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Eliseo Gil defiende los hallazgos “excepcionales” en Iruña-Veleia: “Creo que no se ha demostrado su falsedad científicamente”

Eliseo Gil, con los medios de comunicación antes del juicio

Iker Rioja Andueza

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Eliseo Gil ha llegado tranquilo al Palacio de Justicia. Cuatro personas -tres varones y una mujer- le esperaban para darle ánimos. Hay gente que aún cree inverosímil que este arqueólogo y responsable hasta 2008 de las excavaciones del yacimiento de Iruña-Veleia, ubicado 10 kilómetros al oeste de Vitoria, falsificase -como sostienen la Fiscalía y la Diputación- hasta 476 piezas para hacerlas “excepcionales” y cambiar el curso de la historia del euskera o del cristianismo. Consideran una injusticia que se siente en el banquillo de los acusados y se exponga a un máximo de siete años y medio de prisión y a unas sanciones económicas que rondan los 300.000 euros. En la entrada de los juzgados incluso ha recibido una palmada en la espalda de Aitor Tellería, exdirigente del PNV condenado por corrupción en el 'caso De Miguel' y que acudía, como primer lunes del mes, a firmar sus medidas cautelares hasta que su sentencia sea firme. Once años después de que la Diputación de Álava presentara la querella contra Gil y varios de sus colaboradores al tener las primeras evidencias de la estafa arqueológica, al fin ha llegado el momento del juicio. Él mismo ha comentado a los periodistas que lo deseaba. Se ha hecho largo para todas las partes.

Lo deseaba pero la primera encomienda de su abogado, Javier Martínez de San Vicente, ha sido pedir la nulidad del juicio. ¿Por qué? Porque quienes no creen que Gil o alguien de su equipo ha podido manipular piezas tardorromanas para darles 'valor añadido' sostienen que los agentes de la Ertzaintza adscritos a la investigación “incluso han podido manipular las pruebas porque han tenido acceso a ellas”. Enfrente, ha defendido a los investigadores el letrado de la Diputación, Francisco Javier Villarrubia. “Si la Policía se dedica a manipular las pruebas, apaga y vámonos”, ha espetado.

Pero la maniobra ha resultado infructuosa y ha empezado el juicio. Concluirá el 18 de febrero si no se altera el calendario a la luz de las nuevas testificales solicitadas por las partes. La primera vista ha comenzado tarde. No es infrecuente en los juzgados. Había una elevada expectación por parte de los medios de comunicación. Una vez colocados todos y también los seguidores de Gil, su señoría ha abierto la sesión. La sentencia la redactará la magistrada Isabel María Díez-Pardo. Detrás de ella, se podían apilados los voluminosos tomos de una década larga de instrucción. Algunos documentos se han proyectado también en las pantallas de la sala.

Irónicamente, Gil se ha permitido usar el latín en el arranque de su intervención, en la que no ha rehuido ninguna pregunta y se ha apoyado en un pequeño bloc de notas. “Si me permiten el excursus...”. Los profesores Ciprés Torres y Santos Yanguas elaboraron en 2008 un informe sobre la inscripciones en latín aparecidas en los grafitos “excepcionales” de Iruña-Veleia, que eran abundantísimas. El documento tiene 57 páginas y apunta a errores de bulto en los grabados que probarían que fueron falsificadas. Algunos nombres de personajes históricos aparecen en su forma castellanizada y no latina ('Eneas' en vez de 'Aeneas') y otros vocablos imitan más bien al italiano ('cuore' para referirse a 'corazón'). Hay más, algunas palabras mezclan declinaciones del idioma e incluso hay frases popularizadas en la Edad Media aunque estén escritas en latín, lo que hace imposible que sean romanas.

La fiscal le ha hecho a Gil un interrogatorio de menos a más. Quedaba claro qué iba a ocurrir, pero la representante del ministerio público estaba obligada a formular la pregunta del millón:

-¿Son auténticas [las piezas]?

