La nueva planificación hidrológica: ¿Evolución o más de lo mismo?
El pasado mes de enero el Consejo de Ministros aprobó, mediante Real Decreto, la mayoría de los planes hidrológicos de las demarcaciones hidrográficas del tercer ciclo de planificación 2022-2027. Unos documentos en los se recogen todas las actuaciones relacionadas con el agua que está previsto llevar a cabo durante ese periodo de tiempo.
A lo largo de los años, los documentos de planificación hidrológica, iniciados en los años 90 del pasado siglo, han tenido mucho de simples listados de obras, en su mayoría grandes infraestructuras hidráulicas, como eran depuradoras de aguas residuales y potabilizadoras, grandes embalses y canales, así como cientos de miles de hectáreas de nuevos regadíos. Aunque una parte de estas obras eran necesarias, como es el caso de las depuradoras y potabilizadoras, otras eran innecesarias y producían gran impacto ambiental, como son buena parte de los grandes embalses, canales y conducciones que contemplaban construir, así como los nuevos regadíos. A consecuencia de ello, ya existen en España 4.100.000 hectáreas de regadíos (sin contar los ilegales), lo que nos está llevado a una situación de auténtica insostenibilidad hídrica en buena parte del país.
Conforme han avanzado los años, los documentos de planificación hidrológica han incorporado otros aspectos diferentes a las obras hidráulicas convencionales, teniéndose más en cuenta los aspectos ambientales. De esta manera, en los planes hidrológicos recientemente aprobados se fijan caudales ecológicos, aunque en general insuficientes, en casi todas las masas de agua, y también se propone en los mismos la declaración de más de 500 kilómetros de nuevas reservas naturales fluviales, alejándose algo de los simples listados de obras hidráulicas y nuevos regadíos que eran antes. Asimismo, se empiezan a tener en cuenta las reducciones que se están produciendo de los recursos hídricos disponibles a causa del cambio climático. Todavía se recuerda cuando el consejero de Agricultura de la Región de Murcia afirmó, en una Comisión Permanente del Consejo Nacional del Agua en 2001, que lo del cambio climático no estaba demostrado y que lo único publicado al respecto no pasaba del nivel de “hojas parroquiales”.
A pesar de estos avances en la planificación, en varios planes hidrológicos de demarcaciones muy importantes se sigue contemplando la construcción de nuevos grandes embalses de fuerte impacto ambiental y escasa utilidad, como son los embalses de Rial y Morales (León) en la Demarcación Hidrográfica del Duero, o el embalse de Puerta de la Cerrada (Jaén), en la Demarcación Hidrográfica del Guadalquivir. Además, en la Demarcación Hidrográfica del Ebro se continúa con las obras de grandes embalses de gran impacto ambiental y dudosa viabilidad, como son el Recrecimiento de Yesa y Mularroya, los dos en la provincia de Zaragoza. También se incluye la creación de varias decenas de miles de hectáreas de nuevos regadíos en las demarcaciones del Ebro y el Duero, además de la modernización de una superficie aún mayor de regadíos ya existentes, actuaciones en las que está comprobado que, más que ahorrar agua, lo que permiten es que se rieguen otros campos con esa agua “liberada”. Finalmente, en varias demarcaciones se incluyen encauzamientos de tramos de ríos, consistentes básicamente en la completa eliminación del bosque de ribera, y transformación del río en ese tramo en un simple canal, sin apenas vida. Un ejemplo gráfico lo tenemos en el encauzamiento que se llevó a cabo en 2021 en el río Híjar a su paso por la localidad de Reinosa (Cantabria), dentro de la Demarcación del Ebro, donde literalmente se eliminó un tramo del río, transformándolo en un canal de fondo plano y taludes de escollera.
