El PP convierte su desesperación en algarada callejera
Los entonces jóvenes líderes del PSOE, Felipe González y Alfonso Guerra, aceptaron en la Transición, junto al resto del espectro político, amnistiar los crímenes del franquismo. Delitos de lesa humanidad que incluían abominables crímenes, torturas, secuestros, robos… Y que podían conducir a una persona a un cruel martirio de golpes y patadas y vejaciones durante 20 días por ser el responsable del clandestino Sindicato Comisiones Obreras. A Carles Vallejo lo molieron a palos por eso en la tristemente famosa comisaría de Vía Laietana en Barcelona y fue condenado por “propaganda ilegal”. Encontraron en su macuto octavillas con una frase de un poema de Rafael Alberti que decía: “Si los condenas a muerte / si los matas / ellos serán los seis clavos / de tu caja”, referido a las condenas a la pena capital del proceso de Burgos que la presión popular logró se conmutaran por cárcel. Corría el año 1971. Ahora Vallejo ha conseguido que –pese a la AMINISTÍA del franquismo en bloque– la Fiscalía apoye la investigación de, al menos, las torturas de la dictadura porque hay delitos que jamás prescriben según la justicia internacional.
Lo que está sucediendo estos días en España revive recuerdos amargos de una historia trágica de país que ha dejado profundas huellas en los españoles y que la Transición tapó. Porque es lo que hizo. La historia de Carles Vallejo es una gota en un mar inmenso e igual de cruel e injusto. Ahora se entiende mejor la frase de Franco cuando dijo que dejaba todo atado y bien atado con la designación de Juan Carlos de Borbón como su sucesor. Es eso, la monarquía como argamasa de un régimen que se ha prolongado en cuanto quedó en pie, bien maquillado, y todas sus corrupciones y arbitrariedades.
Desde que una de las peores derechas de Europa, el Partido Popular, se ha levantado contra el resultado de las urnas con aterradoras amenazas y soflamas, se advierte la necesidad imperiosa de un fin de ciclo o de dejarles gritar cuanto quieran sin aceptar sus bravatas. ¡Ruptura del Estado de Derecho!, ¡la Constitución hecha trizas!, ¡Humillada la Transición! , dicen, e intentan apoyar su ofensiva a base de algaradas callejeras con amenaza golpista. Algarada en su genuino significado: Tropa de a caballo que en la Edad Media salía a correr y robar la tierra del enemigo . Añadan alboroto y vocerío en otras acepciones. La única solución que tiene España es salir de ese nudo gordiano que nos sujeta por casi medio siglo más, desde que murió el dictador en su cama.
Vamos recordando todas las atrocidades que los dirigentes del Régimen del 78 aceptaron en aras de la democracia tutelada que recibimos. Y que hemos venido contando y detallando someramente porque sería un nunca acabar. Aceptaron y promovieron. Porque son los que vendieron España. Los que han usado la ley a su completa disposición. Los que se niegan a que sepamos lo que guardan bajo llave del secreto oficial lo que hicieron en la Transición y después.
Y vemos también a los guardianes del nudo. Porque hace falta tener unas tragaderas personales muy amplias para enarbolar la bandera de la rebelión contra un gobierno del PSOE, siendo antiguos dirigentes del mismo partido que aceptaron amnistiar los crímenes del franquismo. solo para empezar. Hay veces que estas cosas sirven para actualizar en la memoria ciertas trayectorias.
Por supuesto que no todo fue negativo ni mucho menos, pero las manchas casan mal con la limpieza. Socialistas de la misma época hablan muy distinto a los líderes de la revuelta. Luis Yáñez, otro histórico del PSOE, les dice: “No, ni existe una traición a la transición ni la democracia está en peligro, abandonemos los egos y aceptemos que nuestro tiempo pasó (…). El riesgo político de España está en otro lado, en la creciente entrega del PP a las posiciones de VOX. Ese es el peligro y no otro”.
