Esto es así: el humor y quien lo practica de oficio son de lo más serio que hay.
La subcategoría humor satírico es además un tanto sensible, ya que hay que equilibrar bien los derechos de expresión e información del emisor con los de honor e intimidad del individuo del que se habla. Es necesario cuidar el lenguaje para no caer en injurias, penadas lógicamente por ley.
Veremos pues pocos humoristas, guionistas, ilustradores y periodistas en este género trabajando a lo loco, sin pensar, sin asegurarse de decir lo que dicen. Otra cosa es el mal o buen gusto con el que lo hagan (hay de todo, yo también arrugo la nariz a veces), la intencionalidad con la que jueguen o las costuras legales que estiren y estresen. Nada de esto fuera de la ley en cualquier caso, a pesar de las ganas de algunos de que vuelvan los que cortaban negativos y tachaban textos.
Y por cierto nunca está de más recordar que, antes de retirar una publicación o embargar una emisión, merecería la pena que los legisladores y jueces confiaran más en una audiencia que no necesita que la prohíban contenidos. Será mucho más sencillo no consumirlos, tomando la decisión consciente de decidir lo que no gusta sin que nos lleven de la mano, que lo del rebaño es demasiado viejuno, ya.
Hoy reivindico la profesionalidad del que cuenta en serio o en broma. Porque para decir burradas sin pensar, insultar de forma anónima y proclamar barbaridades sin argumentos ya están las redes sociales y blogs descarnados. ¿Quién quiere cuidar las formas escondido tras un teclado, eh? Dejamos este tema para otro día pero que no se nos olvide, que la cosa tiene enjundia.
Hablemos hoy de los que saben rematadamente bien lo que dicen.
La Revista Mongolia ha colocado en los quioscos este viernes 5 unos emails de Iñaki Urdangarin dirigidos a una supuesta amante entre los años 2003 y 2004. Se dan dos circunstancias en este caso que merece destacar: este tema se trata en una sección denominada “Reality News” -“a partir de aquí si se ríe es cosa suya”, reza el subtítulo-. No se incluyen como parodias, chistes o ilustraciones humorísticas: es información, pura y dura, hecha por periodistas especializados.
La segunda, que en abril fue prohibida su publicación por un juzgado de Barcelona a raíz de una demanda interpuesta por el mismo Urdangarin, imposibilitando a Diego Torres y a siete medios hacerse eco de los correos, justamente los que durante 2012 habían hecho alguna referencia a su existencia: El Mundo, El Economista, El Semanal Digital, Semana, Pronto, Mediaset (Telecinco) y Cuarzo (la productora de Ana Rosa Quintana).
Como reza el recurso de uno de los abogados a esta decisión judicial, estamos ante una “excusatio non petita” como un armario de doble cuerpo ya que, de no existir dichos emails, no habría que prohibir su difusión. Por lo tanto, comienza aquí a sonarnos un concepto que se repetirá hoy y salpica esta historia de principio a fin: hipocresía.
Los editores mongoles han publicado un argumentario legal que defiende la decisión de publicar los emails que en realidad, se paseaban por varias redacciones hace meses. Es un texto que, habiendo sido escrito por unos locos dedicados al humor, abruma por su contundencia. La primera razón es de perogrullo: Editorial Mong S.L, la que saca a la calle las mongoladas mes a mes, no es una de las citadas en la decisión judicial así que legalmente no hay impedimento.
Pero hay más: nos recuerdan cómo el Tribunal Supremo y el Tribunal Constitucional priman el derecho a la libertad de expresión como pilar fundamental de la democracia, y confirman que el derecho a la información especialmente ejercido desde los medios, goza de especial protección. Evidentemente hay unos límites que no hay que pasar. Por ejemplo, el insulto.
Hasta donde yo entiendo, publicar unos emails tal cual han sido escritos, protegiendo la identidad de los escribientes, no implica insulto alguno.
Profundizan en el argumentario en los derechos al honor y a la intimidad. Por ejemplo pongamos por caso, nosotros mismos: sería completa y claramente un atentado a la ley hacer públicos los correos en los que yo pongo de vuelta y media a mi cuñado o casero. Lo hago con gracia pero, no por es permisible que vosotros los leáis si no me apetece. Así se protege nuestra privacidad, pese a que algunos imperios mundiales se las salten sin que se les mueva el bigote ni nadie ose a replicar nada, como sabéis.
