Las claves del coronavirus
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El refranero español es rico en enseñanzas, máximas y mensajes que tratan de suscitar reflexiones morales, éticas e intelectuales. Existe un refrán que nos enseña que antes es la obligación que la devoción, viene a decir que no hay que dar prioridad a aquellas cosas que nos agradan, a pesar de que podrían ser buenas y útiles o incluso beneficiarnos políticamente, pues primero hay que cumplir con los deberes.
Es público y notorio que el presidente del Gobierno mantiene todos los domingos una multiconferencia con los presidentes de las 17 Autonomías. Por tanto, doña Isabel Díaz Ayuso conocía perfectamente que ese domingo tenía que cumplir con el deber institucional y por supuesto personal, de estar presente en la comparecencia múltiple, no sólo para dar su opinión sino también para escuchar las propuestas que pudieran hacer los otros presidentes o presidentas, sobre una cuestión que ha golpeado con intensidad y dramatismo a toda la sociedad española y muy especialmente a la Comunidad que preside.
De manera consciente y calculada, había encargado al cardenal arzobispo de Madrid una misa institucional en la Catedral de la Almudena, para testimoniar su duelo por la tragedia que estamos viviendo. Un acto de esta naturaleza se puede montar en cualquier día de la semana e incluso el domingo por la tarde. Sus asesores de imagen escogieron calculadamente el día y la hora con una doble pretensión; por un lado. promocionar su imagen pública y sus nobles sentimientos y por otro, para enviar a los madrileños, a través de Telemadrid, el mensaje de la insensibilidad y pasividad del presidente del Gobierno y de todos los que no comulgamos con sus ideas políticas y convicciones religiosas. No se le pasó por la cabeza que podía haber delegado su representación en el vicepresidente o cualquiera de sus consejeros, como le permite el Estatuto de la Comunidad de Madrid.
La jugada le hubiera salido perfecta si no fuera porque los directores de escena se excedieron, hasta rozar el ridículo, en el montaje y la escenografía. La única foto que se difundió en los otros medios de comunicación fue la de sus lágrimas negras. Según los expertos en estética femenina existen en el mercado marcas de rímel que evitan estos efectos especiales. Es posible que si conocía la discografía de Diego el Cigala, nos quisiera decir a todos, como en la letra de la canción: “Lloro sin que sepas que el llanto mío tiene lágrimas negras”.
Sin duda es una aventajada discípula de su antecesora Esperanza Aguirre. A doña Esperanza, sus asesores de imagen le aconsejaron una frenética aparición en los medios, preferentemente de imagen. Según consta en las actuaciones judiciales de la pieza principal de la Gurtel, que terminó con una sentencia en la que se condenaba al Partido Popular como partícipe a título lucrativo del saqueo del dinero público, los gurús demoscópicos le recomendaron la proliferación de eventos, todos ellos con cargo a la caja de la Comunidad. Se puede leer, en el escrito de acusación del Ministerio Fiscal que, seguramente, para tratar de amortiguar los efectos negativos del “Tamayazo”, debía organizar compulsivamente eventos para promocionarse públicamente. Según la referencia del Ministerio Fiscal, en este fervoroso empeño de lavar su imagen, celebró 686 eventos. No se extrañen, quizá alguno más pero ni uno menos. Además se daba la circunstancia de que si las consejerías querían organizar actos por su cuenta, no podían disfrutar de la difusión de su imagen en Telemadrid si no acudía la presidenta. La señora Díaz Ayuso se ha ajustado perfectamente a los usos y costumbres del lugar.
El Partido Popular ha decidido utilizar una pandemia que afecta a todo el pueblo español como elemento de confrontación y no de cooperación. Si tuviera un mínimo sentido de la responsabilidad en lugar de dedicarse a esta forma degradante de entender la política, podrían haber puesto sobre la mesa algunas cuestiones de interés general. ¿Hubieran declarado el estado de alarma?, ¿hubieran acordado el confinamiento?, ¿con excepciones?, ¿cuáles serían los siguientes pasos que habría que dar?, ¿cuáles las medidas sanitarias, económicas y de contacto social que hubieran adoptado? Así hubiéramos podido comprobar que sus estudiados y meditados planes eran superiores a los que presentaba el Gobierno de la Nación. Les recuerdo que los países con solera democrática, especialmente el Reino Unido, han institucionalizado que el principal partido de la oposición se configure como un gobierno en la sombra. Como gobierno en la sombra, tienen esta obligación y responsabilidad ante los españoles.
Como única alternativa, han propuesto el uso de la corbata negra, no sé si en otros atuendos, las banderas a media asta y un duelo nacional, ¿le parece que no existe?, que podría condimentarse con el toque de silencio y oración a la caída del sol, o con la propuesta, en su día, de la señora Cospedal de poner las armas con la bayoneta calada hacia el suelo. Me parece que una vez más, estas decisiones mermarían nuestra credibilidad y respeto en la comunidad internacional. Creo que hay otras formas, más serias y menos folclóricas, para desempeñar un papel decoroso en la oposición.
El negro luto, como muestra de condolencia por lo irreparable, ha caído en desuso en la sociedad española. Allá por los años 50 y 60, la persona que no estaba un año de luto antes de pasar al alivio, curiosamente color morado, demostraba una falta de respeto y sentido del dolor por la pérdida de los seres queridos. Esas costumbres han desaparecido en nuestra convivencia o modelo actual de sociedad y se puede demostrar el dolor sin estas exhibiciones puramente costumbristas. La situación era tan esperpéntica y divertida que Manuel Summers la reflejó certeramente en la película La niña de luto. Es la historia de una joven que no puede contraer matrimonio porque tenía que respetar el luto por las muertes sucesivas que se fueron encadenando en su familia. Hasta que el pretendiente, por cierto Alfredo Landa, se cansa y decide romper las relaciones. La escena final puede aplicarse al presente: “No puedo con todo esto, Rocío”, dice al marcharse. Y ella contesta: “Lo comprendo, Rafael”.
A pesar de todo, estamos en democracia y cada uno puede hacer lo que le parezca más oportuno, los votantes deciden. Le pido, por favor, que tenga un poco de humildad y permítanos sostener que se puede sentir un profundo dolor y amargura sobre lo que estamos viviendo en estos momentos sin necesidad de ponerse de luto. Ustedes, de manera subliminal, tratan de introducir en su electorado, espero que en una pequeña parte, el mensaje de la falta de sensibilidad y la frialdad de los que todavía califican como una chusma de rojos. Perdón, algunos más retorcidos dialécticamente nos llaman “progres”.
Me imagino que usted habrá sentido las muertes que hemos conocido estos días, la mayoría por coronavirus y otras por diversas causas. Yo, que soy de lágrima fácil, hace unos días cuando la Cadena Ser comentaba la noticia de la muerte de Michael Robinson y escuchaba el himno del club de sus amores, el Liverpool, “Nunca caminaré solo”, se me escaparon algunas lágrimas. Pienso que usted, señora Ayuso, habrá sentido también esta muerte, pero si no se le han saltado las lágrimas, sepa que no la considero una desalmada carente de sentimientos. Simplemente, se puede expresar el dolor y la tristeza sin necesidad de hacer espectáculo. Como ustedes invocan frecuentemente las enseñanzas de la doctrina católica, les recuerdo una frase del Evangelio, “Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Mientras tanto, pónganse a trabajar, a mejorar la dotación material y personal de la sanidad pública madrileña, a corregir radicalmente la mercantilización de las residencias de mayores y a ofrecer, en este momento, la cooperación debida al Gobierno de la Nación.
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