cuenta una las cosas más bonitas que le han dicho en agradecimiento por su labor. Fue una alumna llamada Lucía, que ahora está en la universidad estudiando Bellas Artes: “Me mandó una cartita y me decía que le habían encantado mis clases porque gracias a ellas había descubierto que tenía imaginación. Yo me puse contento, pero luego pensándolo me entristecí, ¿qué estamos haciendo mal para que los niños de 12 años no imaginen?”. El cómic es un arma poderosa para poner la imaginación en órbita y Pedro Cifuentes ya tiene preparado el cuarto volumen de Historia del Arte en cómic sobre el Barroco, que el año que viene saldrá a la venta.
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