“Un profesor mediocre condena a sus alumnos a ser mediocres”
Cuando era pequeño a David Calle (Madrid, 1972) le encantaban las películas de ciencia ficción porque disfrutaba con los efectos especiales. Pero, sobre todo, le gustaban porque siempre salía del cine haciéndose alguna pregunta. Tal vez en aquellas inquietudes estaba el germen de lo que es hoy David Calle, también conocido como el profesor youtuber. Cuando la crisis le dejó sin trabajo de ingeniero fundó una academia de estudios, pero cuando se percató de que muchos de sus alumnos tenían que dejarla en el momento más cruento de la crisis por no poder afrontar los gastos, decidió abrir un canal de Youtube, Unicoos, para que pudieran seguirlas de forma gratuita.
Ahora, cuenta con un millón de suscriptores y su canal es un referente en el mundo educativo y de divulgación científica de habla hispana (se ha convertido en el primer canal de ciencia de España y uno de los tres más seguidos en lengua hispana). Esa pasión por la divulgación y la docencia le valieron el año pasado la nominación al Global Teacher Prize, equivalente al nobel en materia de educación. Solo diez profesores en todo el mundo alcanzaron esa nominación
En su último libro ¿Cuánto pesan las nubes? da rienda suelta a sus mil inquietudes científicas. En él se suceden preguntas y respuestas como cuánto pesan las nubes, de qué color es un espejo, por qué no podemos viajar en el tiempo, por qué las naves de Star Wars incumplen las leyes de la física, cuánto pesa el martillo de Thor, cuántos megapíxeles tiene el ojo el humano, a qué temperatura hierve el agua en la cima del Everest o por qué el cielo es azul.
Y cuando se bucea, se descubre que fue un bache cuando estaba en el antiguo COU y suspendió matemáticas el origen de todo. En la academia a la que recurrió en busca de ayuda encontró lo que necesitaba: un profesor que le hizo creer en él y que, de alguna manera, le cambió la vida. ¿Cómo terminó aquellos estudios de COU? Pues con un 10 en selectividad.
Usted con 18 años suspendía matemáticas, pero dio con un profesor que se dio cuenta de que lo que era capaz de hacer.
Me apunté a una academia porque suspendí la primera y la segunda evaluación del antiguo COU. Allí me encontré a Pedro, profesor de la academia. Él me hizo creer en mí mismo. Yo estaba muy desmotivado, muy frustrado, no entendía para que servía todo lo que estaba estudiando, no tenía tampoco mucha idea de qué carrera quería hacer. Y no tuve la suerte de tener profesores de ciencia que me inspiraran, pese que la ciencia es lo que más me gusta y con diferencia. El caso es que Pedro me puso las pilas, me hizo creer en mí mismo y saque un 10 en matemáticas en selectividad ese año. Después hice Ingeniería de Telecomunicaciones.
Además de enseñar, ese Pedro le hizo creer en sí mismo.
Un profesor tiene que inspirar a sus alumnos, insistirles en la idea de que pueden hacerlo.
Pensar a lo grande.
Claro. Todos mis vídeos terminan igual: practica, practica, practica y aprobarás. Si trabajan duro pueden conseguir prácticamente cualquier cosa. Quería ser piloto y no pude porque era miope y quería ser astronauta y no pude porque seguramente aunque lo hubiera intentado no hubiera tenido la capacidad para ello. Con los sueños hay que ser realistas, pero es que se puede conseguir prácticamente cualquier cosa trabajando duro. Y es lo que les digo a los chavales: que crean en ellos y que, por lo menos, lo intenten.
El problema es que el profesorado se enfrenta en estos momentos a una crisis de identidad por así decirlo.
Por desgracia se ha perdido el respeto y la imagen que antes sí que tenían los profesores. Ahora no tienen el prestigio que creo que deberían de tener, pero también es cierto que a los profesores siempre les digo que tenemos la profesión más bonita del mundo y que se tienen que poner las pilas. Y por muchas cosas que les falten o por muchos recursos, lo primero que tienen que hacer es ponerse delante de su clase con toda la pasión y la vocación del mundo.
