Fuera nazis de nuestro barrio y de todas partes

20 de septiembre de 2021 22:25 h

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“Fuera maricas de nuestros barrios”, escupieron los nazis en el mío. Soy vecina de Chueca desde 1997 y ciudadana de Chueca desde, al menos, una década antes, cuando ya venía a estas calles y a sus garitos a poder ser la marica, la bollera, la bi, la trans que soy. Vinieron los nazis a Chueca a vomitar sobre nuestros colores el negro excremento de su estúpido odio. Vinieron provocando con sus bíceps, ciclados para la guerra en vez de para el amor, como los que tenemos en el barrio. Nuestros bíceps son los de Tom de Finlandia, no los de los Hammerskin. Fuera vosotros de aquí.

Vinieron los nazis a Chueca a darnos miedo y nos desconcertó su provocación. Porque Chueca es un ya viejo territorio de libertad, emblemático en el mundo, símbolo de una liberación que se las ha tenido que ver con la gentrificación, con el apropiacionismo neoliberal, con el turismo acrítico, pero no con el fascismo ni con la basura de la violencia homófoba y tránsfoba. Si esa inmundicia ha llegado a Chueca es porque antes se ha dejado que ocupe mucho espacio en los medios, se ha blanqueado en las televisiones, se ha considerado una interlocutora tan válida como otras, se le ha facilitado el camino para tener representación parlamentaria. Los nazis en Chueca son lo mismo que Vox en el Congreso. Abriendo paso a Vox, permitiendo que escupiera sus consignas de odio, comparándolo con Podemos sin que apenas haya respuesta, se ha dado rienda suelta a los crímenes contra lxs ciudadanxs LGTBIQ+, las mujeres, las personas migrantes, se ha allanado el camino para que sucediera lo impensable: que ensuciaran con su sola presencia la plaza de Chueca o la de Pedro Zerolo (amigo Pedro, por una vez me alivia que no tengas que asistir a esta infamia).

“Fuera sidosos de nuestros barrios”, esputaron los nazis en el mío. Sidoso, esa palabra que no se oía sin vergüenza desde que la ignorancia y la maldad habían sido neutralizadas por un cierto progreso cultural y moral. Con analizar cómo es posible que venga a Chueca una panda de energúmenos a llamarnos sidosos ya tendría algo que hacer Toni Cantó en la Oficina del Español que le ha montado Isabel Díaz Ayuso cuando el actor se ha quedado sin el chiringuito anterior. Ayuso, la que dijo hace unos días que “la homofobia está en la cabeza de la izquierda”, la mejor aliada de Abascal, que ha corrido a declarar que lo de los nazis en Chueca “apesta a cloaca socialista”, aunque todas las organizaciones que convocaron la marcha son fascistas, falangistas y cercanas a Vox. De hecho, ahora andan a la gresca con “Santi” porque le acusan, no solo de traicionarlos con esas declaraciones, sino de copiarles las consignas. Darían la risa si no dieran tanto asco.

Los nazis que vinieron a Chueca con el ardid legal de una convocatoria “contra las agendas 2030/2050” son los nazis madrileños de toda la vida, solo que ahora envalentonados por la normalización de los discursos de odio de Vox y, ya sea por activa o por pasiva, los discursos de odio del PP. Envalentonados hasta el punto de atreverse a entrar en un barrio que, por supuesto, no es suyo. Ningún barrio ha de serlo, aunque la mayoría de los barrios estén tomados de hecho por la norma hetero, por el patriarcado machista, por la homofobia y la transfobia. Pero es que Chueca es de las maricas, de las bolleras, de las personas bi, de las personas trans. Chueca es nuestra. No es su barrio y no lo será.

La Delegación del Gobierno permitió semejante provocación, que podría haber acabado muy mal y ya en sí misma es pura violencia, aunque sabían perfectamente quiénes eran los convocantes. Y ese permiso les dotó de una protección policial que es un insulto a nuestro barrio, que no, no es el suyo. Los nazis fueron bramándonos “maricas” y “sidosos”, lanzando con su boca puñetazos racistas y xenófobos (“España cristiana, no musulmana”), incurriendo en un racimo explosivo de delitos de odio. Los nazis vinieron a Chueca a multiplicarlos, después del asesinato de Samuel en Coruña, después de la paliza hasta el coma en Amorebieta, después de la paliza en la playa del Somorrostro, después de la paliza en el valle de Santa Ana, después de las amenazas con navaja en Petrer, después de las amenazas en Vilafranca del Penedés, después de la agresión en Valencia, después de la agresión en Toledo, después de la agresión en Reus. Todas ellas con el mismo grito: “¡Maricón, te vamos a matar!”.

¿Y ahora qué? ¿Qué va a pasar en nuestro barrio pacífico? Si la policía no está para defendernos del odio, ¿qué tenemos que hacer las maricas, bolleras, bisexuales y trans? Si el Estado no nos protege y nos deja en manos de políticos del PP y de Vox que niegan la violencia contra los colectivos LGTBIQ+, contra las mujeres, contra las personas migrantes, y nos entrega, bajo la excusa de una libertad de expresión que es delictiva, a los secuaces con banderas y esvásticas de esos políticos, permitiéndoles que vengan a sembrar la violencia a nuestro barrio, ¿qué tenemos que hacer? ¿Nos bastará con exigir inútilmente la dimisión de la delegada del Gobierno en Madrid, Mercedes González, y del ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska (vecino, por cierto, del barrio nuestro)? ¿O tenemos que esperar a que pase algo peor que ver Chueca infectada por el virus del odio? ¿Esperar a qué? Antes de que pase lo peor, quizá debemos pensar en reorganizarnos y resistir. Y acaso vuelva Chueca a ser el barrio que un día fue, comprometido con su ser marica, su ser bollera, su ser bi, su ser trans. Nuestro barrio políticamente comprometido. La Chueca que nunca debió dejar de serlo y que ha de gritar bien alto 'fuera nazis de nuestro barrio'. Y de todas partes.