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400.000 motivos

Esclavos en Cuba el año 1832.
9 de octubre de 2023 22:33 h

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La editorial Planeta edita un nuevo libro, 'El infierno', cuya acción se sitúa en la década de 1860 en Cuba, colonia española, gran potencia en la producción azucarera. La editorial imprime 400.000 ejemplares. El número de ejemplares coincide con el de los esclavos que registra el censo de la isla de 1867. Todos son grandes cifras: papel encuadernado, seres humanos oprimidos. Luego vienen las tramas pasionales (riqueza, poder, sexo) y la intriga que esperan los lectores de la marca/factoría 'Carmen Mola' (los publicistas del sello anuncian la novela como un “brutal thriller”, una nueva “novela negra” –¡gracioso juego de palabras!–). La promoción destaca la existencia de una trama de crímenes inspirados en misteriosos rituales, pero la llamada de atención al gran público remite al mundo de los esclavos (y así, supongo, llegamos a las esclavas: ¡ay!, oculto objeto de sexualización de la mujer sometida).

Un cálculo rápido permite concluir el volumen de facturación previsto: la venta de la primera edición debe alcanzar 9.160.000 euros. Con esas cifras la promoción se permite trasladar a los tres autores del trío 'Mola' al escenario donde discurre la novela, La Habana. Sufraga también los viajes de los invitados, periodistas de importantes medios de comunicación que de manera simultánea lanzan sus artículos y reportajes. Vemos elogios y entrevistas en las emisoras de radio y en los programas estrella del grupo Atresmedia. Esta operación mercantil cuenta con una IVA superreducido de protección a la industria cultural, el mismo que se aplica a un libro de Wittgenstein, y 2,5 veces menor del que hasta septiembre pasado gravaba los productos de higiene femenina. En el supermercado al que acudo estos libros suelen estar a la venta entre la sección de artículos de limpieza y de aseo personal.

Los comunicadores (no disparemos sobre ellos, o solo lo justo) han seguido con tal atención la rueda de prensa celebrada en el Hotel Nacional de La Habana que son capaces de utilizar en su crónica casi las mismas palabras que hubieran podido distribuir el servicio de prensa. No falta quien, fruto de una rápida inmersión en la situación actual de Cuba, se permita añadir una nota de color, el contraste entre un pasado dramático pero opulento, dicen, y la actualidad únicamente dramática. Si no te preguntas por qué la industria moderna de la década de 1860 se servía de trabajo esclavo en las plantaciones, por qué ibas a interrogarte por los efectos que en el nivel de vida de la población tiene el bloqueo económico y financiero al que es sometida Cuba.

La ficción es ficción. Solo cuando se quiere adornar de verosimilitud histórica debiera exigirse a los autores que realicen un mínimo esfuerzo de documentación. Hay autores/factoría que no pueden permitirse esa fastidiosa labor y la encargan a los colaboradores. A veces, estos se convierten en “escritores en la sombra”, lo que en lengua española se llama “negros”: trabajan por corta retribución y son silenciados por quien firma la obra. En ocasiones, esos “negros” no son muy cuidadosos, o son rencorosos, o simplemente traviesos, y copian fragmentos de otra novela, de alguna obra de historia y hasta titulares de periódicos. Ildefonso Falcones, pensando que ofrecía un gramo de seriedad a su 'Esclava de la libertad' (Grijalbo, 2022), anteponía a la novela un prólogo. A diferencia de lo que suele ser habitual en la literatura norteamericana, donde las demandas están al orden del día, no reservaba unas líneas a ofrecer las referencias consultadas sino que repetía literalmente varias de las declaraciones que acompañaron la promoción de la serie de televisión 'Encadenados', realizada por Jordi Ferrerons y disponible en Canal Historia (Prime). Una sencilla búsqueda en la prensa de marzo de 2022 lo corrobora.

Para no destripar la intriga, los autores de 'El Infierno' han difundido varias ideas sobre el contexto. Nos enteramos así de que la reina Isabel II tuvo negocios esclavistas y participó en el tráfico negrero. En realidad, han confundido a la hija por la madre, la que había sido reina gobernadora María Cristina de Borbón, y con su segundo esposo, Agustín Muñoz, duque de Riánsares. Isabel II no participó en esos negocios aunque sus gobiernos los protegieron. 

Para ilustrar el grado de crueldad vigente en la colonia, afirman los autores que los comerciantes no se detuvieron ante sus propios compatriotas (vamos: esclavizar africanos era una cosa reprobable, pero reducir a españoles se antoja inadmisible). Con más cuidado, se habría advertido que los gallegos llevados a Cuba en condiciones de engaño para ser reducidos a trabajo obligatorio y sujetos a severa disciplina estaban equiparados a los chinos que en la misma época eran llevados a la isla con contratos muy onerosos, similares a los que ingleses y franceses realizaban con población de la India. Los sometidos asimilaban su situación a la del cautivo, pero no eran esclavos: su vínculo era temporal en lugar de ser perpetuo, no eran vendidos o comprados, sus hijos no nacían esclavos, no recaían sobre ellos los castigos más crueles. Con todo, fueron una muestra de la codicia de los traficantes, nos hablan de la pobreza extrema de una parte de los españoles y de la capacidad de la Perla de las Antillas de absorber mano de obra para mantener ese emporio azucarero que alimentaba tanto la Hacienda nacional como las fábricas de refino, las despensas, la repostería, las empresas conserveras y el consumo masivo de estimulantes amargos de todo el mundo avanzado que podía costeárselo. Las condiciones de aquellos gallegos o de los chinos extraídos por Cantón (125.000 en veinticinco años) eran semejantes en muchos casos a las actuales modalidades de “esclavitud contemporánea” según es definida por la Organización Internacional del Trabajo y las Naciones Unidas. Rigen en países donde se producen artículos que en 2023 se venden en los comercios de las millas de oro de nuestras ciudades, en conocidas cadenas de ropa y en los supermercados más extendidos.

Nos quedamos con las 400.000 personas esclavas de Cuba. Los 400.000 ejemplares de tirada de la novela, varios millones de lectores potenciales, se antoja un motivo de sana e insana envidia. Lo que causa verdadera perplejidad es que estas versiones contribuyan a configurar un imaginario nacional como no puede hacerlo un sistema escolar donde todo eso es cuidadosamente omitido en los libros de texto. Y sucede cuando cierto discurso público persiste en reivindicar la gloriosa empresa colonizadora de los españoles en América y recurre a denunciar como parte de la leyenda negra cualquier explicación que se acerque a realidades que están perfectamente documentadas. 

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