El caso es que viejos y nuevos dirigentes del PSOE se han movilizado junto a la derecha más extrema dispuesta a pasarse por el forro el resultado de las urnas. La excusa es una ley de amnistía, la excusa. Y los medios apoyan con fruición. Hasta el Telediario de TVE se apuntó ya a calentar motores.
La derecha, una vez que le pilló el gusto a manifestarse en la calle –algo prohibido en los tiempos de su hegemonía– no sale de ella. Esta vez van a fletar autobuses para que los simpatizantes del PP confluyan en Madrid... a protestar por lo que vaya a hacer un candidato sin designar, dos días antes de que opte a la investidura en el Congreso el suyo: Alberto Núñez Feijóo. No sé si se acuerdan de él. Ahora habla menos. De vez en cuando aparece en alguna pantalla suplicando que algún trásfuga le vote. Siempre todo igual de deshonesto. Se oye más a todo el resto de la corte, encabezado por la anfitriona Isabel Diaz Ayuso. ¿Anfitriona? Así la han designado. Da vergüenza ajena ver a Moreno Bonilla, Cuca Gamarra, Esperanza Aguirre y tantos otros pidiendo en todos los tonos un par de pares de tránsfugas que les arreglen la falta de votos.
Feijóo, en el colmo ya del patetismo, pidió el apoyo de García Page que en principio se lo ha negado aunque parecen coincidir bastante en criterios. Feijóo ha sido el político que más rápidamente se ha destruido a sí mismo al afrontar de forma tan errática su aventura estatal. Ayuso ya trabaja por su cuenta. Un tanto precipitadamente porque a ella le pasará con gran probabilidad lo mismo que a Feijoo en Madrid: en España no lo tiene tan fácil, no hay tanto dinero para regar a tantos medios que la ensalcen. O sí, se puede dejar sin comer a más niños o dar alimentos podridos a más ancianos. Lo peor es que ha conseguido que buena parte de España deteste su Madrid, a nivel de arcadas incluso. Y el protocolo de la vergüenza en la pandemia pende sobre ella aunque haya que ir a Europa a buscar justicia. El amigo narco de Feijóo espantó en la UE y no sabemos qué pensarán de la muerte sin asistencia médica de más de siete mil ancianos. Hay mucho interés ultra en Ayuso, tan maleable a los mensajes por su falta de escrúpulos y empatía, pero veremos.
De momento, Ayuso y su plataforma con mares y aznares y una prensa subvencionada entregada la misión, lo que quieren es el poder. Cuando llaman a los ciudadanos a la calle, poniendo a este pobre valido de Ayuso a pasearse pidiendo bronca, lo que quieren es el poder. ¿Para qué? Traduzcamos:
Vienen días intensos. Habrá que ver cuántos secundan el domingo la protesta urdida con artificios de la derecha del PP y del PSOE. Las versiones mediáticas y de cómputos de asistentes contados a mano como en el siglo pasado. Los discursos incendiarios, la sonrisa de triunfo de la favorita coyuntural, la cara de pasmo del candidato roto. Y luego el agónico viacrucis de la investidura si se cumplen los pronósticos de la lógica. Y vuelta a empezar con el camino hacia un gobierno progresista que parece tener los apoyos necesarios –en principio–, cuajado de zancadillas, y fosos de bestias mucho peores que leones hambrientos. Quieren el poder, no les gustan las esperas, cuentan con un número notable de seguidores poco escrupulosos con la falta de ética y una inmensa ambición. Habría que desatar el nudo que debe estar ya muy enmohecido. Hay que pasar página.
El riesgo es el que dice Luis Yáñez y cualquier demócrata: el riesgo es el Partido Popular y, más, unido a Vox. Y quienes haciéndose pasar aún por socialistas intentan, con ellos, desestabilizar un futuro gobierno progresista. Se han expuesto en exceso para lograrlo y ya son muchos más quienes les conocen mejor. Por alguna razón les merece la pena.
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