Nada para la gente
Cuando las negociaciones para formar gobierno ya parecen abocadas al fracaso, parece claro que nos encontramos a las puertas de repetir unas elecciones por una nueva decisión táctica de Podemos. Se miente a sabiendas cuando se dice que el acuerdo no se produjo por diferencias programáticas, porque no dieron tiempo siquiera a que estas se constatasen. ¿Cómo se puede entregar un documento con veinte propuestas en una mesa de negociación y dinamitarla al día siguiente, sin haber recibido una respuesta, cuando estábamos todavía valorándolas, tal como habíamos acordado? Ese documento tenía el mismo valor que las palabras previas de Iglesias, su teatralidad o el libro de baloncesto: generar un titular y una foto.
Muchos socialistas tenemos desde hace tiempo la certeza de que toda la estrategia política de Iglesias pasa por la eliminación del PSOE. Para ello, el líder podemista se plantea únicamente dos escenarios posibles: adelantarnos electoralmente o, de no conseguir el anhelado sorpasso, bloquear cualquier posibilidad de acuerdo para abocar al país a esa gran coalición que él desea más que nadie. No existen más opciones para Iglesias. O gano o bloqueo.
En numerosas ocasiones Iglesias dijo que solo entraría con el PSOE en un gobierno si Podemos fuese la primer fuerza. Y eso es lo que ha hecho, eso sí, fingiendo antes burdamente tener voluntad de negociar para no aparecer como culpable de desaprovechar la oportunidad de cambio que teníamos en estos momentos. Pero hay que insistir en que Iglesias nunca ha tenido voluntad de negociar, sino solo de conseguir titulares y fotos que hiciesen parecer que lo hacía. El mismo que decía “me voy a dejar la piel para lograr un acuerdo con Pedro Sánchez” rompió las negociaciones después de una sola reunión cuando todavía estudiábamos su propuesta. PSOE y Ciudadanos, a los que de hecho nos separan un montón de cosas, sí nos hemos dejado la piel para alcanzar un acuerdo con lo que nos une; Podemos ha rebuscado y creado un muro con lo que nos separa para justificar su decisión previa de llevarnos a unas nuevas elecciones.
Este proceso de negociación ha servido para confirmar que Podemos ni es un partido de gobierno, ni de oposición: es un partido de bloqueo. A Iglesias no le importa que ahora mismo pudiese haber un gobierno que habría recuperado, por ejemplo, el subsidio para mayores de 52 años. Esos parados que hoy continúan sin prestación ni cotizaciones para su jubilación, son daños colaterales de la estrategia de Iglesias para alcanzar el poder. Muchos dirigentes de Podemos reutilizan el lema de los Borgia, O César o nada, o todo el poder o nada. Ahora sabemos que ese nada también puede implicar un nada para la gente: nada de universalizar la cobertura sanitaria, nada de un impuesto para las grandes fortunas, nada de un Ingreso Mínimo Vital para las personas sin recursos, nada de un complemento salarial para salarios precarios, nada de derogación de los artículos regresivos de la Ley Mordaza. Nada de muchas cosas positivas. Nada de nada. Solo unas nuevas elecciones al servicio de su estrategia.
Pablo Iglesias, el mismo que antes de las elecciones decía que “el debate político izquierda-derecha es de trileros” o “con el juego izquierda-derecha gana la banca”, el mismo que veía posibilidades de acuerdos con Albert Rivera mientras compartían café y abrazos con Évole, ha dinamitado la posibilidad de un gobierno reformista y de progreso vetando ahora a Ciudadanos, sin entrar a valorar el contenido de las medidas recogidas en nuestro acuerdo, envolviéndose, al parecer como un trilero, en la bandera de la izquierda. Este nuevo giro, desde las transversalidad hacia la izquierda purista y verdadera, vuelve a tener razones tácticas. Desde la misma noche electoral, tiene puestos sus ojos en el cerca de millón de votos de Unidad Popular. Es muy probable que Iglesias esté abocando al país a unas nuevas elecciones, con el riesgo de un posible gobierno del PP, para comprobar si, con la ayuda de Alberto Garzón, es capaz de hacer desaparecer a IU por absorción y apoderarse de ese millón de votos.
Frente a todo esto, desde el PSOE ofrecíamos a la sociedad española un gobierno cameral, buscando mayorías y acuerdos para las grandes decisiones, más vinculado que nunca al Parlamento y por tanto más cercano y representativo de la pluralidad de la ciudadanía. Había, además, encima de la mesa un programa de reformas progresistas que habrían cambiado este país. Había muchas otras posibilidades. Pero nada de eso fue suficiente para Iglesias.
Después de unas elecciones municipales, autonómicas y nacionales, ni el sorpasso al PSOE, ni el eterno cantar y profecía podemista del PASOK, se cumplen. Y la gran coalición tampoco, por mucho que la deseen. Por eso, aunque se produzcan resultados electorales, como el actual, que permiten expulsar a este gobierno corrupto del PP y llevar a cabo algunos de los grandes cambios que necesita este país, estaremos votando hasta que el resultado le guste a Pablo Iglesias.