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Un mensaje suicida

Rajoy, escoltado por los dirigentes del PP valenciano, incluida Rita Barberá.

Cristina Pardo

El PP es un partido roto, falto de ilusión, con dudosas perspectivas de futuro y con unos dirigentes que públicamente atribuyen todos los fracasos recientes a errores de comunicación. Primero utilizaron ese discurso como disculpa ante cualquier revés, después lo interiorizaron como una realidad palmaria y al final creyeron que el cambio de caras y la invasión de las televisiones era la solución a sus problemas. Y lo quieren creer así, porque nadie puede admitir públicamente que la situación es mucho más delicada.

Solo en esta última semana se han cometido varios errores que dejan a la intemperie el precario equilibrio interno. Rajoy estaba en Génova la noche de las elecciones catalanas y, sin embargo, nadie le vio. El presidente del Gobierno evitó dirigirse a los españoles, mientras los independentistas hacían trampas matemáticas para proclamarse vencedores, Albert Rivera se presentaba como salvador de España y Pdro Snchz comparecía rodeado de banderas como si estuviera ya viviendo en el Palacio de la Moncloa. Al día siguiente Rajoy leyó una declaración institucional sin ningún mensaje ilusionante y, por lo tanto, sin certezas o ideas nuevas para frenar e incluso convencer a los que quieren construir su propio país.

Al mismo tiempo, reapareció Aznar. Dos dirigentes del PP me dijeron: “Fíjate cómo públicamente solo se le cuestionan las formas, no el fondo. ¿Por qué? Porque hay muchísima gente en el partido que está de acuerdo con él”. De hecho, el propio Rajoy hizo lo mismo, afeándole al expresidente del Gobierno que no le dijera las cosas a la cara. Ay Rajoy, con lo que has abusado del plasma. En realidad, no puede ser demasiado duro con Aznar. Hay muchos militantes que todavía le ven como el guardián de las esencias del PP, frente a la dejadez con la que aparenta afrontar la vida el presidente actual.

Por si esto fuera poco, Rajoy ha estado este fin de semana en unas jornadas de regeneración política organizadas en Valencia. Regeneración política con Rita Barberá en primera fila y con Rodrigo Rato a punto de comparecer ante el juez. ¿Alguien cree de verdad que en ese escenario el problema es la comunicación?

Paralelamente, el ministro Margallo valoraba la situación de Rato ante los medios: “La corrupción es inherente al ser humano. Lo que hay que pedirle a un Gobierno es que detecte los casos de corrupción y tome medidas”. Este discurso me suscita muchas dudas: ¿Qué hacer entonces con un Gobierno que no detecta sus propios escándalos? ¿Qué responsabilidad tendrían Rajoy, que no detectó a Bárcenas, o Aguirre, que según ella misma no se enteró nunca de nada? Y esto en la misma semana en la que el PP ha aprobado en el Congreso medidas para proteger al sospechoso, para evitar la llamada pena de telediario o para que el corrupto ya no sea imputado, sino investigado.

¿A dónde quiero llegar con todo esto? A la conclusión de que el PP ahora comunica más, pero lo hace igual de mal que antes. ¿Por qué? Porque su verdadero problema no es ese, sino la credibilidad de su líder. No tiene. Está quemado, anticuado, fuera de su tiempo. En el PP lo saben, pero no van a hacer nada: el que se mueva, no sale en la lista electoral.

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