Pongamos en pie una izquierda democrática y transformadora

Sol Sánchez

Coportavoz de Izquierda Unida Madrid —

Cuando en una organización o espacio político se tiene por delante un referéndum, o cualquier otro proceso participativo de toma de decisión, lo primero que se nos tendría que venir a la cabeza es que dicha organización es democrática, y por tanto, tomarlo como un síntoma positivo. Sin embargo, estamos tan inmersos en la cultura dominante del individualismo, la confrontación y la competitividad −esos mismos valores que desde la izquierda y desde el feminismo luchamos por cambiar por la complementariedad, la colaboración y la cooperación−, que de forma casi automática es lo que proyectamos en nuestra pantalla mental.

Evidentemente elegir es tomar partido por algo, y elegir colectivamente es además confiar; confiar y comprometerse con las decisiones que tomamos entre todas las personas que formamos ese colectivo. Y eso es lo primero que queremos destacar del proceso de referéndum que vivimos en Izquierda Unida Madrid desde el martes 19 hasta el próximo sábado 23 de marzo: nuestro compromiso, tanto el de la dirección como el de la militancia, a defender el resultado, cualquiera que este sea, como propio, y nuestra confianza inquebrantable en las decisiones que tomamos colectivamente.

Este no es un referéndum de ratificación, donde únicamente se pide la aprobación o no del resultado de un proceso. Como decíamos, aquí hay que elegir. Nos hubiera gustado que esto no fuera así, pero a veces los deseos deben lidiar con una realidad tozuda.

En Izquierda Unida Madrid, como en el resto de nuestras federaciones y en nuestra organización estatal, apostamos por la confluencia, por la alianza con otras fuerzas que nos hagan ser más fuertes para poder afrontar en las mejores condiciones los retos que vienen.

En la Comunidad de Madrid, los desequilibrios territoriales y la creciente desigualdad hacen que, a pesar de ser una de las regiones más ricas de Europa, la brecha social no pare de aumentar. El 46% de los hogares de la región no puede llegar a fin de mes según el Instituto Nacional de Estadística. El 17% de la población está en riesgo de pobreza, y esta cifra sube hasta el 29% entre los menores, de modo que en el próspero Madrid en que los vecinos de los barrios del sur se mueren hasta tres años antes que los del norte, 3 de cada 10 niños están en riesgo de pobreza. Los fondos de inversión a los que la administración pone la alfombra roja como importantes inversores se ganan el apelativo de buitres acaparando vivienda y expulsando a la gente de sus casas. Las casas de apuestas, tratadas por las instituciones como negocios productivos o respetables, extienden la adicción entre nuestros jóvenes y sus precarios horizontes de vida colonizando los barrios de la clase trabajadora como una nueva heroína de los 80.

A estos y otros muchos acuciantes problemas se une el ascenso de una extrema derecha racista, machista y xenófoba que siembra el odio entre trabajadores ocultando entre banderas su programa económico neoliberal que los empobrecerá a todos por igual, mientras pretende recortar nuestras libertades y derechos devolviéndonos a momentos históricos despreciables.

Asumiendo que este ascenso de la derecha, de la extrema derecha y de los fascismos no es un fenómeno local, sino una salida que muestra una tendencia generalizada para un sistema en crisis –el capitalismo–, sería muy cómodo y un grave error, precisamente por la importancia del momento, atribuir todos los méritos al enemigo y no imputarnos ningún error. ¿Por qué tanta gente nos ha retirado su confianza en tan poco tiempo? ¿Cómo se han establecido las relaciones en los espacios que venían a cambiarlo todo? ¿Podemos permitirnos el lujo, en esta encrucijada, de seguir repitiendo las mismas cosas esperando resultados diferentes?

Lo que hemos tratado de hacer –de recuperar– quienes hemos impulsado el proceso “Madrid en pie” es precisamente crear un espacio abierto en el que prime la deliberación, la equidad, el respeto entre las partes y la elaboración y decisión colectivas. Sin imposiciones, con reglas justas y abierto a todas las fuerzas, incluida Podemos, invitando desde la humildad de quienes se saben no mayoritarios pero tienen claro que en este largo e intenso periodo no solamente está en juego quién llega a las administraciones y quién va a gobernar, sino cómo reconstruirnos después y con qué seguiremos tejiendo unidad y poder popular. Simplemente cumplir las expectativas con las que nos comprometimos hace tiempo y que muchos y muchas han visto, o sienten, frustradas, lo cual puede tener bastante que ver con las malas perspectivas demoscópicas. Y confiando en que si lo hacemos bien sacaremos a mucha gente de la abstención. Esa es nuestra responsabilidad, y del mismo modo apelamos a la de los demás. Replegarse cuando vienen mal dadas en política puede hacer que los espacios se achiquen, y que ese buen momento para hacer las cosas mejor nunca llegue. Y ese es un lujo que no nos podemos permitir. Debemos hacerlo bien y hacerlo ahora, mañana puede ser tarde.

Estas opciones entre las que hoy elegimos no deberían ser excluyentes, Izquierda Unida Madrid ha trabajado arduamente por que no lo fueran. No hemos sido nosotras quienes han sacudido el tablero con individualismos y proyectos personales. Hemos informado a simpatizantes y militantes con absoluta lealtad y transparencia a través de catorce circulares de convergencia desde mayo de 2018 hasta esta misma semana. Pero ante lo inaplazable del calendario y siempre tendiendo la mano hasta el último momento, si hemos de elegir muchas de nosotras elegimos ponernos en pie. Todo nuestro respeto para los compañeros y compañeras que compartiendo nuestros mismos objetivos crean que el camino es otro. Como decíamos al principio, esto es democracia. No es competencia ni competitividad. Por eso hemos tratado de exponer nuestros argumentos con serenidad, sabiendo que seguramente no estaremos en posesión de ninguna verdad absoluta y sin aristas, pero completamente seguras de la honestidad de nuestras certezas.

Y reconocemos el actual estado de cosas, sin dudar que en cualquiera de los escenarios Izquierda Unida dará el máximo de sí misma, desde la absoluta confianza en nuestra organización y en los hombres y mujeres que la formamos. Y precisamente esa militancia es quien debe ahora pronunciarse, y colectivamente decidir hasta dónde debemos llegar. Ojalá que sea todo lo lejos que nuestra clase necesita.