Las claves de la intervención de Bankia
Se puede llamar como se quiera, pero lo de Bankia es una intervención en toda regla. Por un lado se inyecta capital público y, por otro, se cambia a los gestores. Es verdad que no se ha producido como en otras ocasiones la sustitución de los administradores de la entidad por interventores del FROB, pero este es un detalle sin demasiada importancia. Lo relevante es que la cuarta entidad financiera del país ha sido nacionalizada y su presidente sustituido por una persona propuesta por el Banco de España.
La opción de la nacionalización de Bankia, por el momento parcial, es la más barata para el Estado y la más segura para los ahorradores.
La más barata porque no implica nuevas aportaciones de capital público en Bankia, sino convertir los 4.465 millones que ya había obtenido en 2010 del FROB en acciones. De este modo, el FROB, es decir, el Estado se convierte en el principal accionista de Bankia con un 45% del capital. Esta, sin embargo, puede no ser más que una solución transitoria porque todo parece indicar que Bankia va a necesitar más fondos públicos, con lo que el Frob puede convertirse en breve en el dueño prácticamente total de Bankia.more
Para los clientes, la nacionalización del banco es la mejor garantía para sus ahorros, tal como ha sucedido en la Caja Castilla La Mancha o la CAM. El Banco de España asegura que Bankia no tiene un problema de solvencia, sino de rentabilidad futura, lo que se resolverá con el plan de restructuración oportuno.
Los más perjudicados por la intervención de Bankia –además de los propios ciudadanos– van a ser los accionistas, cuya inversión va a perder en la práctica todo su valor, máxime si es necesaria una nueva recapitalización con dinero público. La caída en picado de la cotización de Bankia, desde el pasado lunes ha perdido más de 700 millones de euros de valor bursátil, es quizá el efecto más visible de la nefasta gestión que el Gobierno ha hecho de esta operación, dejando transcurrir tres eternos días desde la filtración de la intención del Gobierno de inyectar dinero en Bankia hasta la sustitución de Rato y la comunicación de la nacionalización del banco. Una operación de este calado, en la que está involucrada la entidad financiera del país, debería haberse hecho en un solo día, con la mayor rapidez y claridad posible. La manera de llevarla a cabo ha vuelto a desatar todo tipo de especulaciones sobre el sector financiero español, que han llevado a la bolsa a los niveles de 2003 y a la prima de riesgo por encima de los 450 puntos.
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Las cuentas no cuadraban
Cuando hace unas semanas Bankia presentó al Banco de España su plan de saneamiento, el supervisor lo aprobó siempre que se reforzaran algunos puntos, en particular, el gobierno corporativo de la entidad, a la que se pedían más profesionales y menos políticos en su Consejo. Ya entonces se sugirió a Rodrigo Rato que nombrara Consejero Delegado al exejecutivo del BBVA, José Ignacio Goirigolzarri, con la idea de que en el plazo de un año pudiera asumir la presidencia de Bankia en sustitución de Rato.
Los hechos se precipitaron la semana pasada cuando Deloitte se negó a firmar las cuentas de la entidad al advertir un desfase patrimonial de más de 3.000 millones de euros, que dejaba a la entidad muy por debajo de los requerimientos de capital exigido. Estaba claro que Bankia no era capaz de obtener los recursos necesarios para cubrir ese desfase y que la única solución era la recapitalización con dinero público. En esas circunstancias se hacía insostenible la permanencia de Rato en la presidencia y la opción de Goirigolzarri se reactivó a toda prisa.
En 2010, Caja Madrid y Bancaja, junto a otras cinco cajas de menor tamaño (Insular de Canarias, Laietana, Ávila, Segovia y La Rioja) solicitaron al Frob una ayuda de 4.465 millones de euros para llevar cabo su “fusión en frío”, que dio lugar al nacimiento del Banco Financiero y de Ahorros (BFA). Las ayudas del Frob no se realizaban a fondo perdido, sino a través de emisiones de participaciones preferentes que adquiría el Fondo a cambio de un tipo de interés del 7,75%. Este tipo de operaciones de integración, en la que se compartían los riesgos pero se mantenía la identidad de cada una de las entidades involucradas, fue la fórmula más utilizada por las cajas de ahorro para llevar a cabo su restructuración y hacer frente a la crisis financiera. Por esta vía, el sector de las cajas se redujo de las 45 existentes al inicio del proceso, a prácticamente la mitad. Unos meses después, se separó el negocio puramente financiero, que quedó integrado en Bankia, de las participaciones industriales y los activos problemáticos, que quedaron en la matriz, el BFA.
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