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Auto de feminismo

La diputada de Más Madrid, Loreto Arenillas. EFE/Kiko Huesca
26 de octubre de 2024 22:00 h

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"Los que aprueban una opinión, la llaman opinión; pero los que la desaprueban la llaman herejía"

Thomas Hobbes

En democracia la forma es el fondo, es decir, las formas están pensadas para proteger el fondo. Voy a hablar por eso primero de Loreto Arenillas. Es absolutamente inaceptable que a una representante popular electa se le obligue a entregar su acta –ese mandato sagrado y personalísimo del pueblo– sin darle ningún lugar a la defensa. Según la Constitución Española, en los partidos políticos se practica la democracia interna y, por eso mismo, existe un régimen disciplinario prefijado, claro, reglado y con posibilidad de defensa. 

Es intolerable que a Loreto Arenillas la dirección de su grupo parlamentario no le haya dejado ni explicarse. “Me siento un chivo expiatorio”, dice la mujer que informó de “un acto protagonizado por el diputado Errejón, información que consideraron no elevar a los órganos del partido”, pero que ha sido mencionada en redes como encubridora de un presunto acoso. “Jamás he encubierto ningún acto de acoso o violencia machista, al contrario, he trabajado para denunciar estas situaciones toda mi vida”, ha dicho ella. El caso es que la han mencionado en redes, su partido la ha presionado, ella se ha negado a entregar el acta estando en su derecho, y ha vuelto a ser presionada hasta que ha cedido. Sin un expediente, sin alegaciones, sin prueba, sin nada de nada. Quien hace eso no da ejemplo de nada. ¿Una víctima colateral? ¿Un cortafuegos para otros? Lo que desde luego no ejemplifica son los modos democráticos dentro de su formación. 

En democracia la forma es el fondo. En un Estado de Derecho no se puede funcionar en los mismos modos que la Inquisición. Les recuerdo cómo iba aquello. La delación estaba a la orden del día, no solo la voluntaria sino que a través del edicto de fe se forzaba a llevarla a cabo y con el edicto de gracia se conminaba a los culpables a delatarse ellos mismos. ¿Esto no lo han pensado aún algunos contemporáneos? Tal vez lo veamos en breve.

Al acusado nunca se le decía quién le había delatado. ¿Desde cuándo las denuncias anónimas son la forma de vehicular nada en un Estado de Derecho democrático, en el que asisten todas las garantías? Eso mismo dije el lunes en Más Vale Tarde y mi tocaya Elisa Mouliaá nos estaba viendo, hasta el punto que puso un tuit en el que mencionaba al programa y afirmaba ser una víctima de Íñigo Errejón y manifestaba su voluntad de interponer denuncia. Lo hizo. En el relato de su denuncia no hay un relato de hechos delictivos pero, al menos, sí se abre un proceso que será un proceso con garantías. Ser un cabrón, un narcisista, tener una parafilia de dominio no es delito siempre y cuando no se pase la raya del consentimiento del otro. Sucede que la prueba del no consentimiento se basa también en la lógica, y en el juzgado se verá que cada acto posterior acaba revalidando el consentimiento del anterior. Si te meten la lengua y te plantean un juego en el ascensor y no les dices a tus amigos que te ayuden con el baboso, si después de estar en una habitación en la que suceden cosas que no te gustan no dices nada a tu gente y te subes a un coche camino de la casa de ese tipo, la lógica de la justicia, la racionalidad, dirá que el consentimiento es tácito. 

No entro en el fondo del asunto. Me parece que la adicción a las drogas y al sexo de Íñigo Errejón, tal y como ha publicado entrecomillado La Vanguardia y nadie niega aunque no diga, es suficiente motivo para que no esté cualificado para ser portavoz de una opción política o representar al pueblo. El que no controla su vida difícilmente puede mejorar la de los demás. A mí me preocupa la deriva no democrática que como feminista no quiero bajo ningún concepto que se produzca y es que soy demócrata antes que nada. Ya ha habido compañeros periodistas a los que se ha hecho víctimas de una revelación de secretos, de conversaciones de flirteo, y se les ha amenazado con revelar más así como genéricamente se ha apuntado a políticos de todas las opciones, periodistas y otros hombres poderosos.

Insto a las mujeres a denunciar todas las vulneraciones de sus límites y su consentimiento. Faltaría más. Las mujeres de las generaciones que nos hemos hartado de dar patadas en los huevos, empujar y huir de tipos, cuando tal conducta no estaba ni en el Código Penal, no podemos verlo de otra manera. Ahora bien, por los cauces debidos. No voy a apoyar las delaciones anónimas a través de una red social ni la muerte civil de personas -para mí los hombres siguen siendo personas, mis iguales- sin posibilidad alguna de defensa. 

También me gustaría animar a las nuevas generaciones a empoderarse y eso implica aprender a rechazar situaciones no deseadas y aprender a ser asertivas. Cuando no quiero algo lo rechazo, sobre todo si no se cierne ningún riesgo para mi integridad física y en los casos de los que hablamos no lo había. La libertad siempre engendra responsabilidad. Todo lo que es reprochable política o éticamente no es delito, pero incluso la denuncia que no busca la responsabilidad penal debe realizarse por cauces reglados y que ofrezcan garantías a los denunciados para ejercer mínimamente su defensa o dar explicaciones. Ni siquiera lo digo ya por el caído –¡qué bien se apuñalan cadáveres en España!, como dijo un colega– sino por todos aquellos otros que están siendo amenazados genéricamente lo que, en el fondo, pone en la diana a todos. 

Las parafilias son libres y se practican entre gente libre. Ahora bien conviene no ser ni falso ni incoherente. Lo de Íñigo Errejón resulta cuanto menos hipócrita porque hemos visto cómo le ha puesto el dogal al cuello a otros por hechos más inocentes que los que a él le gustaba practicar. Un cierto acompañamiento entre la vida que llevas y las ideas que defiendes forma parte del sustrato democrático; de hecho de ahí surgió también el malestar por el casoplón de Galapagar si no recuerdo mal, de la incoherencia, de la falta de acompasamiento entre los dichos y los hechos. A las mujeres, además, les recordaría que las 50 sombras de Grey eran una puta mierda, Corín Tellado con visos modernos, y que si se topan con hombres que en su libertad prefieran un tipo de sexo que no les convence, no esperen a ver si se transforman en un príncipe de las tinieblas y los manden al guano sin remisión. 

La cartita de Errejón no es sino un auto de fe pasado por el ego. Confieso, pero no confieso, que es mi culpa pero soy un hijo del patriarcado, que me dejé llevar por mi personaje como si este no fuera creado por mi persona. La auto exculpación era ininteligible por falta de voluntad. Y respecto a los hombres de poder, no sean ingenuas, nada tiene que ver con la ideología. Hay un tipo de personalidades masculinas que cuando la vida los encumbra sienten que son los elegidos y que, por tanto, tienen derecho a que la vida se lo dé todo. Es tan común que hemos visto despeñarse a decenas de ellos. A veces los más tocados brillan intensamente, pero ser mariposa de luz no es una idea feliz y muchas mujeres lo descubren demasiado tarde. Empoderarse significa entender que tu luz propia es la más resplandeciente del universo y que no hay tipo ni poder ni cargo ni ilusión que te obligue a dar al interruptor y apagarla. 

El feminismo no se merece las ordalías inquisitoriales. Llevamos razón y podemos pelear por llevarla por métodos civilizados. Hasta aquí nos han traído muchos años de lucha, no volvamos a las oscuridades del pasado.

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