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No me salen las cuentas
Decía Bill Clinton, al inicio de la campaña electoral para desbancar al imbatible George W. Bush (padre) en las elecciones de 1992, “es la economía, estúpido, es la economía”, conocedor de la realidad sociopolítica de su país, de su historia y de su cultura, donde todo es negocio. En EE.UU., mayoritariamente se vota con el estómago. Si la economía no funciona (la que afecta al bolsillo del ciudadano común), no hay discurso que valga. Así, Bill Clinton ganó sus elecciones.
En España (y de alguna manera también en el resto de Europa) poco a poco hemos dejado de votar por ideología, entendida esta, por el conjunto de valores que configuran, lo que los alemanes denominan “Weltanschauung”, es decir, una concepción del mundo y una manera de estar socialmente en el mundo. Poco a poco hemos optado por el bolsillo. No lo digo como crítica o como desvalor, sino como la descripción de una realidad. España no es la España de los 70/80 (profundamente ideologizada), es la que es.
Por ello, no me salen las cuentas. Resulta que en España hay más de 20 millones y medio de trabajadores (en sectores industriales, turismo, agrario, médicos, enfermeras, profesores, funcionarios…) que tras las medidas adoptadas por el Gobierno de coalición están viendo mejoradas sus condiciones sociolaborales de una manera notable, después de sufrir años de recortes de las mismas, por los gobiernos de M. Rajoy. El SMI (Salario Mínimo Interprofesional) ha subido un 36% (la mayor subida de la historia en España), poco a poco van desapareciendo los miserables contratos de días o semanas en pro de contratos más estables, gracias a la reforma laboral. Durante la pandemia, empresas y trabajadores pudieron resistir la paralización de la actividad económica gracias a los ERTE (Expedientes de Regulación Temporal de Empleo) aplicados por el Gobierno.
En España hay (somos) más de 9 millones de pensionistas que, a partir del 1 de enero, vamos a tener un incremento de nuestras pensiones del 8,5% (otro récord histórico) frente al raquítico 0,5 que nos aplicaba M. Rajoy.
El presupuesto para becas universitarias se ha incrementado en un 35%. Se ha implementado la gratuidad en el transporte público para universitarios y en la cultura se han creado bonos para un mejor acceso a la misma.
No vamos a entrar en todas las leyes que nos han hecho avanzar en derechos civiles y en la lucha contra la lacra del machismo, de sobra conocidas por todos/as y que PP/Vox han combatido con dureza.
Y si queremos apreciarlo en términos de macroeconomía, no hay más que echar una mirada a los números, a los datos, en comparación con el resto de Europa, en crecimiento económico, inflación, creación de empleo... con el telón de fondo de la guerra en Ucrania.
En conjunto, más del 80% de la población está siendo beneficiada por las medidas del primer Gobierno de coalición de España. Sin embargo, encuesta tras encuesta (a excepción de las de Tezanos) el PP, el que practicó a las clases medias y trabajadoras los recortes más duros de Europa, aparece como ganador y con probabilidades de formar Gobierno con la extrema de derecha de Vox. Es verdad que todavía queda un año para las elecciones y todo puede pasar, pero la foto fija de las encuestas es la que es a día de hoy.
Sesudos analistas de la cosa pública interpretan esta anomalía como el desafecto que los beneficiarios de la acción del Gobierno tienen, ante la desunión de la izquierda, ante sus batallas internas. Otros, a la capacidad de impregnación que en el tejido social tienen los discursos cínicos que la derecha tiene sobre supuestos filoetarras, asesinos, que están en el Gobierno (¿recuerdan a la portavoz en el Congreso del PP, Cayetana Álvarez de Toledo, dirigida al entonces vicepresidente del Gobierno: “Señor Iglesias, usted es hijo de un terrorista”?) y las dirigidas al mismísimo presidente Sánchez, acusándole de bolivariano, autócrata y enemigo de la libertad.
Lo primero, hablaría en favor de una sociedad sensible, exigente, crítica. Lo segundo, me temo que nada positivo se puede extraer de un cuerpo electoral inexorablemente avocado a la cultura trumpista, en la que “es la economía estúpido, es la economía” de 1992 ya no tiene sentido porque ha sido superada por una nueva “ideología” que camina paralela al cambio climático. Al sálvese quien pueda.
Por eso no me salen las cuentas.
Decía Bill Clinton, al inicio de la campaña electoral para desbancar al imbatible George W. Bush (padre) en las elecciones de 1992, “es la economía, estúpido, es la economía”, conocedor de la realidad sociopolítica de su país, de su historia y de su cultura, donde todo es negocio. En EE.UU., mayoritariamente se vota con el estómago. Si la economía no funciona (la que afecta al bolsillo del ciudadano común), no hay discurso que valga. Así, Bill Clinton ganó sus elecciones.
En España (y de alguna manera también en el resto de Europa) poco a poco hemos dejado de votar por ideología, entendida esta, por el conjunto de valores que configuran, lo que los alemanes denominan “Weltanschauung”, es decir, una concepción del mundo y una manera de estar socialmente en el mundo. Poco a poco hemos optado por el bolsillo. No lo digo como crítica o como desvalor, sino como la descripción de una realidad. España no es la España de los 70/80 (profundamente ideologizada), es la que es.