La decisión correcta
Unos días antes de votar a favor del impeachment de Trump, el senador republicano Mitt Romney estaba en un coche en Florida cuando un espontáneo le gritó: “Stick with the team!” (algo así como “sé fiel al equipo”). “¡Traidor!”, le atacó otro. “¡Deberías avergonzarte!” Lo único que había hecho hasta entonces era apoyar que el juicio político al presidente incluyera testigos, como todos los procesos de este tipo hasta ahora y algo que no ha sucedido en éste por la oposición de los republicanos del Senado. Lo que ha venido después de su discurso y de su voto a favor del impeachment ha sido y será mucho peor en un país donde no hay disciplina de voto, pero donde cada vez se practica más por el miedo a un presidente cuyo discurso se basa en el insulto y la amenaza.
La sorpresa de Romney es un ejemplo para cargos públicos, periodistas y otras personas con una responsabilidad cívica en todo el mundo. Con la voz a ratos temblorosa, despacio y casi sin levantar la vista de su papel, dijo que la presión de Trump al presidente de Ucrania para que investigara a su rival político y su decisión de retrasar la ayuda militar para sus intereses personales “fue un asalto flagrante a nuestros derechos electorales, nuestra seguridad nacional y nuestros valores fundamentales”. “Corromper unas elecciones para quedarte en el puesto es tal vez la violación más insultante y destructiva del juramento del cargo que puedo imaginar”, dijo.
Romney justificó su decisión por su fe mormona -de la que apenas habló cuando se presentó a la Casa Blanca en 2012 por miedo a los prejuicios de los votantes contra esta religión minoritaria-, su responsabilidad frente a sus hijos y sus nietos y la misión fundadora del país.
Es fácil ser cínico y tratar de buscar un cálculo político en su acción inédita en la historia -ningún senador había votado hasta ahora a favor del impeachment del presidente de su propio partido-. Romney tenía poco que perder porque su escaño no se renueva hasta 2024, disfruta de apoyo en su comunidad en Utah, es millonario y podría vivir alejado de la política. También tenía poco que ganar porque la mayoría de la base republicana está ahora contra él, sus colegas le están dando la espalda, el presidente en persona dirige a la masa de furiosos que le amenazan dentro y fuera de Twitter y si tuviera alguna intención de presentarse dentro de cuatro años, a los 76, cuesta ver cómo esto le puede ayudar en unas primarias republicanas. Los demócratas que estos días alababan su coraje no coinciden con sus posiciones ideológicas y nunca lo harán, con lo que tampoco tendrá aliados en ese lado. Romney recordó que había votado a favor de las decisiones de Trump el 80% del tiempo en el Senado.
Una alternativa al cinismo es pensar que se trata de un caso raro en que alguien actúa más allá de sus prejuicios ideológicos y sus intereses personales inmediatos y toma la decisión correcta sólo porque su conciencia le dice que debe tomar esa decisión. Alguien que cree que ser fiel al equipo sacrificando los principios más básicos es, en realidad, traicionarlo.
La falsa y ciega fidelidad no sólo sucede en los partidos políticos. También en los medios, de opinión crecientemente uniforme y a veces cerrados en una actitud a la defensiva, y en muchas empresas de sectores cambiantes y cuestionados.
En los gobiernos, en los parlamentos, en las redacciones, en las empresas hacen falta personas menos dogmáticas para tomar decisiones no siempre fáciles, no siempre claras. Los eslóganes partidistas pueden valer para la rutina, pero suelen ser insuficientes cuando algo importa de verdad.
Un acto de coraje es más fácil cuando eres un senador millonario con una familia amplia y vives en un país que, pese a su locura, sus trols y su tendencia histórica a la conspiración, se canta a sí mismo en su himno nacional como “el hogar de los valientes”. Prefiero pensar que de verdad es ese hogar de los valientes. Y no sólo para él.
8