El futuro de Vox está en las manos de Pablo Casado
Cuanto más repita Alberto Núñez Feijóo el argumento de que Vox es el juguete de Pedro Sánchez para dividir a la derecha española, más difícil se lo está poniendo a Pablo Casado. En la noche del 2 de diciembre de 2018, cuando se conocieron los resultados de las elecciones autonómicas andaluzas, nadie en el PP consideró que Vox era un juguete en manos del partido socialista. Vox era un partido representativo de 400.000 andaluces y, en consecuencia, estaba legitimado para tener una presencia institucional acorde con dicha representación. Esta fue y ha sido la posición del PP desde esa misma noche hasta el 28A.
El PP, a pesar de haber tenido un resultado catastrófico en dichas elecciones, no tuvo el menor inconveniente en que su candidato, Juan Manuel Moreno Bonilla, se convirtiera en presidente de la Junta de Andalucía gracias a Vox. Fue Pablo Casado el protagonista en exclusiva de la negociación con Vox ante la resistencia de Albert Rivera a “mancharse” en la operación.
Es posible, aunque ya no podremos saberlo, que, si no se le hubiera dado a Vox entrada en la mayoría de las tres derechas en Andalucía, el resultado del 28A hubiera podido ser distinto. Por lo pronto, no habría tenido lugar la manifestación de la Plaza de Colón en los términos en que tal manifestación se produjo con el corolario de la foto de Casado, Rivera y Abascal. Y con seguridad, la campaña electoral no se habría celebrado con mensajes casi indistinguibles por parte de los líderes de los tres partidos.
Vox fue descubierto el 2 de diciembre de 2018 por el PP como un instrumento útil para constituir una mayoría alternativa a la de la moción de censura que llevó a Pedro Sánchez a la Moncloa, y ha sido promocionado sin reservas de ningún tipo desde entonces. Ha estado a la vista de todo el mundo.
Además, Vox dejaría de poder ser instrumentado por Pedro Sánchez en el momento en que la dirección del PP decidiera comportarse como lo han hecho los partidos democráticos en Alemania y Francia con Alternativ für Deutschland y el Frente Nacional. Si Pablo Casado decidiera dejar de jugar en pareja con Santiago Abascal, Pedro Sánchez no podría hacer absolutamente nada. El único partido que puede influir en que Vox participe o no como un partido democrático más en el sistema político español y en los subsistemas autonómicos y municipales es el PP. Todos los demás, Ciudadanos incluido, dependen de lo que el PP decida.
Con esa operación traslaticia de la responsabilidad al presidente del Gobierno por parte de Alberto Núñez Feijóo no se engaña a nadie. Todo lo contrario: se hace todavía más visible la responsabilidad de Pablo Casado en la operación de blanqueo de un partido, que no es anticonstitucional, porque la Constitución permite que existan partidos cuyo programa es una enmienda a la totalidad a la Constitución. Vox es simultáneamente un partido constitucional y anticonstitucional. Es constitucional porque la Constitución lo permite. Es anticonstitucional porque su finalidad es destruir el Estado democrático que la Constitución ordena jurídicamente. Y además, no se oculta. Lo dice de manera inequívoca.
A pesar de ello, Pablo Casado lo ha considerado un compañero de viaje respecto del cual no solo no ha formulado reserva de ningún tipo, sino que ha declarado abiertamente que tiene con Vox muchas más coincidencias que discrepancias. Hasta el viernes anterior al 28A, el presidente del PP se estuvo expresando en estos términos.
Todavía está a tiempo de rectificar. De rectificar de verdad y no de manera engañosa. Bastaría con que Pablo Casado hiciera aprobar a la dirección del PP una resolución en la que el partido se comprometiera a no contar en ningún caso con Vox para la formación de gobiernos autonómicos y municipales tras el 26M, para que Vox quedara desactivado y Pedro Sánchez no pudiera caer en la tentación de convertirlo en su juguete.
Es así de sencillo. Pablo Casado tiene en sus manos todas las cartas para decidir el futuro de Vox dentro del sistema político español. Únicamente él las tiene. Únicamente él puede decidir sobre la respetabilidad o no de Vox. Lo que el PP decidiera iría a misa. Ni el PSOE, ni Ciudadanos, ni nadie tendría algo que decir.
Las cosas son lo que son y no lo que las partes dicen que son. Es algo que se enseña a los alumnos en las Facultades de Derecho. No se puede perder el sentido de la realidad, porque no lleva a ningún sitio. La dirección del PP, toda ella, no debería olvidarlo.