Vivir en la Constitución
Una constitución no es solo un texto que recoge un conjunto de disposiciones. Tampoco es solo, como se suele decir, un marco normativo al que ceñirnos. Una constitución es sobre todo un país hablando consigo mismo porque en sus páginas se señalan los valores en los que nos encontramos, aquello en lo que creemos y lo que queremos. Todo lo que compartimos.
Hace 43 años los españoles y españolas escribimos juntos un texto que no era el final de un proyecto ni un punto de llegada, era el inicio de algo nuevo. Quisimos, por primera vez, que esas páginas reflejasen lo que somos y lo que queremos, sin omisiones ni exclusiones, y supimos encontrar las palabras con las que levantar un país para vivir y convivir.
Cada voto, cada papeleta que apoyó la Constitución recogía en dos letras los anhelos de democracia de un pueblo que había sufrido demasiado durante demasiado tiempo y ni siquiera la lluvia, que caía en buena parte del país, pudo frenar las ansias de libertad. Los españoles dijimos sí. Sí a la Constitución. Sí a la democracia. Sí a la libertad. Sí al diálogo. Sí a la convivencia. Sí a la justicia social.
El proceso constituyente no fue fácil. Unir a quienes fueron divididos, empezar a cerrar heridas que la dictadura siempre se ocupó de mantener abiertas, requirió de mucho esfuerzo, pero sobre todo de generosidad, responsabilidad y amor a la libertad. Porque de eso se trataba, y el país respondió con el mayor consenso de nuestra historia.
Pero aquel día en el que el pueblo refrendó nuestra Constitución no era un final, todo el trabajo estaba por hacer. Los valores, los principios recogidos por la Constitución, el país que queríamos ser aún estaba por construir. Y eso es lo que los españoles y españolas hemos hecho durante estos 43 años: construir el país libre y avanzado que generaciones anteriores solo pudieron soñar.
Eso es lo que hemos hecho y lo que seguimos haciendo porque cumplir con esos valores que consagra nuestra Constitución –libertad, justicia, igualdad, pluralismo político- no es una tarea acabada, no es algo cerrado y acordado hace cuatro décadas, es algo que seguimos haciendo cada día. Es el paraguas bajo el que millones de españoles y españolas desarrollamos nuestros proyectos de vida. Resguardados ante la arbitrariedad, protegidos ante el desamparo, comprometidos cada uno de nosotros con todos los demás.
Vivimos la Constitución cada día, cuando decidimos libremente cómo queremos vivir, a quién queremos amar, con quien queremos vivir o cuándo queremos poner fin a nuestra vida con dignidad.
Vivimos la Constitución y en la Constitución con un estado social que plasma la convicción profunda de que quien sufre la necesidad o el temor no decide libremente ni vive libremente, tan solo vive como puede y, por ello, combatir la necesidad y el temor es fortalecer nuestra democracia.
Vivimos la Constitución cada día porque la justicia no es solamente un ideal, es el gran dique contra la arbitrariedad, el abuso y la dominación. Que no son algo remoto y lejano sino una amenaza que sigue presente en muchos ámbitos de nuestra vida. En el trabajo, en las instituciones, en el hogar.
Vivimos la Constitución y vivimos en la Constitución porque la igualdad durante demasiado tiempo fue una hermosa palabra, después fue un derecho pero, ley a ley, acuerdo a acuerdo, sumando voluntad, convicción y compromisos, la vamos haciendo realidad.
Y no, por más que se empeñen nunca se trató de elegir entre libertad e igualdad, siempre se trató de ser igualmente libres. Porque la libertad, si no lo es para todos por igual, se convierte en otra cosa, en algo muy diferente: el privilegio de unos pocos y poco tiene eso que ver con la democracia y mucho con su contrario.
Igualmente libres porque la mitad de este país, las mujeres, tenemos el mismo derecho que la otra mitad en todas las esferas de la vida y nos corresponde a todos remover los obstáculos que aún hacen este propósito inalcanzable.
Igualmente libres porque la desigualdad de cuna entre españoles no puede ser la cuna de desigualdades que frustran proyectos y coartan vidas. Porque la educación, la salud y la vida no pueden depender de azares de origen ni de cuentas bancarias.
Vivimos, en fin, en la Constitución porque el pluralismo social, cultural y político es el mejor reflejo de la sociedad. Porque ninguna comunidad, ningún país, ningún futuro se puede construir sobre la exclusión, el rechazo o el temor. Porque el diálogo y el reconocimiento es lo que distingue una comunidad de ciudadanos libres del desierto de uniformidad en el que siempre ha descansado la opresión. No se trata tanto imponer unidad como de seguir creando unión, que es una cosa muy distinta y nos exige voluntad y compromiso.
Y es cierto que hay quienes utilizan la Constitución como un arma arrojadiza, que se arrogan su propiedad mientras pisotean sus valores, incumplen sus preceptos y manipulan su sentido. Quienes se alimentan de la confrontación y atizan el odio. Quienes necesitan dividir para vencer. La libertad y la democracia son exigentes con cada uno de nosotros y en el país que levantamos entre todos, en el país de la Constitución en la que vivimos, ellos tienen un sitio. En el país que ellos querrían tener, ni lo tendríamos quienes amamos la libertad y la convivencia ni lo tendría una constitución escrita por todos los españoles desde la libertad y la convivencia, para la libertad y la convivencia.
En el Partido Socialista siempre hemos entendido que respetar la Constitución es mantener un compromiso con esos valores –justicia, libertad, igualdad- que son su razón de ser. Los hemos sentido y vivido como un mandato pero sobre todo como un compromiso. Y porque la Constitución no es algo lejano sino una realidad en cada día y cada vida, hemos dedicado cada uno de nuestros días a protegerla y reforzarla dando a sus principios la solidez de hacerlos realidad para todos los españoles, hemos firmado los grandes avances en derechos y libertades con nuestra letra y nuestras siglas.
Y es verdad, siempre lo decimos, que queda mucho por hacer y camino por recorrer. Pero -y este es el secreto de su vigencia- siempre quedará camino por andar y tarea por hacer porque cada generación de españoles libres tendrá que escribir, con su propio puño y letra, una página más de esta historia en la que caminamos juntos.
Feliz día de la Constitución.
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