-Creo que no se ha demostrado su falsedad científicamente.

Quizás el público esperaba una respuesta más contundente, pero en el resto de las preguntas Gil ha dejado claro que sigue creyendo que sus hallazgos cambiarían el curso de la historia. Ha contado que le visitó el responsable del museo de Mérida, la pequeña Roma de España, y que salió encantado. Incluso ha aludido a los jeroglíficos egipcios y ha dado por buena la teoría de que aparecieron tan lejos de la tierra de los faraones porque en Veleia había un pedagogo llegado de las orillas del Nilo. Y, por supuesto, se ha hablado de las piezas que “serían los primeros testimonios de iconografía cristiana en el País Vasco” y de las primeras frases en “vasco antiguo”.

Otro informe técnico destaca que esos hallazgos excepcionales se concentraron en 2005 y 2006, cuando en los años anteriores de excavaciones no aparecieron en semejante cantidad y, desde luego, no con la misma calidad que se les atribuía. Tampoco después. Los tesoros se descubrían no al desenterrarlos sino semanas o meses después en el proceso de lavado, cuya responsable era una tal Ainhoa. Nadie ha preguntado y Gil no lo ha dicho, pero era su hermana. Según Gil, eso es algo perfectamente normal, porque las piezas salían con costras y había que limpiarlas. Algunos arqueólogos críticos destacan ese elemento llamativo.

Bromas y penes en letrinas

Para Gil, en cambio, no ha habido análisis rigurosos sobre las piezas. Los humanistas -ha dicho- no tienen el mismo rigor que los científicos naturales. Quizás en ese convencimiento contrató al segundo de los acusados, Rubén Cerdán. Pero resulta que no tenía la titulación de físico nuclear y, según las acusaciones, nunca realizó tres los análisis de autenticidad que esgrimió (y pagó, en dos ocasiones con cargo a dinero público) el responsable de Iruña-Veleia. En esta disputa científica, el juzgado nunca quiso investigar los surcos, ha protestado.

No ha dicho que hay otros informes que aluden a que en las piezas contiguas a las que tienen inscripciones que son incompletas -y en las que deberían continuar las frases- no hay rastro de grabados. Igualmente, se ha detectado que en algunos bordes hay marcas, lo que indicaría una posible escritura posterior a que las piezas se fragmentaran. Lo que en ningún momento se ha puesto en cuestión es que las piezas que sirven de soporte a los grafitos sean romanas, de alrededor del siglo III. De hecho, ello sustenta la acusación de daños contra el patrimonio histórico.

En medio de estas sospechas se ha colado la confesión de Óscar Escribano, uno de los colegas de Gil y el tercer acusado. Sin tiempo de empezar el juicio, se ha anunciado su pacto con la Fiscalía, que le supone un año de cárcel -que no será efectivo- y una pequeña sanción económica. Escribano (según la RAE, “hombre que tenía por oficio copiar o escribir a mano documentos”) ha asumido que gastó una “broma” a sus compañeros en Iruña-Veleia consistente en coger una cerámica original y grabarla con las palabras “Veleia” y su mote al revés, “LEPAXT”.

Lo único que admite Gil es otra 'broma', que en la reproducción de una letrina él mismo hizo unos “dibujos” para adornarla. Pintó unos dibujos eróticos. La Diputación ha llegado a sostener en el pasado que es una grafía similar a la aparecida en otras piezas aparentemente manipuladas. “Esos dibujos son de mi mano. Forzosamente los haría con alguna herramienta moderna. Quizás una llave. Estábamos intentando hacer una réplica... Puse un pene alado. Había estado en Nápoles y allí hay muestras de sobra para inspirarse”. En Nápoles está Pompeya. Antes de que se fueran presentando en público los hallazgos excepcionales Gil dejó escrito un vaticinio sobre Iruña-Veleia: “Es el mayor corpus de epigrafía conocido. Se puede equiparar a Pompeya”.

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