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Estrés

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Ya no se puede cantar aquello de “el final del verano llegó...”, porque aún queda algunas semanas para que el otoño del calendario llegue, y porque no se sabe a ciencia cierta si las temperaturas veraniegas se prolongarán mucho más días transformando nuestra realidad en un verano muy, muy, muy largo en la lectura del termómetro.

Lo que sí se puede entonar es que las vacaciones tocaron a su fin y se vuelve a la cotidiana realidad que provoca en ocasiones estrés postvacacional. Este viene dado por pasar de la ociosidad más absoluta a la actividad, de un día para otro, sin pasar por una cámara de descompresión vacacional.

Esta dolencia la sufren los que tienen un trabajo fijo. Los temporeros o temporales no llegan a conocer lo que esto significa. En el caso de estas personas se da otro tipo de estrés más cruel por aquello de lo duradero de su situación laboral.

Parece que nuestro planeta también sufre estrés. No hay más que sentir los cambios de ánimo que ofrece a cada momento y en cada lugar la Madre Naturaleza. Que si calor extremo, que si inundaciones, que si frío polar, que si desertización...

Y, mientras tanto, nosotros a lo nuestro. Seguimos atiborrando los mares de restos plásticos, continuamos sin poner remedios para evitar incendios, persistimos en seguir contaminando proponiendo remedios a largo plazo cuando ya casi no hay vuelta atrás... Es ya tan patente el cambio climático que las sugerencias van dirigidas a adaptarnos a las alteraciones atmosférica.

Pero, igual que otros no corren el peligro de sufrir el estrés postvacacional por la falta de empleo, una gran parte de los habitantes del planeta ( la gran mayoría) no tienen como subsanar estas adaptaciones recomendadas. Ya se comenta que a las emigraciones provocadas por las huidas de las guerras y del hambre, se unirán en las próximas décadas las provocadas por la desertización de sus hábitats.

Hasta los argumentos de las cientos de películas distópicas que se han filmado van perdiendo el calificativo de ciencia ficción. Si Julio Verne hubiese vivido en la época que nos ha tocado vivir a nosotros, tal vez hubiese relatado nuestro próximo futuro. Si las novelas del célebre escritor francés fueron consideradas por sus coetáneos como de ciencia ficción, y el tiempo ha venido a demostrar que sus relatos fueron anticipaciones, las advertencias de la comunidad científica actual sufre parecidas calificaciones por parte de los Poderes Económicos que manejan todo este tinglado.

“Un mínimo bien usado es suficiente para todo”, escribió Verne en una ocasión. Ponerlo en práctica es cuestión de voluntades, pero los hay que no están por la labor. Así que, ¡bienvenidos al futuro! En sentido paradójico, claro.

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