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Un berenjenal necesario

Miembros de la asociación Derecho a Morir Dignamente, en una imagen de archivo.
17 de agosto de 2024 21:58 h

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La muerte sólo será triste para los que no han pensado en ella

Fénelon

Soy atea y de toda la vida he defendido la existencia de una ley de eutanasia. Vaya por delante. Ello no empece para que sea consciente de que la asunción de una ley de ese tipo debe estar basada en un rigor extremo en la aplicación y en la inaplicación en caso de duda. Acabar con una vida humana es irreversible. Cometer un error en la ponderación de este hecho no sólo pesaría en la conciencia de los que adoptaron la decisión, sino en la de toda la sociedad.

He oído al vicepresidente de la Comisión de Garantías y Evaluación catalana afirmar que la juez que ha paralizado cautelarmente la aplicación de la eutanasia a una joven de 23 años en Barcelona “se ha metido en un berenjenal” y me parece que bendito berenjenal, que por eso la ley contempla que la última palabra la tengan los jueces como garantes de los derechos fundamentales. El vicepresidente ha manifestado en una emisora que “sería un torpedo en la ley de eutanasia” que en este caso no se llevara a efecto. Las vidas no son torpedos y una valoración de estas características no se puede, ni de broma, hacer desde la perspectiva de lo que supondría “para la ley” ni desde la militancia ideológica sino de lo que supone para un ser humano. 

Tampoco sirve convertir una cuestión de tamaña importancia ética y humana en una cuestión de quién actúa para intentar parar la eutanasia. Pretender que es una movida de Abogados Cristianos y que, solo por eso, hay que practicarla, es reducir la cuestión a una polarización de bandos inadmisible. Abogados Cristianos ha presentado una demanda de cautelares para su paralización por cuenta del padre de la joven. “Un tercero”, como dice el vicepresidente de la comisión, pero “un tercero” nada irrelevante. Tanto que si le ha parecido que esta organización podía ayudarle a conseguir su objetivo está en su derecho. Ni siquiera encuentro ningún componente religioso en lo que se alega. Tras leer los documentos judiciales, paso a explicarles la situación para que cada uno haga su ponderación. A priori yo, que no soy madre, entiendo perfectamente que el padre quiera que su hija se dé una oportunidad. Lean y ya me dicen. 

La chica sufre un trastorno bipolar del que se derivan ideaciones suicidas y paranoides. De facto, ha intentado suicidarse varias veces mediante pastillas, autolisis y, por último, arrojándose al vacío. De este último intento procede la lesión medular y la paraplejia que le aqueja, siendo el deseo recurrente de acabar con su vida anterior al daño físico. Ingresó en el hospital para ser neurohabilitada psiquiátricamente y a su ingreso se encontraba “médicamente estable, con dolor neuropático bien controlado, precisa de forma muy puntual de ayuda”. ¿Cómo se ha pasado de esta situación a considerar que sufre una enfermedad grave o incurable, crónica o imposibilitante que causa un sufrimiento intolerable? Todos conocemos personas parapléjicas en silla de ruedas que desarrollan un vida plena y también a personas bipolares o con otros problemas psiquiátricos que bien tratadas llevan una vida normal. ¿Son estos motivos suficientes para quitarle la vida a una joven de 23 años?

El padre ha aportado un video en el que se la ve caminando con muletas tras la lesión medular. Por eso cree que su hija puede mejorar con una buena rehabilitación. ¿Quién le reprocharía que no se resigne a su muerte? ¿Qué tiene que ver nada de esto con la religión? Respecto a las patologías psiquiátricas, la Sociedad Española de Psiquiatría se posicionó antes de la aprobación de la ley y manifestó que es preciso realizarse las siguientes preguntas:

  1. “La voluntad manifiesta de morir, ¿obedece únicamente a la presencia de un trastorno mental susceptible de mejorar tras tratamiento?” 
  2. “¿Está la voluntad de morir influida por la presencia de un trastorno mental susceptible de mejorar tras tratamiento, aunque no sea la causa fundamental de la solicitud de eutanasia?”
  3. “En cuanto al carácter ”incurable“ o ”crónico e invalidante“ de la enfermedad mental, ¿se han agotado los recursos terapéuticos de tipo biológico, psicológico y social, de acuerdo con la lex artis?”
  4. “¿Tiene la persona capacidad para dar un consentimiento informado con todas las garantías?”

Solamente, dicen los psiquiatras, debe aceptarse la eutanasia si la respuesta es taxativamente un NO a las dos primeras y un rotundo SÍ a las dos últimas. 

En el caso de la joven de Barcelona hay muchas dudas respecto a que las respuestas sean para nada las necesarias. La voluntad de morir está mediada, según todos los datos, por la enfermedad mental; es posible que sea mejorable con tratamiento; no consta que se hayan agotado todos los recursos y, sobre todo, hay dudas claras de si está capacitada para dar su consentimiento informado.

Fíjense si esto último es así que cuando la comisión judicial se personó en el hospital el mismo día 2 de agosto –fecha fijada para la eutanasia– Noelia manifestó que “algunas personas se habían aprovechado de su estado de somnolencia para hacerle firmar”, según el auto de la juez. Estos cambios de opinión han llevado a una médico y a la psicóloga que la trataban a abandonar el caso, con certeza porque su deontología les impide participar en él. 

¿Están seguros de que de ser el padre de esta joven no hubieran intentado parar in extremis su eutanasia? Las medidas cautelares se conceden, recuerdo, a pocas horas del momento fijado para que esta chica dejara de existir. Será ahora el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya el que dirima finalmente el caso pero es evidente que había motivos para paralizarlo siquiera hasta que se pueda estudiar con detenimiento y oír todos los testimonios.

Confundir esto con la Iglesia es no entender nada y si no entendiendo nada estás en la comisión que avala las eutanasias yo ya no sé si preguntarme por los métodos por los que se selecciona a las personas que la integran. 

La eutanasia es una cuestión tremendamente seria. Los que defendemos su legalidad somos los primeros interesados en que no se autoricen de forma caprichosa o poco fundamentada. Y no se trata solo de “terceros”, refiriéndose al padre, sino que la Fiscalía también ha informado a favor de la paralización. 

No estoy de acuerdo ni con Millás ni con todos los que han convertido esto en un saquen sus rosarios de mi suicidio. Esto va de otra cosa y creo que es la comisión la que se lo debe hacer mirar. No están ahí para reivindicar la ley ni para ampliarla o reinterpretarla. La responsabilidad moral y personal que asumen es muy grave. 

Afortunadamente hay unos jueces de garantías, afortunadamente. En este caso me parece palmariamente claro. Me confortaría que se buscaran todas las formas de ayudar a una joven que afirma que “se siente sola y vacía, incomprendida por su familia y esta situación me causa mucho sufrimiento”. Por esa regla de tres deberíamos aceptar la eutanasia de multitud de adolescentes y jóvenes a los que les debemos esperanza y medios para afrontar la vida con posibilidad de hacerla plena. 

Esto no tiene que ver con la religión sino con la humanidad. 

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