Catalunya como excusa para enterrar el 15-M
El sábado pasado asistimos atónitos a la rueda de prensa en la que Mariano Rajoy anunciaba la suspensión de la autonomía catalana vía artículo 155. Desde la serenidad propia de quien sabe que tiene consigo todo el poder, gracias a Casa Real y a sus socios (PSOE y C’s), anunció el cese del presidente, vicepresidente y consejeros del Govern, se autoproclamó President de la Generalitat y se otorgó así la capacidad para disolver el Parlament y convocar elecciones, anunció que el Parlament no podría proponer candidato a la Generalitat, que no habrá ningún tipo de control parlamentario sobre el nuevo “Gobierno” instalado en Madrid, que convocaría a elecciones para recuperar la “normalidad democrática” y que, por si fuera poco, intervendría desde el Gobierno la TV3 para seguir, seguramente, esa hoja de ruta imparcial, objetiva y democrática que es TVE. Y así, tan campante, como quien lee el Marca por las mañanas, lo anunció sabiéndose ganador gracias a la mayoría absoluta que tiene garantizada en el Senado y al visto bueno que su compañero de extrema derecha, C’s, y el “nuevo PSOE” -que a estas alturas parece ya otra vez demasiado viejo-, le han otorgado. Un cheque en blanco. El peor de los cheques.
Nos equivocamos, no obstante, si pensamos que esto va de un conflicto territorial o de un conflicto en Catalunya únicamente. Lo que estamos viviendo ahora es, en la línea de la reflexión hecha por el periodista Andrés Gil en un artículo reciente, la utilización que está intentado hacer el régimen del conflicto catalán para cerrar por arriba y de manera autoritaria la crisis de régimen existente desde hace años y que fue denunciada y desnudada en toda su extensión por el 15-M.
Que nadie se engañe, lo que PP, PSOE y Ciudadanos han hecho, cerrando este infame “pacto del 155” que apenas acaba de empezar a funcionar, va mucho más allá de ser un intento por aplacar el desafío independentista del pueblo catalán. Con esta aplicación del 155 el régimen ha dado por concluidos, de facto, todos los pactos del 78 que con tanto orgullo pregonan algunos entre golpes de pecho. Esto es, si con la sentencia del Estatut se cargaron ya hace 7 años el pacto territorial (finiquitando la capacidad soberana de las naciones históricas para tener un estatuto votado por su pueblo), con la reforma sin consultar a la ciudadanía del 135 se cargaron el pacto social (convirtiendo el Estado social en un Estado neoliberal), hoy, con la puesta en marcha del 155 bajo estas premisas, se han cargado, finalmente, el pacto democrático (aquel según el cual a los Gobernantes se los elige por sufragio universal y no por designación Real o de cualquier otra índole similar).
Del régimen del 78 quedan ya, en realidad, sólo las cenizas y toca, por eso mismo, convertir en un nuevo texto Constitucional lo que en la práctica ya se ha hecho con estas tres reformas, una directa y las otras dos encubiertas, de la Constitución vigente: cerrar por arriba la crisis para que nadie vaya a pensar que se puede hablar de reforma constitucional de verdad, ni mucho menos en clave de apertura democrática como nos enseñó justamente el 15-M: que lo que hacía falta era más democracia y menos despachos. El bloque monárquico lo tiene clarísimo y quiere asegurarse así ser garante de una nueva transición en versión reloaded: una transición que sirva para pasar del “café para todos” al “café para tres” azul, rojo y naranja (siempre, por supuesto, en eso nada cambia, con sabor Real).
Mariano Rajoy ha hablado pues a todos los españoles y no sólo a los catalanes y catalanas cuando ha anunciado la intervención en Catalunya. Y en especial ha hablado a esos españoles que no se sienten españoles y a esos españoles que, sintiéndose españoles, son partidarios de una superación democrática y en clave social/regeneradora del régimen del 78. Ha sido un aviso a navegantes en toda regla: el 155 manda y no tu panda.
Nos ha advertido, sin decirlo, que el 155 sirve no solamente para blindar la unidad de España, sino, de la misma manera, para blindar la reforma del artículo 135 y, con ello, al Estado neoliberal. Nos ha dicho que si, pongamos por caso, una CCAA gobernada por Podemos o cualquier otra fuerza del cambio, decidiese aprobar una ley que anteponga, por ejemplo, los derechos de la ciudadanía a no sufrir pobreza energética, a no ser desahuciados por los bancos o a no ver recortados sus derechos y libertades básicas de acceso a la educación o la sanidad universal, al dictamen de una sentencia del TC que considere esas leyes o medidas contrarias al espíritu del 135 de la C.E, ya sabemos lo que puede a ocurrir: disolución inmediata del Gobierno rebelde e imposición, a base del 155, de la “normalidad” democrática sustentada en el Estado neoliberal y autoritario de derecho. El “pacto del 135” se ha convertido así en el “pacto del 155”, y con ello se ha cerrado el ciclo de la reforma del Estado iniciado con la reforma del 135.
Por suerte, hay dos cosas que no han tomado en cuenta: la primera, que Catalunya no es una coyuntura y, la segunda, que la ciudadanía no está dormida. El conflicto territorial hoy despierto en Catalunya no va a acabarse ni con 155 ni con las elecciones que algunos creen que es un remedio mágico, como si en Catalunya no hubiera ahora una mayoría harta de la humillación a la que el Estado monárquico y autoritario pretende someterlos. Y de la misma forma, aquellos que nos levantamos en Mayo de 2011 contra el Régimen del 78, tampoco vamos a permitir, sin más, que nos acaben dando gato por liebre.