El propio sistema ha degradado socialmente a los profesores.
El docente ha perdido prestigio y el respeto de esta sociedad. Aunque yo intento no hacerlo, lo cierto es que tenemos a nuestros hijos sobreprotegidos y no les inculcamos un espíritu de trabajo y de lucha. No les hacemos ver que las cosas son difíciles. Y que las cosas difíciles son las más bonitas, pero cuesta mucho trabajo hacerlas. Esta generación es muy impaciente y se rinde muy rápido. Encima, si un profesor regaña a su hijo, probablemente su padre o su madre vaya al día siguiente al instituto a quejarse. Si a mí me regañaba mi profesor como se enterase mi madre me caían dos regañinas: la del profe y la de mi madre. Ese tipo de cosas están haciendo que poco a poco la labor de ser profesor, sobre todo en secundaria, sea una tarea bastante complicada, con alumnos que suspenden desde primero y segundo de la ESO y la mitad desmotivados.
Mundo tecnológico
El sistema obliga a seguir unas pautas similares a hace 40 años, lo que tal vez complica en el momento actual el trabajo de los docentes.
Sobre todo ahora que tenemos un móvil en nuestras manos que no dejamos usar a los chavales porque no les enseñamos a emplearlo de manera responsable. Ahí tienen toda la información del mundo a golpe de un click y una capacidad de cálculo que ya hubieran querido mis ordenadores cuando era pequeño. Y, sin embargo, no les dejamos usarlo, convertimos a los alumnos en máquinas de memorizar, les hacemos hacer millones de cálculos que no entienden para qué sirven y los chavales que no son tontos dicen para qué tanta memorización.
Pero tanto en números como en muchas otras materias.
De cualquier cosa, en historia, en inglés, en arte, todo. La realidad aumentada como una caja de cartón te permite poner tu móvil y visitar por dentro la Capilla Sixtina. ¿Cómo puede ser que en clase siga habiendo libros de texto de arte por ejemplo o de arquitectura, de física…No tiene sentido y estos chavales se dan cuenta rápido, lo perciben y desconectan de lo que están haciendo en clase porque en la mayoría de los casos no tiene nada que ver con el mundo real, que les gusta más. El mundo de fuera es tecnológico, es audiovisual, les ofrece oportunidades tecnológicas que en clase no tienen.
Pero no hay que volverse locos con la tecnología.
Es cierto. Se puede enseñar ciencia de manera maravillosa en un patio con un balón de baloncesto. O en un barreño y con un trozo de madera se puede explicar el principio de Arquímedes. No es necesario que nos volvamos locos y que pensemos que todos tienen que tener un móvil y una tablet en el aula, que todo tiene que ser tecnológico. Lo que hay que hacer es tratar de inspirar a los chavales para que les encanten las ciencias.
Se da la casualidad de que usted ha acabado siendo profesor por sentimiento, pero no inicialmente como profesión. Ahora se ha convertido en la imagen de los profesores.
Sin pretenderlo.
Sin pretenderlo, pero para bien o para mal es el espejo en el que fijarse y con el que muchos alumnos que le siguen en Youtube miden a sus docentes en el aula.
No soy ni el mejor profesor de mi barrio y lo digo con toda la humildad del mundo. Yo solo soy un profesor de academia que graba videos en su casa para sus alumnos y bueno, afortunadamente, son muchos. Pero sí que es cierto que sin quererlo me han metido en el foco mediático. Desde el primer momento afronté ese torbellino mediático con un poco de vergüenza y de reparo, pero también con mucho honor. Asumí la responsabilidad de poner en valor lo que hacen los profesores y defender que la profesión de maestro es de élite y de prestigio. Y también para tratar de inspirarles y decirles que por muchas cosas que les falten lo que hacemos es lo más importante del mundo, pero tenemos que ponerle toda la pasión, la empatía y la vocación. Porque si no lo hacemos estamos perdidos, sino estos chavales lo detectan rápido y no podemos pedirles a nuestros alumnos pasión si nosotros no la ponemos en nuestro trabajo. Un profesor mediocre y sin pasión condena a sus alumnos a esa misma mediocridad y desmotivación.
