Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
Mazón adjudica 3,9 millones a dedo a un constructor de Gürtel para obras de la DANA
Populares y socialistas tratan de sortear los vetos a Ribera y el candidato de Meloni
¿Mazón no tiene problemas de conciencia? Opina Esther Palomera

La política y la economía vendrán marcadas por la innovación tecnológica

Economistas Sin Fronteras

Alejandro Represa —

Existe una gran polémica entre los partidos políticos que han concurrido a las elecciones del pasado 20 de diciembre sobre qué tipo de gobierno se conformará, por la tremenda dispersión que ha supuesto el voto de los electores en esos comicios. Ningún partido por sí sólo puede formar gobierno y, lo que resulta más complejo todavía, ni siquiera la unión de dos de ellos (excepto si lo hicieran PP y PSOE) podrían formarlo sin que se abstuvieran algunas otras formaciones. En definitiva, una situación harto complicada.  

Hay en estos días innumerables interpretaciones sobre el significado de los referidos resultados electorales. Interpretaciones que en general elaboran los propios líderes de los partidos y son analizadas por los comentaristas políticos popularmente denominados “tertulianos”. No sé si por casualidad, pero una gran mayoría de éstos coinciden en afirmar que los propios electores no han querido que haya partido político alguno que gobierne con mayoría absoluta y, por tanto, que su interés es que pacten unos con otros, de acuerdo a sus respectivas ideologías. ¿Acaso les han preguntado a los electores qué querían cuando emitieron su voto? ¿no es más probable que cada uno quisiera que su partido alcanzase el gobierno de la nación, y mejor si lo conseguía con mayoría absoluta? En fin, no quisiera yo también caer en la pretenciosa infalibilidad de conocer la intención que guió a los veinticinco millones de electores que acudieron a las urnas.

Sí estoy en condiciones de asegurar que, en no mucho tiempo, por medio de los ordenadores, se sabrá interpretar lo que piensan los ciudadanos con mucha mayor precisión que cualquier comentarista político, por muy bien informado que esté. Al interconectarse con enorme rapidez el mundo a través de Internet, la gente alcanzará un mayor conocimiento de las cosas en tiempo real, debido a la amplísima capacidad cognoscitiva que proporcionan esos revolucionarios ingenios tecnológicos.

Desde principios de este siglo XXI estamos entrando en una increíble transformación digital motivada por un avance tecnológico imposible de imaginar hasta ahora, y que con casi completa seguridad va a diseñar el futuro del progreso mundial.

No hace mucho tiempo, en los primeros años del presente siglo, era muy difícil y costoso analizar y procesar un gran volumen de datos y, sobre todo, almacenarlos. Algo que actualmente se está logrando con una tecnología fácilmente comprensible para prácticamente todo el mundo y que posibilita una colosal capacidad de almacenamiento.

En la historia de la humanidad hemos podido observar cómo se han ido transformando las relaciones políticas y sociales. Desde la desintegración del Imperio Romano a la Edad Media, el descubrimiento de América, el Renacimiento, la Revolución Francesa y la Industrial. En estas épocas, todos los cambios políticos, económicos y sociales fueron muy significativos y señalaron grandes transformaciones en el devenir de la Historia, destacando, por ser el más próximo a nuestro tiempo, el de la Revolución Industrial, con el nacimiento del capitalismo y del marxismo. Este periodo ha ocupado grandes acontecimientos de nuestra reciente historia. Recordemos la Revolución Rusa, las dos guerras mundiales y las gravísimas crisis económicas como la Gran Depresión (1929), la crisis del petróleo (1973), la tecnológica de las puntocom (2001) y, por último, hasta ahora, la crisis conocida de las subprime, o burbuja inmobiliaria y financiera con origen en la quiebra de Lehman Brothers (2008).

El desaparecido comunismo y el capitalismo neoliberal que hoy padecemos nacieron con la máquina de vapor, en 1774. En realidad, el sector con el que más se extendió fue el textil, cuando los fabricantes contrataban a obreros procedentes de las zonas rurales ofreciéndoles sueldos prácticamente de miseria. Y así ha continuado hasta nuestros días.

Ahora estamos en el inicio de una nueva época que quizás pueda llamarse de la Innovación Tecnológica, dando por superada la ya vieja época de la Revolución Industrial. A este respecto, el expresidente de Extremadura Juan Carlos Rodríguez Ibarra ya advirtió en un artículo en julio de 2008 de que “todavía hay gente que se aferra a lo anterior sin darse cuenta que ya no vale para hacer frente a los retos que tenemos por delante”. “Es el momento del todos para todos, representado por Internet, donde 7.000 millones de seres humanos pueden informar y recibir información”, decía, y pronosticaba: “Mientras nos empeñemos en evitar la nueva realidad, estaremos incidiendo en los mismos errores que se cometieron históricamente”.

Keynes ya dijo que las nuevas tecnologías aumentarían la productividad y reducirían a un ritmo sin precedentes los costes de bienes y servicios, pero también pronosticó que, desafortunadamente, reducirían la cantidad de trabajadores necesarios para producirlos. No obstante, la revolución que supone el llamado Internet de las Cosas facilita de tal manera el contacto entre las personas que se pueden multiplicar los espacios de actuación de manera infinita.

La nueva época, con cierta esperanza, puede estar basada en el compartir más que en el acumular y poseer, debido al intercambio directo entre los ciudadanos que a su vez serán productores y consumidores, siendo Internet el promotor de estas nuevas formas de relacionarse.

De esta manera, se impondrá la economía colaborativa sobre la acumulación, enmarcada en el concepto de felicidad impuesto en este mundo capitalista por las grandes corporaciones, deseosas de vender más y más con el objetivo puesto en la cada vez más abundante obtención de ingresos, para seguir acumulando poder y riqueza.

Sin embargo, las futuras generaciones ya empiezan a identificarse con el desinterés y quieren actuar a través de las redes en clave colaborativa. La informática está cambiando de una manera inusitada nuestra forma de vida. Puede traspasar las barreras del tiempo y del espacio al poseer la capacidad de conectar a miles de millones de personas.

Y así, tanto la producción industrial como los servicios (la banca, entre ellos), e incluso la asistencia sanitaria, podrán ser manejados por gente que no necesita agruparse en grandes corporaciones ni complicadas organizaciones, sino que podrán ser utilizados por pequeños grupos de gente, y hasta individualmente.

También es probable que veamos el momento en que las decisiones políticas no se tomen mediante los instrumentos convencionales que hoy conocemos (los partidos), sino que vayan desarrollándose hasta llevar a la sociedad a un nuevo orden político fundamentado en el trabajo colaborativo conectado en red, que se logrará mediante compromisos individuales y colectivos, y que hará evolucionar progresivamente a las viejas ideologías nacidas con la Revolución Industrial.

Economistas sin Fronteras no se identifica necesariamente con la opinión de la autor.

Etiquetas
stats