Cuando el instinto maternal nos salvó de la pedofilia
Esta semana saltaba la noticia de una nueva detención de una red de pedófilos. Las teles quisieron saber más. Cuatro, por ejemplo, preguntó a “especialistas” (así los denominó, no sabemos expertos en qué) por qué el 99% de los pedófilos son hombres.
“Y es que en los últimos 10 años solo se ha detenido a una mujer, única acusada por consumo y distribución de material pedófilo. 'En el 99% de los casos son hombres' afirma un portavoz de la Policía. Según los especialistas, se debe a que 'tener estas conductas perversas contra los hijos va contra natura'. El instinto maternal provoca el rechazo a consumir pornografía infantil. Es la principal causa que encuentran los expertos, aunque no la única. 'La mujer puede dominar más el control de los impulsos', afirman. En lo que llevamos de año, se han detenido a casi 400 personas, consumidores y distribuidores de pornografía infantil. Todos hombres”.
La biología a veces es muy “hembrista”: naces hombre y ya tienes papeletas para acabar condenado por pedofilia. Las mujeres, una vez más, ganamos en la competición genética. No contentas con ser innatamente más prudentes, cuidadosas, empáticas y hasta más educadas en el transporte público, también traemos de serie algo llamado “instinto maternal” que nos salva de consumir y distribuir contenido pedófilo.
Busqué en el texto la palabra machismo o patriarcado, pero obviamente ni se nombran. En la web y en televisión, de lo que se informa es que la pedofilia es una cuestión de biología. Como la violencia masculina, como el miedo femenino, como el efecto del alcohol, que a ellos los hace más agresivos, pero a nosotras nos hace mas vulnerables. La pedofilia también está relacionada con nuestra genética, dicen los especialistas, tan relacionada como nuestras dotes para la plancha, les faltó decir.
Al parecer no es una construcción social. Nada que ver. Además, y siempre según “los que saben”, existe un “impulso” que nos lleva a todos a consumir pornografía infantil, pero nosotras podemos controlarlo gracias a nuestro “instinto maternal”. Me pregunto por qué las mujeres que no tenemos instinto maternal tampoco consumimos ni distribuimos pornografía infantil. ¿Será un fallo en Matrix? ¿Será que Dios así lo quiso?
¿Cuántas décadas necesitan “los que saben”, los que gobiernan y los que tienen las herramientas que pueden paliarlo para pararse a escuchar al feminismo? ¿Cuántos años lleva el feminismo señalando al patriarcado como foco de las agresiones sexuales y de las relaciones de poder dentro del sexo? ¿Cuánto tiempo más necesitan a las feministas repitiendo una y otra vez que la educación es vital para pensar en soluciones?
Si nosotras no consumimos pornografía infantil es porque no nos educan para ello. Muchos pondrán el grito en el cielo, porque ¿acaso a ellos sí? ¿Quién enseña a nadie a consumir tal pornografía? ¡Si es execrable!
Veamos si es así.
Uno de los libros (con película incluida) más famosos y aclamados del mundo es Lolita de Nabokov, sobre la obsesión sexual de un hombre de unos 50 años por su hijastra de 12. Obsesión que consuma durante todo el libro, por supuesto, con el beneplácito de la cría. Una de las películas más taquilleras es León, el profesional, aquí por suerte no va más allá de una tensión sexual entre los protagonistas: una niña de 12 años y un señor de unos 45. (¿Se imaginan una película donde una señora con edad para ser ya abuela mantuviera relaciones sexuales con un puntito épico con un niño de 12 años? Lo más cerca que existe es El Graduado, pero él tenía 21 años y estaba hasta licenciado. Aun así, la película no muestra este hecho como un elemento más, sino como el centro de todo: una mujer madura acostándose con un chaval, todo lo demás en el film es secundario).
Pero seguimos: ésta es Maddie Ziegler, la bailarina que se hizo famosa con tan sólo 9 años por protagonizar varios videoclips de la cantante Sia. Así es como le sacan rédito económico algunas marcas:
Y ésta es Kristina Pimenova, que con 9 años es la modelo más joven del mundo. Y éstas son algunas de las fotos que las marcas le hacen.
Luego están las miles de escenas en miles de películas, porno y no porno, donde una colegiala con coleta es el súmmum de la sexualidad. ¿Hemos visto muchas referencias al contrario? ¿Mujeres mirando con deseo a colegiales con pantalones cortos?
La normalización de la presencia de la infancia en la sexualidad nos dificulta ver que nos están imprimiendo mensajes que pueden derivar, en su caso más extremo, en la pederastia. Porque, como con todos los demás mensajes, no todas las personas asumimos el rol de ellos en la literatura, publicidad, etc. En los niños y hombres, el papel que cala es el masculino: el que tiene poder. Nosotras, lógicamente, acabamos viéndonos reflejadas en ella: vulnerables, objetos de deseo. Por eso estamos hartos de ver a parejas donde él le saca una o dos décadas a ella, pero muy atípico ver a una señora de 50 paseando de la mano de un chico joven.
Obviamente no todos los hombres acaban consumiendo pornografía infantil, pero es que tampoco todos acaban matando a su mujer. Sin embargo, el nexo es claro: la biología no tiene nada que ver aquí. Estamos, una vez más, ante otra obra del patriarcado.
El problema de desinformar sobre el foco de la pedofilia y de la pederastia (como de muchas otras lacras) y culpar a la naturaleza, no sólo nos aleja de encontrar una solución a los abusos, sino que lanza un mensaje a la sociedad: es algo inherente al ser humano, no hay nada que se pueda hacer.
Y sí se puede hacer, porque si podemos sin ningún esfuerzo nosotras, también pueden ellos.