Para muchos profesores, cada aula es un ‘Vietnam’
Claro. Lo que pasa es que igual que yo les digo a mis chavales que no se tienen que rendir nunca, los profesores tampoco deben hacerlo por mucho ‘Vietnam’ que se encuentren en sus aulas. Deben seguir intentándolo con toda la fuerza del mundo porque es su responsabilidad y no tienen otra cosa más importante que hacer. Sé que es duro muchas veces, pero es que es lo más importante que podemos hacer. Su única obsesión tiene que ser que sus alumnos sean cada día un poco mejores. Ya te digo en España somos unos auténticos privilegiados aunque no nos lo creamos. Porque en muchos países, a los profesores les falta todo lo que sí tenemos aquí.
Hablar menos
Conseguir que un chaval que suspende no se rinda, ¿es el mayor logro de un profesor?
Eso es impagable. A mi academia algunos chavales vienen porque quieren sacar dieces, pero lograr que un alumno que suspende no se rinda y se ponga las pilas es lo más bonito del mundo. Cuando un chaval pasa de sacar un dos o un tres a aprobar…. ese sentimiento de ‘ahora soy imparable y ahora no me voy a rendir y ahora voy a empezar a sacar mejores notas porque por fin lo he entendido’ es insuperable. Eso es lo que hace que mi trabajo sea precioso.
Muchas veces, me tiro más tiempo escuchando los problemas de mis chavales, que si sus padres se separan, que les ha dejado la novia o el novio, o sus amigos no le hablan, o ese día le han dejado de hablar aunque al día siguiente vuelven a estar bien…Me tiro más tiempo escuchándoles y animándoles y tratando de encontrar cuál es su pasión, o cuál es su capacidad que les hace especiales, que explicándoles ecuaciones. Puedo hacerlo porque tengo menos alumnos, pero para mí esa es la clave. Los docentes tendríamos que hablar menos en clase y escuchar más a nuestros alumnos, participar más con ellos y dejarles que interactúen, estar pendientes de lo que están haciendo y acompañarles. Si les escuchas te enteras quienes son. Y todos, todos, absolutamente todos somos únicos y somos muy buenos en algo.
Yo si soy bueno en algo, humildemente, es siendo profesor. Lo descubrí porque me quedé en el paro. Pero todos los chavales que muchas veces se siente frustrados porque sienten que son inútiles y que no van a poder llegar nunca a la universidad, o porque siempre suspenden, a lo mejor la cuestión no es llegar a la universidad sino hacer un módulo de formación profesional superior o simplemente hacerse el mejor electricista de su pueblo, o el mejor panadero, o el mejor lo que sea. Pero todos tienen una capacidad que les hace únicos, todos la tenemos. Y eso es lo que tenemos que intentar encontrar en nuestros alumnos.
Parece claro que un buen profesor te puede mejorar la vida, y un mal profesor te la puede arruinar ¿no?
Yo siempre digo que lo que dice un profesor en clase o lo que no dice puede cambiar la vida de un alumno para siempre, para bien o para mal. Y si un profesor dice: ‘Confío en ti y si te pones las pilas vas a poder hacer lo que quieras y yo estoy hay para ayudarte en tu camino’, te va a marcar. En cambio, si te dice: ‘por mucho que estudies no vas a aprobar nunca química, física…no vas a aprobar nunca nada’, te la puede arruinar para siempre. Hay que tener muchísimo cuidado porque me encuentro con casos en los dos sentidos. Es que es muy importante lo que les decimos o no les decimos a nuestros alumnos y la imagen que proyectamos en ellos. Ojalá los alumnos lleguen a clase pensando que la persona que tienen delante es una persona brillante, a la que admirar, de la que poder aprender. Porque si te respetan, desde esa posición los vas a tener pendientes de ti, y para eso hay que conseguir que la profesión de Magisterio sea de élite.
Y que la prueba de acceso sea rigurosa y que la carrera no sea la carrera con menos tasas de suspensos de España, que lo es y que el sueldo por fin sea un sueldo que se merece un profesor. Y que cuando alguien te diga ‘soy profesor’, la gente le respete.