El fraude en el IVA: la solución no pasa por subir otra vez los tipos
La Comisión Europea ha alertado recientemente sobre las graves carencias en el sistema de recaudación del IVA. Según sus cálculos, la Unión Europea dejó de ingresar 192.000 millones de euros por IVA en el 2011 y España 63.000 millones desde 2008, casi 16.000 millones de euros anuales.
A la luz de estos datos, el comisario europeo de Fiscalidad, Algirdas Semeta, manifestó temer que las propias carencias del sistema sean una de las causas fundamentales de la caída de ingresos y advirtió de que sin una reforma adecuada, la pérdida de ingresos podría continuar incluso si llegara la tan deseada recuperación económica.
Confieso que, tras leer la noticia, me alegré enormemente. Por mi experiencia profesional opino que el IVA es un impuesto teóricamente perfecto, pero que en la práctica adolece de enormes agujeros, por lo que conviene reformarlo para adaptarlo a la realidad. La Comisión, pensé, por fin se ha dado cuenta y va a actuar en consecuencia. Sin embargo, al leer sus propuestas sufrí una gran decepción. Junto a un consejo de Perogrullo (reforzar la lucha contra el fraude), y otro formal (simplificar el sistema de declaraciones), su principal aportación consiste en suprimir las exenciones y aumentar los tipos reducidos. Traducido al román paladino de nuestro sufrido país: subidas generalizadas en productos de primera necesidad o bienes culturales como los libros. Parece un poco regresivo e inmoral que si existen fallos en la recaudación del IVA la solución pase porque, por ejemplo, el IVA del pan suba hasta el 21%. Inmoral porque al rico la subida de tipos básicos le afectaría poco, pero al más débil económicamente le reduciría drásticamente su capacidad de consumo. En cuanto a una hipotética subida al 21% del precio de los libros en papel, parafraseando a Tayllerand, “sería peor que un crimen, sería un error”.
En España ya conjugamos ser un paraíso líder en descargas piratas con un tipo de IVA del 21% en los libros digitales con el resultado de que el mundo editorial está tocado de muerte. Subir el IVA de los libros en papel al 21% sería como remachar los clavos del ataúd con cada punto de incremento. Sinceramente, dudo que las pérdidas de puestos de trabajo, cierre de empresas y caída de consumo compensasen el hipotético aumento recaudatorio propuesto por la Comisión.
Y sin embargo, no se de qué me sorprendo si todo es muy lógico. Si en algo están siempre de acuerdo los tecnócratas de Bruselas es en proponer bajadas de sueldos y subidas de impuestos. Bueno, y también en negarse a viajar en clase turista en vuelos de duración inferior a dos horas. Lógico: su tiempo es oro y redunda en beneficio de todos que lo aprovechen mejor viajando en business.
No querría enmendarle la plana a nadie, pero en mi modesta opinión uno de los fallos estructurales del IVA consiste en que tal como está diseñado, cuando alguien deja de pagar, el Estado no solo deja de ingresar el IVA, sino que, en muchas ocasiones, la Hacienda Pública tiene que pagar a un tercero el importe no recaudado. Coloquialmente, podríamos decir que “nos meten la mano en el bolsillo”, porque, se quiera o no, Hacienda somos todos. Para entenderlo, nada mejor que un ejemplo.
Una empresa NINI (ni paga impuestos, ni tiene bienes) emite una factura con IVA a una empresa tercera. La Agencia Tributaria podrá levantar actas a las empresas NINI pero no podrá cobrar nada si dicha empresa emisora y su administrador no son solventes. Sin embargo, la factura es válida y la empresa receptora de la factura puede deducirse el IVA, y en su caso, solicitar la devolución de ese IVA a la Hacienda española, que se lo pagará religiosamente pese a no haber cobrado ni un euro.
Como decíamos, el IVA es teóricamente perfecto, pero sus diseñadores no estaban pensando en estos casos, frecuentes en la práctica, ya sea a consecuencia de la crisis o porque muchísimos defraudadores se han percatado del agujero que supone y lo aprovechan para organizar estructuras muy difíciles de combatir con la legislación vigente. El agujero es tan grande que es demasiado fácil colarse por él y al final se detectan sectores enteros en los que casi todos los proveedores son empresas NINI insolventes que no pagan el IVA.
La solución en estos casos consiste en lo que se conoce como “inversión del sujeto pasivo”, que de manera muy simple consiste en que en las empresas NINI emitan facturas sin repercutir IVA en determinados sectores. Así, nos ahorramos pagar a las empresas que reciben las facturas de las empresas NINI el IVA que éstas no ingresan.
Esta solución ya se ha adoptado en algunos sectores, y mi propuesta, en línea con lo defendido por Alemania, consistiría en generalizar el sistema de “inversión del sujeto pasivo” a todos los sectores, acercando la obligación del pago del IVA al final de la cadena productiva. Si no, la cadena es demasiado larga y si se rompe en cualquiera de los puntos intermedios, el IVA lo pagamos entre todos. Por el contrario, si acortamos la cadena, el número de empresas a controlar descendería drásticamente, con lo que sería mucho más fácil combatir el fraude y además evitaríamos que nos “metieran la mano en el bolsillo”. Porque lo peor no es que no ingresen. Lo peor es tener que pagar cuando nadie ha ingresado nada. Al menos, que no se nos quede la cara de tontos.