La derecha putrefacta
Sostiene Bárcenas que un día entró en el despacho que Mariano Rajoy tenía en la calle Génova, le enseñó los papeles de la contabilidad B del PP y que el presidente los destruyó personalmente en una máquina trituradora.
Sostiene Bárcenas que entre 1982 y 2009 hubo un sistema institucionalizado de financiación irregular del partido a través de donaciones o empresas beneficiarias de importantes adjudicaciones públicas, cuya caja controlaba el ex tesorero del partido, Álvaro Lapuerta. Y que de todo ello era perfecto conocedor Mariano Rajoy.
Sostiene Bárcenas también que con la caja B se pagaban sobres de dinero negro a Rajoy, Dolores de Cospedal, Federico Trillo, Pío García Escudero, Álvarez Cascos, Ángel Acebes, Javier Arenas, Rodrigo Rato y Jaime Ignacio del Burgo.
Sostiene Bárcenas que existe una grabación en poder de una persona, en la que Lapuerta habla de esas entregas en metálico que se realizaban mensualmente a los dirigentes del PP.
Sostiene Bárcenas que parte de su relato ya constó en su declaración ante el juez en julio de 2013, pero que entonces no fue más allá por recomendación del que entonces era su abogado y porque dio por bueno el compromiso de la dirección del PP de que su mujer, Rosalía Iglesias, no entraría en la cárcel.
Sostiene Bárcenas que con el dinero negro el PP compró acciones de Libertad Digital por importe de 140.000 euros por tratarse de un medio comunicación afín a su partido y, principalmente, a las tesis de la autoría de ETA en los atentados del 11M.
Sostiene Bárcenas que podría haber seguido guardando silencio sobre toda esta putrefacción, pero que le resultó desalentador conocer los detalles de la Operación Kitchen que instruye la Audiencia Nacional y por la que se destapó el montaje de seguimientos ilegales y el uso fondos reservados ordenados por el Gobierno de Rajoy para destruir pruebas sobre la financiación ilegal que el ex tesorero del PP puso a buen recaudo.
Y sostiene Bárcenas, no que se le apareciera la virgen como a Jorge Fernández, pero sí que en cuatro años y medio en prisión ha pensado mucho sobre los errores cometidos y el mal que pudo inferir a la sociedad “fruto de una España en la que todo valía”. Ole él.
¿Una España en la que todo valía? La financiación ilegal, los sobres en negro, la compra de medios de comunicación al servicio de la infamia y el periodismo de partido, el fraude fiscal, el uso fraudulento de fondos reservados, el espionaje político, los reiterados intentos de destrucción de pruebas para obstruir la labor de la Justicia, la concurrencia a todas las convocatorias electorales durante 30 años dopados de dinero donado, y no altruistamente, por los grandes empresarios…
En España no cabía todo. Claro que no. Ni en los 80, ni en los 90, ni en los primeros años del actual siglo. Quien más quien menos vivía con su sueldo, pagaba sus impuestos, no recibía sobresueldos, cumplía las leyes, no compraba voluntades con dinero público, ni delinquía ni se corrompía... Quien la hacía, la pagaba. Donde cabía todo era en el universo de quienes chapoteaban en el pozo de la inmundicia y se creyeron impunes, mayormente los dirigentes de un partido infecto, en el que todos callaban en beneficio propio.
Esto, claro, además del vergonzante silencio -cuando no la connivencia- de determinados medios de comunicación, que daría para otra entrega e iría mucho más allá de la compra de acciones de un digital por valor de 140.000 euros. Aquí cada palo que aguante su vela porque ni todo es periodismo ni todo lo que se pone en letra impresa o se cacarea delante de un micrófono responde a la verdad ni se trabaja con la honestidad y el rigor a los que obliga la decencia y también este oficio.
Ya hay quien ha puesto peros a la declaración escrita del ex tesorero preso para tapar las vergüenzas de una organización política que ha colapsado con sus múltiples casos de corrupción los tribunales: que si está en la cárcel; que si es la palabra de un delincuente que busca venganza como el conde de Montecristo; que si no ha aportado pruebas; que si él más que nadie se benefició del dinero negro; que si antes fue Filesa; que si el 3% de CiU… Cierto todo ello. Tanto como que todo lo que cuenta ha aparecido ya en diversos testimonios en la más de una decena de piezas separadas que instruye la Audiencia sobre las andanzas del Partido Popular.
Pero lo que Bárcenas ha puesto negro sobre blanco es que la contabilidad que un día llamó “extracontable” no era otra cosa que la caja B donde se guardaba el dinero negro, que se cobraban sobresueldos ilegales y que Rajoy era beneficiario además de conocedor de todo. Lo único que le falta es contar por qué no menciona a Aznar, bajo cuya presidencia se montó el aparataje presuntamente delictivo, y aportar la grabación que según él acredita su testimonio. Mientras lo piensa, ni la trompetería mediática de la derecha podrá negar ya la evidencia ni el actual presidente del PP, callar ante semejante cochambre por más que él vistiera pantalones cortos en los años en que se creó la estructura que permitió hacer política sobre tanta porquería.
La basura sobre la que chapoteó el PP durante tres décadas no acabó con los papeles de Bárcenas ni con la “jubilación” anticipada de Rajoy. Javier Arenas, alias “El campeón”, y García Escudero, más conocido por “pío, pío”, siguen sentados en un escaño. Y esa decisión sí la tomó Pablo Casado. ¿Algo que declarar?
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