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Aquelarre de pactos

Jesús Cintora

El diputado comisionista del PP ha recogido su credencial para repetir como diputado. Es el único que parece tenerlo claro. Mientras los demás escenifican la “política exploratoria para pactar”, Pedro Gómez de la Serna no se corta un pelo en mostrar a quién tiende su mano: a su bolsillo. ¿Alguien ha oído a Rajoy, presidente del gobierno en funciones, pedir perdón por el caso del comisionista? Dijo que era “absolutamente normal” y en esas estamos. Gómez de la Serna va de frente. Ya sabemos a qué juega: a salvarse. Mariano Rajoy nos quiere vender que ahora es dialogante, después de pasarse cuatro años gobernando con el rodillo. Es como cuando nos aseguraba que combatiría la corrupción desde la sede pagada en negro. Resulta poco creíble. Tanto como ver a Demetrio, el obispo de Córdoba, dar consejos sobre el matrimonio, cuando no se ha casado en su vida (“aquelarre artificial”).

Rajoy recibe, se compara con Adolfo Suárez y afirma que lo hace por España. Un día que venga Pedro Sánchez, otro Pablo Iglesias y después Albert Rivera. Que parezca que pone los huevos en distintas cestas. Como cuando Paco Granados ponía un millón en el altillo del dormitorio de los suegros, abría una cuenta en Suiza, llenaba un camión de cuadros o se apuntaba a la amnistía fiscal. No hay como diversificar los riesgos, porque nunca se sabe por dónde va a llegar la necesidad. Y, de paso, lo más importante: hay que guardar las apariencias. Una pulsera con la bandera como la de Granados o lo que sea. Que parezca que es todo por la patria: Rajoy quiere seguir en la poltrona, porque quiere salvar al país. Que somos “muy españoles y mucho españoles”.

¿Y de los problemas de esos españoles quién habla? De cara a la galería, mientras arden Cantabria y Asturias, las navidades transcurren en el sofá de La Moncloa como esas apacibles charlas del programa de Bertín. Lo más animado son las caras del comité del PSOE, con esos ojitos de “cómo quiero a la suegra” en la cena de Nochebuena, pero con ganas de cargarse a la suegra y al cuñado, mientras suena de fondo Noche de paz. Se habla de nombres, de cargos, de poder… ¿No se les ve mucho el plumero? ¿Y qué hay de las medidas más urgentes para combatir el paro, la desigualdad, la corrupción, la ineficacia de la justicia, el recorte de libertades y del estado del bienestar?

Aquel que piense que el cambio es un “quítate tú para ponerme yo”, o un “no nos moverán”, o una mudanza del mensaje navideño del despacho en la Zarzuela al Palacio Real, creo que no habrá entendido nada. “Aquelarre de laboratorio”, que diría el obispo Demetrio.

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