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El humanismo cristiano de Illa no es de este mundo

El president de la Generalitat, Salvador Illa.

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Illa ha diseñado un gobierno para Cataluña en el que las apariencias no engañan si analizamos algunos de sus nombramientos y las denominaciones de consejerías clave con el filtro de los derechos humanos. Hay detalles que nos muestran a un Illa más conservador que progresista, a pesar de que el nuevo President dice defender los espacios compartidos, la plurinacionalidad y el horizonte federal. Por eso llaman la atención aspectos que delatan que Illa quiere atraer el apoyo de quienes piensan en clave tradicionalista (a derecha y a izquierda) y, por ejemplo, ha decidido dar la espalda a los feminismos para retomar lo de que feminismo solo hay uno, el socialista. 

De esta forma la Consejería de Igualdad y Feminismos, se pasa a llamar de Igualdad y Feminismo, sin s. Una omisión que es toda una declaración de intenciones… reaccionarias a la mirada interseccional que tanto sarpullido produce al feminismo transexcluyente. Desde esa lógica de derechos humanos tan necesaria en estos tiempos, donde cada supresión en el nombramiento de la diversidad a través del lenguaje inclusivo es una victoria para los postulados de los movimientos reaccionarios, Illa da un paso atrás al no querer conservar esa s, aunque él crea que lo está dando hacia delante y pueda parecer que qué más da una s más o menos. Sí, que importa Sí, y lo sabe.

Illa no es de los de dar puntada sin hilo, por eso tampoco se puede tildar de mera casualidad o buenismo el que el nuevo President prefiera ligar la socialdemocracia al humanismo cristiano en vez de a los derechos humanos. Vincular su labor de gobierno a su fe católica desde su papel institucional es entrar de lleno en el marco de la llamada “guerra cultural” tomando partido por el lado que oprime no por el lado oprimido, por mucho humanismo que se le quiera poner. La tercera vía que quiere abrir Illa a quienes no se identifican con el fundamentalismo religioso que alimenta a la extrema derecha y son lo suficientemente conservadores como para necesitarle como guía político espiritual, deja fuera a una mayoría de ciudadanas y ciudadanos y divide a la sociedad entre los que abrazan ese humanismo y los que no quieren ser abrazados por el cristianismo.

Hablar en el siglo XXI de humanismo cristiano en un Estado aconfesional suena más a paternalismo católico burgués que a cristianismo socialista de base. Al menos viendo sus declaraciones y alguno de sus nombramientos por un momento cabe la duda de si Illa quiere resucitar a la Unió Democrática Cristiana, un partido claramente homófobo y tránsfobo, donde precisamente empezó a militar el nuevo consejero de Justicia y Calidad Democrática, Ramón Espadaler. Un consejero en una cartera clave cuya postura sobre el aborto, el feminismo, el matrimonio igualitario, la ley trans, la eutanasia o la familia cuadra más con el ideario de Vox que con el del PSOE. 

Precisamente Espadaler fue uno de los dirigentes de Unió que en 2008 defendió una moción en su partido para realzar los “valores cristianos” y señalar que “la familia integrada por un padre y una madre abiertos a la procreación requiere un apoyo explícito por parte de los poderes públicos”. No sé bien qué idea de Justicia y Calidad democrática tiene el Sr. Espalader y cuál es su opinión sobre los diferentes informes de Naciones Unidas sobre la urgencia de abordar los sesgos de género que condicionan la impartición de justicia desde los tribunales, ni tampoco cuál es su postura ante los diferentes litigios que estratégicamente interponen desde Abogados Cristianos para perseguir y acosar a quienes hacen uso de sus derechos sexuales y reproductivos. 

No deja de sorprender la posición que adopta Illa en su exaltación del humanismo cristiano tan propio del catalanismo tradicional sabiendo que si la democracia está amenazada es por la postura reaccionaria en estos temas desde los nacionalismos de la extrema derecha que atacan los derechos humanos con argumentos contrarios a los valores democráticos a través de una guerra de mentiras y bulos que busca jerarquizar las relaciones entre “nosotros” (los buenos) y ellos (los otros).

Es cierto que, a diferencia de la extrema derecha que dirige a esos otros odio y violencias, el humanismo cristiano del President Illa ofrecerá compasión y bondad, estoy segura. Sin embargo, esta es otra forma más de jerarquizar la sociedad, pero esta vez en base a las creencias. Algo que no deja de ser una forma más de preservar y conservar el control del poder en los de siempre, los religiosos de clase alta. Basta recordar que no es la misma dignidad la que defienden los derechos humanos que la que defiende la religión católica para entenderlo; o si no, vayan a preguntar a las mujeres que soportan cada día el acoso antiabortista cuando entran en las clínicas donde podrán ejercer su derecho a la interrupción voluntaria del embarazo. 

Como tan bien expone Juan José Tamayo “el problema radica, a veces, en la no coincidencia entre la ”voluntad de Dios“ expresada en los textos sagrados y la legislación civil aprobada democráticamente por los representantes del pueblo, entre las leyes reveladas y el derecho positivo”. No está en juego cómo defender los valores cristianos, si desde el humanismo o la crueldad. Lo que está en juego es la universalidad de los derechos humanos, especialmente aquellos que no gustan a los cristianos.

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