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OPINIÓN | 'Se llama normalidad', por Antón Losada

Bendito aburrimiento olímpico

El equipo español de natación artística en los Juegos Olímpicos de París

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Tú no te acuerdas porque eres muy joven, pero hubo un tiempo en que los Juegos Olímpicos eran lo más excitante que pasaba durante el verano. Incluso podía ser lo más excitante que pasara en el plazo de cuatro veranos, dada su periodicidad. Concentraban la atención informativa, nos sentaban a todas horas frente al televisor, abrían cada telediario, no hablábamos de otra cosa, y sus polémicas, que las tenían, eran lo más relevante de todo el verano.

Eran otros tiempos, fíjate: este año los Juegos Olímpicos han sido el suceso más previsible, más tranquilo y hasta el más aburrido de todo el verano. Y no lo digo como queja, todo lo contrario: los Juegos de París han sido un oasis de noticias inofensivas y fáciles de digerir, entre tanta actualidad política e internacional sobrecargada. ¡Bendito aburrimiento olímpico!

Más bendito todavía, pues tampoco suele ser lo habitual. Pese a su condición histórica de tiempo de tregua, los Juegos Olímpicos de la era moderna arrastran una larga tradición de conflictos, sobresaltos, escándalos, problemas económicos, obras sin terminar, tensiones geopolíticas, boicots, atentados… Los últimos sin ir más lejos, los de Tokio, se aplazaron un año por la pandemia, y se celebraron con restricciones, gradas vacías, sin aficionados de otros países, con dudas y miedos, deportistas confinados y pendientes de una PCR… La noticia durante esas semanas fue la anormalidad como norma.

Frente a eso, la mayor preocupación en París era si el río estaba muy guarro para nadar. Ni un susto, nada sorprendente, nada memorable. Ni un problema de seguridad, pese a lo calentito que está el mundo. Solo emociones deportivas, e incluso estas han sido de baja intensidad: ganaron los esperados en la mayoría de deportes, no hubo grandes récords, hazañas históricas ni descalabros sonados. Después de tres semanas, cuesta encontrar un protagonista, una foto inolvidable, un momento para la historia. Los espectadores, de siesta en siesta en el sofá desde la interminable inauguración hasta la clausura. ¿Venezuela, el juez Peinado, Gaza, Puigdemont? Nosotros a la vela, el lanzamiento de martillo y la pachanga del baloncesto 3x3.

En tiempos de incertidumbre permanente, en un año que no nos ha dado tregua informativa hasta ahora, con guerras abiertas y elecciones inciertas, en un año intenso que es solo uno más de una, dos, tres décadas agotadoras, en un siglo que arrancó con el 11-S y todavía no nos hemos bajado de la montaña rusa, se agradece este descanso, un acontecimiento que respete el relajo veraniego, que no nos sobreexcite, que nos entretenga con las pulsaciones bajas, que nos aburra deliciosamente. Viva.

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