Pese a todo, mesa de diálogo
Que el diálogo emprendido por los gobiernos del Estado y de la Generalitat catalana iba a encontrar obstáculos previsibles e imprevisibles, había que darlo por descontado. Para muestra, el nuevo episodio judicial en la isla de Cerdeña y sus repercusiones políticas y mediáticas. Sin embargo, la puesta en marcha de la mesa de diálogo sigue siendo una buena noticia para muchos, incluidos quienes formamos parte del Grup Pròleg. Como lo fueron en su momento los indultos. Con la reunión de la mesa, sus protagonistas han conseguido dos objetivos que no cabe minimizar: señalar el inicio de una nueva etapa -plasmada en una foto reproducida, por ejemplo, en el New York Times- y, a la vez, librarse de la constricción estéril de los plazos. Apostar por el diálogo democrático -que descarta el odium theologicum entre dogmatismos irreductibles y quiere superar un miope toma y daca - es tan importante como puedan serlo sus posibles conclusiones.
Se ha dicho que la reunión no ha despertado entusiasmo. Pero no consta en ninguna parte que el entusiasmo sea imprescindible para lograr buenos resultados. Al contrario, la historia nos enseña que los momentos de entusiasmo no excluyen los resultados negativos. Es cierto también que la mesa de diálogo no resuelve por sí misma los problemas planteados en un entorno con graves incertidumbres sociales y económicas. Pero sería erróneo limitarse a una actitud de esperar y ver, porque dichas incertidumbres tampoco se disiparán por sí solas.
Es fácil advertir que los resultados de esta mesa -sean positivos o negativos- nos afectarán a todos. Por esta razón, insistimos en que el diálogo no debería limitarse solamente al contacto entre gobiernos y fuerzas políticas. Sería necesario que otros actores y otros espacios -en Catalunya y en España- fomentasen el intercambio de perspectivas y de propuestas para reforzar el intento de los gobiernos, arropando socialmente la iniciativa institucional.
Conviene hacerlo porque los adversarios de este intento quieren que fracase. Creen que la confrontación pura y dura puede reforzarles y tratan de alimentarla. En Catalunya han intentado entorpecer la constitución de la mesa, deslegitimándola de entrada y denunciándola como si comportara un peligro de extinción nacional. No proponen otra alternativa que el mito de lo unilateral con un nuevo embat de consecuencias bastante previsibles. Otros, desde posiciones antagónicas, rechazan el diálogo como “un intento de voladura controlada de España” que comporta una amenaza existencial, azuzan la expansión de excitantes emociones como las vividas en la plaza de toros de València, y no ofrecen más alternativa que la insistencia en una respuesta punitiva.
Les cuesta advertir que las amenazas existenciales están en otra parte: en el riesgo de desperdiciar las oportunidades de transformación económica y social que conlleva una salida europea de la pandemia, en la mutación del cuadro geoestratégico global, en el cambio climático o en el declive que puede generar la cronificación del conflicto y la entrada en un bucle dialéctico sin resultados practicables.
Aunque liberados de los plazos, los tiempos políticos cuentan y conviene aprovechar que el año próximo podría transcurrir sin elecciones. En los tres tiempos posibles y simultáneos del diálogo, el corto plazo requiere abordar graves carencias competenciales y financieras del autogobierno, buscando además una respuesta inteligente a los conflictos judiciales pendientes. Más a largo plazo, debe fomentarse el respeto hacia el pluralismo de nuestros sentimientos colectivos para que símbolos y referencias al pasado dejen de ser fuente de discordia.
Entre el corto y el largo plazo, se van a elaborar las alternativas estratégicas que han de orientar preferencias diferentes sobre nuestro futuro colectivo. Por un lado, la imprescindible consolidación de una coalición de progreso, hoy parlamentariamente mayoritaria. Cuenta con una periferia territorial dinámica y con una cultura de la igualdad y del respeto a la diferencia que intenta aplicar el método del “federalismo de los hechos”, en España y en Europa. Frente a ella, una reacción recentralizadora que tiene hoy su laboratorio de pruebas en el Madrid “ayusista” y que puede significar mañana la confluencia de las tres derechas, con una propuesta ultraliberal en lo económico y autoritaria en lo político con afán de aplicar una cirugía represiva a los conflictos sociales y territoriales y evoca a veces el estilo de los regímenes “iliberales” de la Europa del Este.
No se nos escapa la complejidad de un momento en el que se entrecruzan los tres tiempos a los que nos referimos. De alguna manera, los tres gravitan sobre esta mesa del diálogo. A nuestro juicio, los avances que consiga en el corto plazo van más allá de una respuesta muy embrionaria al contencioso territorial. Lo cual sería ya mucho y valioso. Porque de estos avances dependerá también cómo vayan a configurarse aquellas dos opciones estratégicas y su posible arraigo en la opinión y en el escenario electoral. Si es así, a todos nos atañe la responsabilidad de que prospere una difícil operación en la que se juega la construcción de nuestro futuro colectivo.
* El GRUP PRÒLEG se constituyó en febrero de 2018, con el afán de recuperar espacios de diálogo democrático en Cataluña y con los demás pueblos de España. Lo integran personas procedentes de las izquierdas catalanas no independentistas. Sus miembros actuales son Marc Andreu, Margarita Arboix, Oriol Bartomeus, Laia Bonet, Joan Botella, Victoria Camps, Joan Coscubiela, Jordi Font, Mercedes García-Aran, Oriol Nel.lo, Raimon Obiols, Lluis Rabell, Joan Subirats, Marina Subirats i Josep M. Vallès.
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