Un Plan de industria sostenible para una Andalucía con futuro
“Hemos tenido que meterle fuego para que en Madrid se fijen en nosotros”, con estas palabras yo mismo me dirigía a mis vecinos y vecinas de Cádiz que estaban peleando por el futuro de toda Andalucía. Sí, creo que digo bien cuando hablo del conjunto de Andalucía y no solo de la industria de la Bahía de Cádiz, porque hay luchas que deciden el futuro y las que vivimos estos meses, lo son.
Fue en primer lugar la crisis de 2008, eso que llamaron crisis inmobiliaria y financiera demostró el castillo de naipes sobre el que habían construido con nuestras viviendas y nuestros ahorros. Una ocasión más que PSOE y PP no dudaron en aprovechar para que el mercado y las empresas metieran sus manos en nuestros servicios públicos y especularan con nuestras viviendas. Y la respuesta fue la lucha frenando los desahucios en cada barrio, llenando las calles del blanco de la sanidad pública y el verde de una educación pública y de calidad. Después vino la crisis sanitaria provocada por el Covid-19, una pandemia mundial donde quedarse en casa era el mejor seguro, pero un lujo para quienes viven de su trabajo. Contagiarse era el precio por llevar un sueldo a casa y volvimos a pagar los de siempre, una vez más el precio de un neoliberalismo descontrolado que durante años se llevó la industria allí donde podía maximizar sus beneficios y que ha demostrado su disposición a acabar con nuestro planeta para asegurar que siguen ganando.
La crisis sanitaria dio lugar a una nueva crisis económica que nunca se llegó a marchar y la chispa saltó sobre un campo que algunos llevan secando durante muchos años. El caso de la Bahía de Cádiz es el espejo donde toda Andalucía se mira, una tierra que el PSOE no ha dudado en vender durante décadas para asegurarse sus puestos en Madrid y que el PP no duda ahora en subastar en Bruselas para sus negocios. Por supuesto, ahora no se trata de recuperar las industrias que podían haberse construido en los años setenta del pasado siglo, sino de poner en marcha una transición que tiene que ser doble para transformar los dos grandes problemas que atan el crecimiento de nuestro pueblo: la emergencia climática y el trabajo.
Aquí está nuestra gran tarea, nuestra lucha es la de tomar el control de una economía mundial que es hoy una locomotora en la que nadie está al volante, y en la que la dinámica de crecimiento lleva a la exclusión masiva de grandes sectores de población, a la catástrofe ecológica y al crecimiento de los conflictos militares, por la tierra o la energía, en todo el planeta. Una locomotora que únicamente persigue asegurar el beneficio de unos pocos privilegiados mientras no duda en dejar en la cuneta a quienes generan la riqueza. Ejemplos tenemos unos cuantos, como el caso de la plantilla de Airbus en Puerto Real, el desmantelamiento de la industria en Linares o el abandono de la plantilla de Zumosol en Córdoba. La historia es siempre la misma, vienen a extraer la riqueza, a explotarnos, se llenan los bolsillos y se van.
Frente a esto, defendemos una planificación de la actividad económica basada en dos principios: decidir colectivamente qué necesitamos producir para satisfacer nuestras necesidades básicas y producirlo en común, repartiendo el trabajo y los bienes según las nuestras necesidades y no las del mercado. Por eso planteamos una serie de medidas que permitan poner en marcha la urgente industrialización de Andalucía, empezando por los cementerios industriales que con sudor y esfuerzo hemos levantado y luego han abandonado. Un plan específico para generar empleo público y de calidad en el sector de la atención y los cuidados y la gran tarea pendiente, el campo andaluz. Hablamos de decisiones urgentes que garanticen la creación de 13.500 puestos de trabajo en el cuidado de nuestra red de Parques Natura 2000, más de 34.000 en el cuidado forestal y unos 4.000 más en la generación de componentes para las renovables, donde el parque industrial de la Bahía de Cádiz, hoy terreno yermo, puede convertirse en un polo tecnológico puntero.
Porque si vamos a estas elecciones en un momento tan crítico es para poner en marcha desde el primer momento una serie de medidas que sean palanca para una transformación inmediata, y que sean reales. Lo que planteamos está medido y sopesado, tiene base real y cuenta con tecnologías y estimaciones sólidas, avaladas por una investigación más que consolidada. No se trata de hacer grandes planes que suenan muy bien en una presentación, sino de medidas concretas que se pueden poner en marcha con carácter inmediato. No es, por supuesto, un plan global y exhaustivo que permita la transformación global; sino los primeros paso para afrontar en mejores condiciones una intervención que requiere de décadas y una planificación a fondo. Como sabemos bien en esta tierra nadie nos regalará nada y tomar las riendas de nuestro futuro requiere de la lucha colectiva. Como hicieron las trabajadoras y trabajadores de Cádiz en las calles y en las instituciones, el próximo 19 de junio nos jugamos otra de esas batallas que deciden nuestro futuro.
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