¿Y si el lazo rosa fuera un fake?
Poca gente sabe que el lazo rosa que busca concienciar sobre la importancia y necesidad de luchar contra el cáncer de mama en realidad tiene más de fake que de idea original. Desde los años noventa vienen contándonos un cuento de hadas que romantiza e idealiza una enfermedad mortal que no tiene nada de rosa, una enfermedad que en la última década ha matado a más de 65 mil mujeres solo en nuestro país, que fue diagnosticada a más de 2 millones en todo el mundo durante el año 2020 y cuyas supervivientes tienen que enfrentarse a numerosas secuelas y efectos secundarios de los tratamientos en medio de un halo de diosas que no responde a su realidad y a su día a día. Como dicen tantas mujeres, y la última vez se lo escuché a Raquel Haro (autora de Me falta una teta), “el cáncer de mama no es rosa, es un puto marrón”.
No es muy conocida la intrahistoria del lazo rosa. Su supuesta heroína, la empresaria Evelyn Lauder (directiva de la marca Esteé Lauder), en realidad no inventó ni impulsó nada. Más bien se aprovechó de la idea y el símbolo cuando su verdadera creadora, Charlotte Haley, se negó a cederle la imagen del “lazo color melocotón” a cambio de dinero. Aquella mujer de 68 años, nieta, hermana y madre de mujeres que habían luchado contra el cáncer de mama fue la verdadera pionera, desde el comedor de su casa, de todo un movimiento de concienciación que estaba dirigido a la necesidad de que el Gobierno invirtiera más dinero en investigación para hacer frente al cáncer de mama. Su interés no era comercial sino cien por cien centrado en la causa que lo impulsaba, cien por cien lograr que se investigara más para que murieran menos mujeres.
Con su negativa, Charlotte Haley logró que su lazo melocotón sea ahora historia olvidada y comenzase una historia de amor tóxico entre capitalismo y enfermedad, otra más. Está claro que la imagen del lazo rosa es universal y que su uso ha permitido recaudar grandes cantidades de dinero, pero también es necesario subrayar que estas han supuesto importantes ingresos para estas empresas. Es cierto que se ha creado un estado global de concienciación sobre el cáncer de mama, pero de una forma idealizada que edulcora la gravedad de las cifras y pone el foco en las mujeres “valientes” que sufrimos la enfermedad y que nos convertimos, en medio de uno de los peores momentos que se pueden vivir, en iconos perfectos de las campañas de marketing. Cuanto más se romantice el cáncer de mama más fácil será la venta y el click, en esto consiste el pinkwashing. Es ingenuo obviar que el interés empresarial por el lazo rosa es el lucro, no la salud; de lo contrario todas las empresas que se tiñen de este color en estos días, donarían el 100% o, al menos, un porcentaje digno. Algo que no está sucediendo.
Precisamente de pensar antes de ponernos un lazo rosa va la última campaña de Teta&Teta que se ha sumado a otra denominada #ThinkBeforeYouPink y que surgió hace veinte años. Ambas quieren dejar en evidencia la falta de compromiso real de la mayor parte de las empresas que se tiñen de rosa en este mes de octubre y cómo sus estrategias de marketing son cada vez más engañosas y ambiciosas en cuanto a los beneficios que quieren sacar a costa de un consumismo irracional que alivia conciencias y no va al centro del problema.
Yo, como alguien que está, en este momento, en un tratamiento por un cáncer de mama solo puedo añadir que este no va de mujeres valientes sino de mujeres que sobreviven a la enfermedad y de mujeres que no, y no es su (nuestra) responsabilidad que esto suceda. El cáncer de mama, como todos los canceres, va de vivir o no vivir. Por eso, la pregunta que ojalá logremos que resuene hoy en todas las instancias que pueden influir en las expectativas de vida de esta enfermedad es qué se necesita para que cada vez sean más las mujeres supervivientes y mejor su calidad de vida. La salud debe ser el único interés en cada una de las campañas. La salud desde lo público y de manera integral.
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