Urge una transición
Avanza un proceso de represión por parte del Estado del que cada día conocemos un nuevo y grave episodio pero que no sabemos a dónde nos conduce. O sí: por definición, seguro que a nada bueno; que se lo digan a los detenidos, imputados y encarcelados, que se lo digan (¿nos los digan?) a los vigilados. Es un proceso de persecución y acoso contra la disidencia en cualquier grado, desde las personas activistas (ciudadanía responsable y comprometida) al alegre y lenguaraz tuitero. Un proceso que alcanza el paroxismo del autoritarismo más ridículo en episodios como prohibir la entrada a un estadio de fútbol con una prenda amarilla. Es difícil concebir mayor estupidez, solo que cuando la estupidez es represiva deja de ser inocua. Y, en términos de comunicación política (la represión lo es: lanza un mensaje inapelable), no puede haber nada más amarillista que perseguir el color amarillo. Ojalá se quedara en juego de palabras, pero no.
El proceso que avanza produce un doble asombro: por su dureza y porque no estamos siendo capaces de frenarlo. Ante lo que sucede cada día (esas detenciones, esas imputaciones, esos encarcelamientos) hay algo que debiéramos hacer y no estamos haciendo. Quizá por desgaste, por hartazgo. Quizá porque no sabemos qué hacer. El desgaste y el hartazgo convienen al sistema, son bienvenidos por las instituciones del Estado al servicio de la represión. Nada nuevo bajo el sol: lo mejor para la manipulación, el agotamiento. Es en lo que a nosotras respecta, es decir, en no saber qué hacer al respecto, donde hoy encallan nuestra acción y nuestro ánimo político. La semana pasada detuvieron en Tenerife a un activista social por escribir en Facebook “los Borbones a los tiburones”. Más de seis vehículos policiales se presentaron en su casa y Roberto Mesa fue detenido, esposado y conducido hasta dependencias de la Policía Nacional, donde fue retenido y puesto a disposición judicial. Está en libertad provisional tras declarar ante el juez por un presunto delito de odio e injurias a la Corona, recogido por la Ley Mordaza (¿tan mal le va a la Corona que necesita de un delito específico?).
Teniendo en cuenta que el caso del activista Mesa es solo un ejemplo entre muchos, cabe que nos preguntemos: ¿qué hacer ante este abuso de poder?, ¿cómo debemos reaccionar? Si los mecanismos de control de ese poder ya no son suficientes, si la información exhaustiva ya no es suficiente, si la experiencia previa no sirve, ¿qué podemos hacer? Son preguntas a las que debemos encontrar respuesta. Ya no basta solo con resistir, pues las expectativas no parecen favorables y el aparato represor va a toda máquina. A su dinámica corresponde la existencia de presos políticos, catalanes y no catalanes (recomiendo este artículo de Ramón Cotarelo y apoyo la creación de la 'Comisión Chomsky'). A su dinámica corresponden el agresivo “dispositivo de seguridad” que protege a Cifuentes de los periodistas; la admisión a trámite por un Juzgado de Madrid de la querella criminal que la susodicha ha presentado contra Escolar y Ejerique por informar sobre la corrupción de su máster; la investigación judicial a Willy Toledo por cagarse en dios… Ya solo son un puñado de ejemplos entre cientos.
Ante este panorama resulta evidente que la calidad democrática española es muy deficiente y que es urgente la defensa de unos derechos fundamentales –como son la libertad de expresión y la libertad de prensa- que están siendo vulnerados con creciente autoritarismo por el Gobierno de Rajoy, con el apoyo del poder judicial y sus brazos policiales y con la connivencia de la Corona. Ante esta pérdida cada vez más preocupante de control social, urge repensar los mecanismos de regeneración democrática, urge el rescate de un Estado al verdadero servicio de los ciudadanos, urgen políticas de cambio contundentes, urge reconsiderar el modelo de Estado y la cuestión territorial. Urge buscar el camino para avanzar en sentido contrario a la represión. Porque nos estaban dejando en pelotas en sentido figurado pero ahora ya es sentido estricto si vistes de amarillo. Con este o cualquier gobierno del PP ese camino no es posible, como no lo será con un rey que no solo se ha puesto a su espuria disposición sino cuya existencia institucional está tan cuestionada como para justificar una consulta popular sobre su permanencia. Urge una transición. Pero estamos tan encallados que da vértigo.