En este tercer ciclo de planificación sí se advierte una evolución desigual entre unos planes hidrológicos y otros. Mientras que en los planes de Cantábrico Occidental, Cantábrico Oriental y Melilla se aprecia una evolución clara hacia lo que realmente debe ser un documento de planificación hidrológica, empezando a considerar los ríos como ecosistemas fluviales y no como simples canales de agua, otros planes hidrológicos han evolucionado mucho menos, manteniendo en buena medida la política desarrollista de siempre, apostando por la creación de nuevos regadíos, y siguen siendo en buena parte listados de grandes obras hidráulicas, de gran impacto ambiental. Este caso es el de los planes hidrológicos del Ebro, Duero y Guadalquivir. Y parece que también, e incluso mucho más acentuado, el de los planes hidrológicos de aquellas demarcaciones hidrográficas dependientes directamente de la Junta de Andalucía, y que se encuentran actualmente en tramitación.
Aunque en todos los planes hidrológicos se fijan caudales ecológicos para casi todas las masas de agua, estos son generalmente pobres e insuficientes. Ese es el caso de los fijados en el Plan Hidrológico del Júcar, habiéndose realizado estudios muy solventes, de los que se desprende que los caudales ecológicos fijados en este Plan son muy inferiores a lo que ambientalmente le corresponderían. Y, por ejemplo, en el Plan del Ebro hay del orden de una veintena de ríos, cuyo caudal ecológico fijado es de 0 m3/seg para todos los meses del año. En general, buena parte de los caudales ecológicos fijados, vienen condicionados de una u otra forma por los diferentes usos, lo cual supone un incumplimiento de lo establecido en la normativa vigente, donde se indica que los caudales ecológicos no son un uso, sino una restricción previa al resto de usos, y de hecho por ello su implantación, según el Consejo de Estado, no es indemnizable.
En el caso de la Demarcación del Tajo, el caudal ecológico fijado para el río Tajo a su paso por Aranjuez, viene claramente condicionado por el trasvase Tajo-Segura, que parte de su cabecera hacia el Levante. Los caudales ecológicos fijados en ese punto son insuficientes, situados por debajo de lo que determinan diferentes estudios, y además se pretenden implantar de manera progresiva a lo largo de los años, lo cual incumple lo establecido en la normativa, pues resulta muy evidente como se está condicionando la implantación del caudal ecológico al trasvase, cuya agua se destina mayormente al regadío. Y a pesar de ello, la fijación de este caudal ha despertado polémica entre los receptores del trasvase, empezando por varios gobiernos regionales, que no parecen dispuestos a respetar lo establecido en la normativa.
Ello es debido a que tanto en el gobierno central, y muy especialmente en el Ministerio de Agricultura, como en la mayoría de las comunidades autónomas, sigue implantado un sentimiento totalmente desarrollista, apoyando activamente la expansión del regadío, como si los recursos hídricos fuesen infinitos. Sirva de ejemplo el caso de la Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha, donde la superficie regada se ha incrementado en los últimos 25 años en nada menos que un 64,72% (por supuesto sin contar el regadío ilegal), habiendo pasado a ser la segunda comunidad autónoma con más regadío de España. O también el de la Comunidad Autónoma de Andalucía, la que cuenta con más superficie regada de España, que se incrementó en tan solo 15 años (entre 2005 y 2020), en más del 29% (también sin contar con el regadío ilegal).
Además, el consumo de agua es bastante mayor que el contabilizado, debido al regadío ilegal, que se abastece mayormente de los cientos de miles de pozos ilegales que se distribuyen por toda la geografía. En este caso la responsabilidad es casi en exclusiva de la administración hidráulica, que lleva muchos años permitiendo ese descontrol.
En definitiva, aunque al menos en los documentos de planificación hidrológica algo ha evolucionado la política hidráulica en nuestro país, lo cierto es que en buena parte es más de lo mismo, pues todavía se mantienen tendencias del pasado, y que parece claro que no van a solucionar los principales problemas actuales relacionados con el agua. La situación de los recursos hídricos cada vez es más preocupante, por la reducción del agua disponible a causa del cambio climático, pero muy especialmente por la gran expansión del regadío, favorecido por el gobierno central y la mayoría de gobiernos autonómicos, y que todo apunta a que va a continuar. Una reducción de los recursos hídricos combinado con un aumento continuado de las demandas nos lleva necesariamente a un colapso hídrico, que se producirá cuando llegue la próxima sequía plurianual que, dadas las características de nuestro clima, tarde o temprano llegará.
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