Por todo esto, hoy más que nunca, tenemos que ser capaces de entender que esto no va de equidistancias, ni de independentismo o de constitucionalismo. Esto va de ser capaces de hacerle frente al régimen y a toda su maquinaria. El desafío catalán es, luego del 15-M, la mayor amenaza a la que ha tenido que enfrentarse este régimen y se ha visto obligado por eso a sacar sus armas más duras incluyendo, por supuesto, al Rey. Los que creen que le hacemos un flaco favor a Podemos cuando nos posicionamos clara y sensatamente por un referéndum pactado y con garantías para Catalunya, pero también denunciando con toda la contundencia al verdadero responsable del conflicto, que es el Partido Popular con Mariano Rajoy a la cabeza, no están siendo capaces de entender que la equidistancia ahora mismo es irresponsable, pero que, además, darle la espalda al pueblo catalán en este momento equivale a dárnosla a nosotros mismos.
El cierre autoritario con la aplicación del 155 no lo es sólo para Catalunya, sino que, de tener éxito en sus propósitos, entierra también de una vez por todas ese 15-M que nos dignifica y nos da sentido de existencia como partido. Si el Estado neoliberal y autoritario de derecho logra imponerse, vía 155, humillando a Catalunya, logrará igualmente imponerse en el conjunto del Estado, enterrando al 15-M.
Esto es, la aplicación del 155, tal y como se está visibilizando, está más dirigida a imponer un marco autoritario-constitucional de resolución de conflictos posibles en clave de desafío anti-austeridad, que en clave de una solución definitiva para el problema catalán. Lo que se pretende blindar no es tanto el marco autonómico actual tal y como viene definido en la Constitución vigente, sino el marco constitucional-neoliberal que se puso encima de la mesa con la reforma del artículo 135 de la Constitución.
El régimen sabe que el problema catalán no se resuelve aplicando el 155 y nosotros debemos saber también que no es ese su verdadero objetivo. Por eso no deberíamos movernos un milímetro de nuestras posiciones, porque lo que está en juego verdaderamente no es tanto cómo se cierra en lo inmediato el problema catalán, sino quién emerge como “soberano” para cerrar la crisis de régimen actual, y retornar con ello de la “excepcionalidad” vigente a la “normalidad” previa al estallido de la crisis de 2008, y en qué claves se dará ese cierre: bajo el proyecto gatopardiano y monárquico del régimen del 78 (bloque monárquico) o bajo el sujeto post 15-M que se expresa, a través de diferentes actores políticos, en clave de apertura democrática tanto de lo social, como desde la regeneración democrática, como de lo territorial-plurinacional.
La crisis de la monarquía la cerraron cambiando de Rey. Lo que sigue abierto es el frente social y de regeneración democrática y el frente territorial. La grieta que el procés en Catalunya mantiene abierta al régimen es también una grieta por la que pueden operar de forma colateral los discursos y las pretensiones del espacio “15-M”. Si se cierra la una, se cierra la otra de forma inmediata. Si eso ocurriese, en palabras de Enric Juliana, el “Minotauro” del Estado nos derrotará a todos de una vez. Ellos lo saben y están trabajando para ello, nosotros debemos saberlo también. No podemos pues ceder a las presiones y situarnos como aliados de quien quiere por encima de todo derrotarnos solo porque pensemos que eso puede dar algo de rentabilidad electoral en lo inmediato.
Sería el más grave de nuestros errores y sería el inicio del fin de Podemos, en tanto que sería el principio del fin del espacio que hace posible nuestra existencia. Podemos tiene sentido en tanto que la disputa por hacer emerger un nuevo “soberano”, capaz de cerrar la crisis de régimen en forma de apertura democrática, siga abierta (y lo tendría todavía más si ese espacio lograra imponerse), pero deja de tener sentido si lo que se impone es una vuelta al orden del 78 maquillado con una reforma gatopardiana y cerrado de forma autoritaria. O, dicho de otro modo, Podemos gana si la vuelta de la “excepcionalidad” a la “normalidad” (el cierre de la crisis de régimen) se hace en clave “Podemos-15M” y Podemos pierde, y deja de tener sentido, si la vuelta a la “normalidad” se hace en clave de pacto regenerador del régimen del 78. Esto, entendemos, lo deberíamos tener siempre presente, máxime en momentos de dificultades y máxima presión contra nosotros como el presente.
Así pues, o nos unimos y luchamos en común todas aquellas fuerzas que estamos por superar el régimen del 78 en clave de apertura democrática frente a este intento de restauración por arriba y autoritaria, o perderemos la oportunidad histórica que seguimos teniendo, por más que el bloque monárquico trate de impedirlo, entre manos. Porque lo que se está dirimiendo ahora mismo en el escenario político post 155, en esta lucha a muerte entre Gramsci y Carl Schmitt, tengámoslo claro, no es cómo se soluciona lo de Catalunya (que también), es tu futuro, es la posibilidad, o no, de que la crisis de régimen se cierre a favor de tus intereses o a favor de los intereses de los de siempre. ¡Salvemos el 15-M!