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PSOE, ¿y ahora qué?

Pedro Sánchez, con Susana Díaz y Patxi López, tras conocerse la victoria del primero en las primarias.

Ibán García del Blanco

En 530, el ejército sasánida se aprestaba a tomar la ciudad de Dara (en la actual Siria), en el curso de la guerra entre persas y bizantinos. Ante ellos se encontraba Belisario, magister militum de Oriente y enviado personal del emperador Justiniano. Ya los persas habían tomado ventaja en la guerra y presumían que la victoria estaba al alcance de la mano, ante fuerzas enemigas que consideraban inferiores. Tanto era así, que antes de empezar las hostilidades, el general persa Perozes escribió a Belisario pidiéndole que le fuera preparando un baño caliente y un banquete en la misma ciudad de Dara, de manera que pudiera disfrutar agradablemente de la segura victoria. Por supuesto Belisario triunfó y a la postre se convirtió en el general más notable de la historia del Imperio Romano de Oriente. El tal Perozes se fue caliente del lugar, pero no precisamente tras una agradable inmersión.

El proceso de primarias del PSOE se encaró por parte de notables analistas, y de los portavoces de la candidatura de Susana Díaz, como si lo único de lo que quedara por preocuparse es de que hubiera un reparador baño caliente y un merecido ágape después. Cuánto no nos bombardearon con cifras del formidable apoyo del aparato a su candidatura, de cómo era imposible siquiera contemplar la posibilidad de la derrota. Bien es cierto que todo comenzó a derrumbarse desde el día que la presentación de avales descubrió un escenario inimaginado, tal y como si se hubiera levantado repentinamente un telón. Escribía aquí mismo hace unos días, que daba la sensación de que la candidatura de Díaz no tuviera un plan B ante esa coyuntura de competencia equilibrada y parece que efectivamente ha sido así.

El triunfo de Pedro Sánchez ha sido tan rotundo como incontestable. Ha ganado en todas las Comunidades Autónomas, a excepción de Andalucía y País Vasco, y ha cosechado más apoyos que los otros dos candidatos juntos. Ha superado ampliamente los avales recibidos, de la misma forma que la candidatura de Díaz cumplía los pronósticos de quienes pensábamos que sus avales eran su techo electoral. Al mismo tiempo, el proceso y el mismo resultado han mostrado la perversión del sistema de avales y haríamos bien en tomar buena nota para modificarlo.

La victoria es suficientemente amplia como para despejar cualquier duda sobre la solidez del liderazgo de Pedro Sánchez. Al mismo tiempo, y tan importante como ello, la victoria de Sánchez no solo le confirma como candidato, sino que legitima un modelo de partido que será el que en adelante deba implementar el PSOE. Efectivamente, aquí no solo se enfrentaban candidatos, sino que también se planteaba una batalla de contenido político más profundo.

Recomiendo releer el programa de la candidatura de Pedro Sánchez, Por una nueva socialdemocracia, donde se podrá encontrar un diagnóstico de nuestra realidad política y una propuesta de modelo ideológico de presente y futuro para la socialdemocracia española y europea. Es un documento redactado inicialmente por decenas de personas (entre las que me hallo) y que ha recibido decenas de miles de aportaciones durante el proceso. Un texto que plantea un programa socialdemócrata ortodoxo y ambicioso, alejado de esa “radicalidad” que le imputan aquellos que simplemente ven amenazados sus intereses.

El PSOE tiene pues líder y programa político. Ahora le falta restañar las heridas que un proceso de tanta dureza ha producido. Toca que tanto dirigentes como militantes invirtamos en UNIDAD. Para eso habrá que aplicar generosidad en nuestras relaciones y tratar, ahora sí, de pasar página con todo lo que, inevitablemente, un proceso tan largo y de estas características ha ido dejando por el camino. Habrá que ser conscientes, con mucha empatía, que lo que personalmente consideramos el mayor de los agravios compite subjetivamente con otros hechos que son percibidos por el de enfrente como incluso más graves (y que eso es una dinámica interminable).

Fuera hay una sociedad que ha estado muy atenta a nuestro proceso de primarias. Una sociedad que ha contemplado horrorizada alguna de nuestras miserias, pero que también ha albergado esperanza ante lo bueno que ha surgido del proceso. Un PSOE fuerte es imprescindible como herramienta de cambio en España. Por más que repitan lo contrario, se ha hecho evidente que sin un PSOE en forma es imposible construir una alternativa a la derecha (y qué derecha tenemos…).

Decía ayer Pedro Sánchez después de confirmar su victoria: “Hoy comienza todo y me comprometo a ser el secretario general de todos los afiliados y afiliadas del PSOE. A quien teme Rajoy es a un PSOE unido y eso es lo que vamos a tener a partir de mañana, un PSOE unido y rumbo a la Moncloa”.

Seguramente en estas palabras esté contenido todo lo que necesita el PSOE en adelante.

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