Pero esto es otra historia. Volvamos a Urdangarin: ¿por qué sus derechos aquí no están en conflicto y se entiende que no cabe protesta alguna? Sencillo: la ley exige al comunicador que el asunto tratado sea de interés público, además de que sea contrastada y tenga visos de veracidad (incluso aunque luego se demuestre falsa, como podrían ser por ejemplo, las fincas no-compradas de la infanta Cristina o los papeles de Bárcenas que aún hoy, hay quien dice que no son verdaderos)
Por lo tanto mi cuñado o casero no os importa pero Urdangarin sí. Se entiende fácil. Iñaki, alma cándida, no haberte casado con una Borbón y Grecia. En tanto personaje público la jurisprudencia entiende que tu vida es de interés general. Para que se entienda bien: este concepto no es aplicable a todo lo que hace un personaje conocido. En la misma familia real hay un precedente reciente de vulneración de derecho individual en la persona de la reina Sofía: una web de contactos utilizó su imagen photoshopeada con un modelo hiperhormonado sobre el lema “Ya no tienes porqué pasar la noche sola”. La cosa acabó discretamente en los tribunales, y la campaña retirada por vulneración del honor de Sofía de Borbón ya que en este caso, no había interés general que defender en esta acción publicitatria.
Podemos decir entonces que no hay ninguna razón para que estos emails ya archiconocidos no sean publicados. Y sin embargo hay una decisión cautelar que no lo permite de forma limitada a los siete medios citados, estableciendo como compensación 10.000 euros por los posibles perjuicios a los mismos, derivados de no poder ejercer su derecho a la información. Yo, que no soy experta en leyes, me he quedado estupefacta ante la idea de que un juzgado pueda poner un precio a limitar ciertos derechos en lugar de asegurar la posibilidad de su ejercicio. Aún caben recursos a esta medida y, me temo (y espero) que no derive en sentencia firme ya que sería difícilmente soportable en democracia.
Hasta ahora entonces y si acompañamos como mongoles que muchos somos la actuación de la revista, entendemos que esos correos electrónicos pueden ser publicados, y ellos han decidido hacerlo. El valor añadido de quién lo hace (y quién no) es importante aquí, y para qué. Quiero decir: estamos ante un supuesto caso de infidelidad en la realeza española, ergo morbo a quintales a disposición. Estos emails podrían aparecer en el Hola, Cuore, o incluso en el Marca si recordamos el pasado deportivo de Urdangarin. Podríamos encontrar varios “¡AAAARRGGHH!” en portadas al lado de los apelativos y verbos utilizados en el intercambio de calentones online: parece ser que a más alcurnia, más nivel arrabalero en las misivas de pareja. Hay que recordar aquella historia de lo que quería ser Carlos de Inglaterra para Camila y se me pone la “gallina de piel” (que decía Johan Cruyff aquí por Catalunya).
Ah, pero no. Yo he interpretado otra cosa en el equipo de la revista: me sacarán de mi error si acaso pero, creo que explicitando la presunta relación extramatrimonial de Iñaki Urdangarin sin añadir un punto o una coma porque ni falta que hace, lo que se pretende es reventar el halo de perfección de una familia real -de reyes- que es tratada como ejemplo de lo que ha de ser por unos estamentos (gobiernos, autoridades eclesiásticas, agentes económicos poderosos, poderes establecidos en general) que con esta pulcritud de corcho aún nos dan lecciones de cómo nosotros los ciudadanos hemos de actuar para ser gentes de bien.
La noticia de la sospecha de adulterio de Urdangarin no es un evento extraordinario ni una excepción, si no más bien una señal de que de ser cierto, estaríamos ante una familia al uso y sí, llamadme revientamatrimonios: de esas que pasan por sus momentos buenos, regulares y malos. Imperfectas en sus acciones, como todas y que no siendo ejemplares, intentan equivocarse cada día un poco menos.
Bien poco me importa a mí si su amante llama “ojos azules” al marido de la infanta o si él vanagloria su cuerpo -de una forma un tanto vulgar y con muy poco arte para tanta educación privada de élite: si no lo digo reviento-. Y desde luego, tengo muchas más cosas que hacer que juzgarles. Ni me interesa ni soy quién para hacerlo. Pero vuelvo a la hipocresía que rebosa aquí por los cuatro costados y que ayuda aún más a pudrir la imagen de una institución que ya está herida de muerte.
En realidad y en un giro rocambolesco y satírico ¡ay!, que dicen los mongoles que sin mensaje alguno y que no consiguen que nos creamos, lo que quieren conseguir publicando estos correos es normalizar la institución monárquica, convertir esta familia en... pues eso, normal, si la misma palabra lo dice. Si deberían estar agradecidos no me digáis que no, de haber justicia en el mundo.
¿Y sabéis qué hace una familia normal, real con minúsculas aquí, uséase, de verdad?
¿Lo sabéis?
Exactamente, mira que sois listos: ganarse la vida y pelear porque no les quiten sus derechos.
De todos los medios que podrían intentarlo, ha tenido que ser una revista de humor la que se ha empeñado en conseguirlo. Y yo creo que les voy a tomar muy en serio porque como decía el Dracula de Coppola, “esto no es cosa de risa”.