La estabilidad del cambio ante el bloqueo y la corrupción
La triple crisis que vive en España no tiene visos de resolverse en manos del gobierno del PP y su alianza por la derecha con Ciudadanos. La crisis socioeconómica que está expulsando a las familias más vulnerables de sus derechos más básicos, la crisis democrática que demuestra que la estructura del Partido Popular es una organización pensada para delinquir y para atrincherarse en el poder y la crisis territorial que evidencia el agotamiento del estado de las autonomías necesitan retos valientes que pongan en marcha una idea de país diferente. El mayor síntoma de esta triple crisis se está viviendo en la Generalitat de Catalunya y también en el gobierno de la Comunidad Autónoma de Madrid.
La mayoría independentista que está legítimamente llamada a formar gobierno en Catalunya, liderados por JxCat y por ERC, se han quedado sin horizonte político. Más allá del evidente error en la judicialización del procés, que se está volviendo en contra del propio gobierno Rajoy, y de la represión que se está desencadenando en todo el estado bajo la excusa de la unidad de la nación, el independentismo ha entrado en una vía de agotamiento evidente por su inefectividad. Detrás de los símbolos, los discursos épicos y las investiduras fallidas, se esconde la evidencia de que no son capaces de formar un gobierno que gobierne para la gente. La guerra entre JxCat y ERC no es una batalla por mejorar las condiciones de vida de la gente, por blindar la educación y la sanidad pública o por incrementar nuestras cuotas de autogobierno ante la amenaza recentralizadora del Estado, sino un intento de JxCat de atrincherarse en el poder y continuar siendo la factoría catalana del poder por el poder. Así pues, el bloqueo en la formación de un más que nunca necesario gobierno para Catalunya está situando al país, cuando más inoportuna es, en una inestabilidad política que afecta en el día a día de los y las catalanas.
La inestabilidad política también se está adueñando del gobierno de la Comunidad de Madrid, en este caso a consecuencia de las falsificaciones, las mentiras y las amenazas del falso máster de la presidenta Cristina Cifuentes. El caso, en sí, escenifica las formas de gobernar del Partido Popular, el poder a costa de lo que sea, y también está poniendo en evidencia el papel de cómplice de la corrupción de Ciudadanos. Los casos de corrupción del PP en Valencia, Baleares, Murcia y ahora también Madrid, dejan de manifiesto que el partido de M. Rajoy necesita de las instituciones para parasitarlas todo lo que puedan pero también para proteger a sus corruptos. Funcionan como un clan. La propia Cifuentes ha dicho que sólo dejará la presidencia de la CAM si se lo pide Mariano Rajoy. Eso es, el capo. La peor corrupción que ejerce el PP no es la de robar dinero de la caja pública, que ya es denostable de por sí. La peor de sus corrupciones es la utilización de las instituciones del estado para sus propios intereses partidistas, para perseguir y criminalizar a sus opositores políticos y para parapetarse detrás de ellas para proteger a sus corruptos.
Ante estos dos escenarios de inestabilidad política, hoy claramente quien está aportando estabilidad evidente son las alcaldías de las principales ciudades del estado, Barcelona y Madrid. Precisamente dos alcaldías del espacio del cambio, en manos de dos mujeres que defienden una política feminista y que se hablan con honestidad. Manuela y Ada, Colau y Carmena, escenifican esa nueva política feminista que tiene proyectos políticos para la gente. Barcelona no solamente es la ciudad española que más inversión social ha ejecutado a través de sus cuentas públicas, es además la ciudad que está liderando políticas de vivienda, intentando evitar la nueva burbuja de los alquileres inmobiliarios que está expulsando a los y las vecinas de uno de los derechos más fundamentales o las políticas de movilidad. Que pese a la utilización partidista que están haciendo algunos grupos del consistorio barcelonés, el gobierno municipal sigue apostando por la unión de los dos tranvías por la Diagonal, ampliando su apuesta por tener una mirada metropolitana. Y Madrid no solamente es la ciudad española que mejor ha capitaneado sus cuentas públicas y ha recortado el déficit que habían dejado las administraciones del PP en la capital, sino que también está liderando políticas de anticontaminación en la almendra central de la ciudad o en el ámbito de la participación ciudadana en unos presupuestos participativos que se han convertido ya en ejemplares para otros municipios.
Una vez más, el municipalismo liderado por el espacio del cambio demuestra, frente a los bloques antagónicos que hoy se alimentan mutuamente, Madrid y Barcelona se miran a los ojos y se dicen la verdad. Los encuentros entre Ada Colau y Manuela Carmena, imprescindible ejercicio de oxigenación de la vida política, demuestran precisamente eso. Demuestran que, desde la soberanía de cada uno de nuestros territorios, el estado plurinacional es la única solución seguramente a esas tres crisis. Contradiciendo al gran Antonio Machado, entre una España que muere, la de la corrupción del PP y de CiU, y una España que bosteza, la de un PSOE prisionero de las estrategias de la derecha y Ciudadanos como cómplice de esa misma derecha, emerge la España plurinacional del cambio. Frente a los problemas que han liderado Rajoy o Puigdemont, emergen las soluciones de Carmena y de Colau.