Estamos en la era de los gurús económicos. Vivimos unos tiempos convulsos y los ciudadanos demandamos cada vez más la opinión cualificada de reputados expertos mediáticos que nos orienten ante las constantes turbulencias económicas. Los expertos, conocedores del interés que despiertan, ponen a prueba nuestro sosiego con sus pronósticos sobre inminentes colapsos, caídas, rupturas, quiebras, entre otros escenarios desalentadores.
Cualquier lector habrá sentido pavor al leer o escuchar algunos de sus augurios. Un ejemplo. Quizás algunos recordarán cómo el hiperactivo premio Nobel Paul Krugman advertía justo hace un año de la inminente salida de Grecia de la Eurozona, el consiguiente ‘corralito’ bancario de España y el posterior fin del euro. Krugman se atrevía a poner una fecha precisa a tal escenario apocalíptico: junio de 2012. Tras casi un año del vencimiento de ese plazo, seguimos pagando en euros.
Obviamente, los pronósticos fallidos no son patrimonio exclusivo de los economistas. Muy probablemente la gran mayoría de los expertos mediáticos en otros campos tampoco saldrían muy bien parados de un repaso exhaustivo en las hemerotecas. Es evidente que en un mundo tan complejo como el nuestro es imposible que los expertos puedan vislumbrar el futuro siempre con acierto. Los ciudadanos son conscientes de ello y, por supuesto, no les consideran infalibles. No obstante, la mayoría de nosotros tenemos la convicción que el experto tiene, al menos, una mayor capacidad predictiva a la del resto de la población. Al fin y al cabo, tantos años de estudio y experiencia deberían forzosamente traducirse en una mayor clarividencia sobre lo que nos depara el futuro.
Pero, ¿realmente es así? No estén tan seguros de ello. El psicólogo político Philip Tetlock, intrigado precisamente por la supuesta capacidad predictiva de los expertos, analizó a lo largo de más de una década 30.000 predicciones de casi 300 expertos de diferentes campos. De su trabajo se desprendía una conclusión desconcertante: nuestros economistas, politólogos, sociólogos o periodistas de cabecera, que con tanto interés leemos o escuchamos en los medios de comunicación, no suelen tener mayor capacidad predictiva a la de cualquier ciudadano mínimamente informado. Es más, según el trabajo de Tetlock, la mayoría de expertos tendrían dificultades en vencer simples algoritmos estadísticos o incluso a un grupo de orangutanes de Borneo eligiendo a ‘pito-pito-colorito’ entre diferentes futuribles. En definitiva, las maquinas y el azar han demostrado tener una mayor capacidad predictiva que muchos de nuestros expertos.
¿Por qué predicen tan mal los expertos y gurús mediáticos? Y más importante aún, ¿por qué a pesar de ello seguimos creyéndoles? En realidad, una parte importante del problema es que los expertos pecan de un exceso de confianza. De hecho, cuanto más conocimientos y mayor reputación goza el experto, mayor es la seguridad que depositan en sí mismos y en sus aseveraciones. Esta confianza exagerada en su talento lleva a los expertos a arriesgarse en sus pronósticos y a sobreestimar sucesos poco probables, sobre todo si estos son catastróficos y de gran impacto.
Obviamente, no todos los expertos son iguales. Según Tetlock, existen dos tipos (ideales) de expertos: los erizos y los zorros. En la naturaleza, los erizos siempre responden a los ataques de sus depredadores del mismo modo: se transforman en una bola de pinchos. En cambio, los zorros tienen un mayor repertorio de defensa y cambian su estrategia en función de la coyuntura. Tetlock recurre estas diferentes estrategias de defensa animal para describir los distintos tipos de expertos. Por un lado, el experto erizo suele tener unas convicciones poco flexibles y siempre intenta explicar los fenómenos que rigen el mundo recurriendo a una misma interpretación teórica e ideológica. Por el otro lado, el experto zorro tiene convicciones menos profundas y desconfía de que la realidad pueda explicarse de forma sencilla, parsimoniosa y usando siempre los mismos principios teóricos.
Entonces, ¿nos fiamos de los erizos o de los zorros? Tetlock lo tiene claro: apuesten por los zorros. Según sus datos, éstos últimos demuestran una capacidad predictiva superior a la de los erizos. Y eso es así porque los erizos (especialmente los altamente ideologizados) tienen una mayor tendencia a ignorar aquella evidencia inconsistente con su visión de cómo funciona el mundo y sólo prestan atención a los datos que reafirman sus convicciones. En cambio, el experto zorro no obliga a la realidad a adaptarse a sus creencias sino que es él el que se adapta a la realidad.
Por supuesto, no es mi intención evaluar el pedigrí de zorro (o erizo) de nuestros expertos mediáticos. Seguro que ustedes mismos pueden poner ejemplos de cada uno de ellos. Pero sí me tomo la licencia de ofrecerles un consejo. Antes de decidir si fiarse de los augurios de un experto pregúntense primero: ¿es erizo o zorro?
Hasta ahora he intentado convencerles de que los expertos mediáticos son un colectivo con grandes déficits a la hora de predecir el futuro. Pero, seamos honestos. Es muy probable que parte de la culpa no sea suya sino de la misma audiencia. Al fin y al cabo, ¿realmente escucharíamos con el mismo interés a un experto evasivo que admitiera que el futuro es demasiado incierto como para poder hacer predicciones precisas?
Por lo general, no somos muy amantes de la ambigüedad. Demandamos a nuestros expertos claridad, simplicidad y concreción en sus pronósticos. Y, por descontado, cuanto más dramatismo e impacto tengan sus aseveraciones, mayor atención les prestaremos. Entonces, quizá no sea tan raro que los expertos mediáticos acaben, al final, siendo mayoritariamente erizos. Si la audiencia prioriza la simplicidad y el impacto, entonces está premiando al gurú histriónico que sobreinterpreta los datos y castigando al experto moderado que opta por la aburrida vía de la prudencia.
En definitiva, no pretendo fomentar el descrédito generalizado al colectivo de expertos, sino más bien relativizar su poder predictivo y, sobre todo, prevenirles de la proliferación de erizos en nuestros medios de comunicación. Es necesario que entre todos fomentemos al experto zorro, especialmente ahora, cuando nuestro panorama mediático se encuentra cada vez más ideologizado y polarizado.