Pasarse cuatro pueblos

Cuando arranca el día y Manuel se involucra en un ir y venir, sin pararse demasiado a pensar, sus dos nietos se despiden de él en una escuela, sitiada por coches en doble fila, en un barrio al nordeste de Madrid. A Manolo lo conozco hace tiempo. Es uno de esos abuelos, 8 de cada 10 en España, que tienen que echar una mano para que sus hijos lleguen a fin de mes. Es un “viejo parlanchín”, como dice él, y como está lloviznando le digo que se ponga a cubierto, a lo que responde que “será por si atacan, porque están cayendo chuzos de punta”.

Manuel se mete debajo de mi paraguas y, sin ser economista, ni analista, ni máster en nada, pasa de hablarme del tiempo a contarme que a su hija la despidieron, la han contratado ahora por 700 euros al mes, se levanta a las siete de la mañana y vuelve a casa a las nueve de la noche. La hija de Manolo forma parte de esos 8 millones de trabajadores que han sido despedidos en nuestro país durante la crisis. Además, cuando la han vuelto a contratar, ha perdido casi una cuarta parte del sueldo. Según un informe sindical, representa al 10% de los asalariados de menores ingresos con un recorte del 25% en su poder adquisitivo.

Manuel y yo sorteamos un atasco de vehículos, que pitan en el agobio de la hora punta madrileña. Antes de volver a pisar la acera, mi acompañante saluda a otro vecino, mientras me dice que “ese está peor, porque lleva casi cinco años en el paro, tiene dos hijos y ya está sin paga”. Le digo a Manuel que, en esta España nuestra, prácticamente la mitad de los parados ya no tienen prestación. Pueden ser parte de los ¡3 millones de españoles que antes pertenecían a la clase media y de casi el 40% de pobres que habitan entre nosotros! Están ahí. No son marcianos, por mucho que reciban un trato extraterrestre.

“Bueno, ¿adónde vas, Manolo?”, le pregunto. “A casa”, responde. Y añade el tópico de: “¿Y adónde vamos a llegar?”. Pregunta recurrente, pero sabia. “Sinceramente, no lo sé, porque la gente traga”, le digo. Manuel asiente y me da la espalda. Se va y pienso que la fuga de “inversiones” a paraísos fiscales ha crecido un 2.000% en España, que el año pasado el 1% de la población concentró tanta riqueza como el 80% de los más desfavorecidos y que, después de decirnos que “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”, somos el país donde más aumenta la desigualdad de toda la OCDE. Las noticias de hoy hablan de un ministro que reconoce que “nos hemos pasado cuatro pueblos con la austeridad”. Y si solo fuera eso…