Ellas están ahí, solo teníamos que verlas
Si dijéramos el nombre de George Floyd en una sala abarrotada de personas probablemente la totalidad de ellas conocería el nombre. Algo similar pasaría si se mentara a Eric Garner, Mike Brown o Freddie Gray, todos ellos hombres negros asesinados a manos de la policía en EEUU. Pero ¿qué pasaría con los nombres de Michelle Cusseaux, Tanisha Anderson o Breonna Taylor? ¿Alguien sabría de qué estamos hablando? La académica estadounidense Kimberlé Crenshaw, que se hizo esta misma pregunta hace tiempo, comprobó que muchas personas en su país sí conocían los nombres de los hombres negros, pero muy pocas reconocían los de las mujeres, también personas negras asesinadas a manos de policías. ¿La única diferencia? Su género.
El 25 de julio es la fecha marcada en el calendario como Día Internacional de la Mujer Afrodescendiente, cuyo origen se remonta a 1992, cuando se produjo el Primer Encuentro de Mujeres Afrolatinas y Afrocaribeñas. Con la celebración de este día se pretende poner el foco en la lucha de las mujeres negras, que aún hoy siguen sufriendo discriminación por su condición de género y raza, como consecuencia de la herencia colonial y de esclavitud que dejaron su huella en todo el mundo, un punto que muchas veces pasa desapercibido por el feminismo hegemónico, del que las mujeres afrodescendientes a veces se encuentran excluidas.
Sin embargo, y a pesar de los múltiples objetivos que quedan por conseguir, este día pasa desapercibido en gran parte del mundo, empezando por España, donde la mayoría de las instituciones no reivindican la fecha. Fue hace tan solo tres años —2017— cuando este día se celebró por primera vez en nuestro país de manera oficial, en Valencia, con el apoyo de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH). El evento fue organizado por Movimiento por la Paz y el Decenio Internacional para los Afrodescendientes en España. El año pasado el acontecimiento fue además financiado por el gobierno valenciano y llegó a contar con unos 200 asistentes.
A los problemas derivados de la discriminación a los que estas mujeres se enfrentan (la infrarrepresentación o la hipersexualización entre ellos) habría que añadirle los que se interrelacionan, además, con la pandemia del coronavirus. Desde Movimiento por la Paz señalan que un “alto porcentaje de mujeres de ascendencia africana trabajan en ocupaciones de alto riesgo como la limpieza y el empleo informal, y tienen más probabilidades de vivir en zonas urbanas marginales y sobrepobladas” siendo más vulnerables al COVID-19.
El asesinato de Floyd provocó una oleada de indignación que llegó a todas las partes del mundo, poniendo en entredicho una realidad que no solo ocurre en EEUU. Apenas un par de meses antes Breonna Taylor, de 25 años, recibía varios disparos en su cama cuando la policía allanó, supuestamente, la casa equivocada. Pero no hubo grandes titulares ni protestas sociales. El asesinato de Floyd sirvió para reabrir un debate que, en realidad, nunca había estado muerto. El de Taylor no. El nombre de George Floyd resuena por todo el mudo. El de Breonna Taylor es apenas un susurro.
Pero el problema, insisto, no está solo en EEUU. O díganme el nombre de cinco políticas españolas afrodescendientes. Díganme el nombre de cinco actrices negras en España. Díganme el nombre de cinco periodistas. O de cinco feministas que no sean blancas. ¿Acaso no las hay? ¿Acaso no las vemos? Ellas están ahí. Son activistas, médicos, limpiadoras, escritoras, deportistas, científicas, profesoras, camareras, feministas... Ellas están ahí. Solo teníamos que verlas.
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