Desde que estalló el conflicto en Sudán del Sur el pasado mes de diciembre, miles de personas como Kuir Mayen tuvieron que huir de sus hogares dejando todo tras ellas para llegar a un campo de desplazados y enfrentarse al hambre. Kuir, madre de 5 hijos, tiene ahora que caminar ocho horas para conseguir agua potable. Tampoco tiene lo suficiente para comer. Ella quiere volver a casa para poder ofrecerle una vida mejor a sus hijos, pero su casa fue destruida, e igual que los más de 1,3 millones de desplazados, necesita que su país recupere la paz.
Kuir Mayen es sólo una de las caras que representan las impactantes cifras que ha traído consigo el conflicto: más de 10.000 muertos, un millón de desplazados internos, 360.000 refugiados y cinco millones de personas con necesidades humanitarias urgentes, a los que hay que incluir a 200.000 niños que sufren malnutrición severa, están viviendo un gran drama.
Las personas que han huido de la violencia han dejado atrás sus posesiones, cosechas o ganado y se encuentran sin dinero para comprar comida y agua. Muchas no han podido plantar sus cosechas, ni tienen comida almacenada, por lo que se enfrentan a una situación desesperada en los próximos meses. Las que están hacinadas en campos de desplazados se ven expuestas a enfermedades contagiosas como el cólera. Además, las lluvias y el conflicto provocan que el acceso de las personas a la ayuda se convierta en un reto mastodóntico.
Organizaciones como Oxfam han respondido a la crisis desde su comienzo y tratado de superar todos los retos para atender a más de 261.000 sur sudaneses con alimentos, agua o cuidados higiénicos, que se ponen también a disposición de miles de afectados por el cólera.
Pero su situación aún puede empeorar. Los donantes internacionales comprometieron el mes pasado en Oslo 600 millones de dólares para resolver esta crisis. Si esta ayuda no se desembolsa o si no se incrementa urgentemente, más de siete millones de personas estarán en riesgo de sufrir una hambruna en los próximos meses.
El acuerdo alcanzado el pasado martes entre el presidente sursudanés, Kiir, y el ex presidente Machar es bienvenido, pero llega muy tarde. Buena parte de la población ha perdido todo y llevará meses o años recuperarlo. Es vital que ambas partes depongan las armas y busquen una paz fuerte y duradera que tenga en cuenta las voces de la población.
Estos líderes deberían escuchar el significado que niños como Kuot o Tuor le den a la palabra paz. Para el primero, de ocho años, la paz significa no tener miedo. Para el segundo, un par de años mayor que Kuot, vivir en paz es dejar que los demás vivan como él. Ambos mensajes son sencillos, pero aciertan en que el conflicto en Sudán del Sur debe remitir para que el joven país vuelva a vivir con esperanza.
Desde que estalló el conflicto en Sudán del Sur el pasado mes de diciembre, miles de personas como Kuir Mayen tuvieron que huir de sus hogares dejando todo tras ellas para llegar a un campo de desplazados y enfrentarse al hambre. Kuir, madre de 5 hijos, tiene ahora que caminar ocho horas para conseguir agua potable. Tampoco tiene lo suficiente para comer. Ella quiere volver a casa para poder ofrecerle una vida mejor a sus hijos, pero su casa fue destruida, e igual que los más de 1,3 millones de desplazados, necesita que su país recupere la paz.
Kuir Mayen es sólo una de las caras que representan las impactantes cifras que ha traído consigo el conflicto: más de 10.000 muertos, un millón de desplazados internos, 360.000 refugiados y cinco millones de personas con necesidades humanitarias urgentes, a los que hay que incluir a 200.000 niños que sufren malnutrición severa, están viviendo un gran drama.