¿Por qué una lotería?
Porque cada combinación de un padre y una madre podría llegar a producir más de 70 billones de bebés genéticamente únicos. Nuestro genotipo, nuestra secuencia completa de ADN, es el resultado de una lotería genética, es fruto del azar, de la misma manera que es azaroso, y por lo tanto está fuera de nuestro control, haber nacido en una granja del sur de Francia, en una familia de ingenieros de Silicon Valley, o en una favela brasileña. Somos fruto de dos loterías, la genética y la social que, sin embargo, lejos de ser deterministas son probabilísticas y por lo tanto complejas y llenas de matices. Los genes, como la familia en la que se nace, no marcan a hierro nuestro destino, pero sí lo condicionan.
En el estudio de la influencia de los factores sociales en un fenómeno, un enfoque basado en un único factor –pongamos el análisis del riesgo individual de experimentar pobreza basado únicamente en el nivel educativo– sería considerado extremadamente ingenuo. De similar manera, la influencia de los genes en la mayoría de fenómenos que nos interesan tampoco se puede explicar por un solo gen. No existe un único gen para explicar el rendimiento escolar, las enfermedades mentales o la longevidad; se trata de fenómenos “poligénicos”.
¿Cuál es el premio?
Se juega a la lotería para ganar, sea dinero o algo que compartir con amigos. En la lotería genética, hay genes que predisponen a ciertos fenotipos (los ojos de un determinado color, una cierta estatura, mayores puntuaciones en pruebas estandarizadas, más persistencia en las tareas, más riego de padecer una enfermedad…). En la lotería social, hay familias que predisponen a obtener más cantidades de ciertos tipos de recursos. No obstante, no todas las diferencias entre individuos en la suerte genética y social son igualmente relevantes. Los fenotipos o recursos que se valoran en una sociedad concreta están construidos socialmente. Por fortuna, las recompensas sociales no se reparten, al menos explícitamente, según la suerte experimentada en el reparto de ciertos fenotipos como el color del cabello, aunque claramente la propensión –genética o inducida por los recursos familiares– a presentar genotipos que correlacionan con la salud mental o el éxito escolar pueden otorgar ventajas considerables en las sociedades actuales.
¿Son independientes la lotería genética y la social?
No, la suerte que se tiene en cada uno de los dos sorteos no es, en realidad, independiente: hay una clara interacción entre ambos. En numerosos estudios se ha demostrado que las personas con genes “más afortunados” para explicar resultados escolares son también las que crecen en entornos (familiares) más conducentes a tener éxito educativo. Por ejemplo, los niños que a los dos años de edad son capaces de repetir más sonidos (una ventaja claramente genética) reciben más estimulación por parte de sus padres (una ventaja claramente social), lo que aumenta aún más sus probabilidades de puntuar alto en pruebas relevantes en la escuela.
¿Por qué se suelen usar argumentos genéticos para justificar el racismo?
Porque se hace un uso erróneo de los estudios basados en datos genéticos. El análisis genético puede informar sobre diferencias dentro de los grupos, pero no sobre diferencias entre grupos. La mayoría de estudios genéticos están realizados a partir de muestras de personas blancas con ancestro del norte de Europa y la portabilidad de los resultados a otros ancestros es muy cuestionable. En sociedades étnicamente diversas como las contemporáneas, los resultados de estos estudios no pueden ni deben aplicarse de manera frívola o directamente torticera. Además, el valor social que atribuimos a un determinado fenotipo (por ejemplo, a lograr estudios universitarios) depende de factores históricos y culturales y no es necesariamente constante. De ahí que las conclusiones de los estudios genéticos para tratar de explicar diferencias entre grupos (razas, por ejemplo) sean erróneas.
¿Qué pesa más, los genes o el ambiente?
Por fin disponemos de estimaciones fiables que cuantifican el peso relativo de los factores genéticos y de los sociales en fenómenos complejos como por ejemplo obtener un título universitario (en los EEUU en 2018). Las brechas en ambas loterías son sorprendentemente similares. Si comparamos individuos cuyas familias estaban en el cuartil(cuarto) de población más pobre y más rica (en términos de renta familiar), los hijos de las familias ricas tenían tasas al menos cuatro veces más altas de graduación en la universidad que los hijos de familias pobres. Cuando se comparan, de forma análoga, las tasas de graduación de individuos que nacieron en el cuartil(cuarto) de la población con genes menos “favorables” a la educación y a aquellos en la parte alta de la distribución, las diferencias también son de uno a cuatro. Pesan lo mismo, pues, un kilo de hierro y un kilo de plumas.
No obstante, aunque se ha avanzado sustancialmente en el estudio de los genes que correlacionan con ciertos fenotipos complejos, como el éxito escolar, y se ha podido incluso cuantificar su peso, las explicaciones sobre mecanismos siguen siendo una asignatura pendiente en ese campo. Igual que en las ciencias sociales nos enfrentamos aún a cajas negras por abrir, en los estudios genéticos hay también mucho margen para entender por qué ciertos genes se asocian con ciertos fenotipos. Aun así, se puede afirmar con bastante confianza que las diferencias genéticas entre individuos, al igual que las diferencias en los recursos familiares entre individuos, causan diferente acceso a recursos valorados socialmente, dando lugar a desigualdades sociales.
¿Se deben corregir los resultados desiguales de la lotería genética?
Sí. Igual que ocurre con la lotería social, en la que entendemos que se debe atender a las inequidades que se deben a la distinta suerte que se tiene (nacer en una familia acomodada o en otra con riesgo de pobreza, por ejemplo), las que surgen de la lotería genética nos deberían resultar igualmente incómodas. Las inequidades que se generan como consecuencia de la desigual suerte en la lotería genética pueden, por supuesto, tener soluciones ambientales. Si a nadie le sorprende que la miopía, venga ésta de factores genéticos o del entorno, se corrija con unas gafas –una intervención ambiental universalmente efectiva, barata, sencilla y escalable– no se comprende que se muestre más remilgo a la hora de plantear intervenciones sociales para mitigar otros tipos de fenómenos causados (en el sentido laxo del término) por la lotería genética. La ciencia interesada en las desigualdades sociales y la política social deberían evitar el fatalismo que considera las diferencias genéticas inevitables y sus consecuencias no abordables.
Una conclusión optimista
El improductivo maniqueísmo que ha polarizado durante décadas el debate nature-nurture, genes y entorno, ha hecho que la genética del comportamiento y las ciencias sociales hayan avanzado con anteojeras todo este tiempo, tratando de medir, de maneras crecientemente sofisticadas pero separadas, el peso de las dos loterías, la genética y la social, en fenómenos de interés común. Para las ciencias sociales, el estudio genético estaba fuera de alcance –por su coste económico, la hiper-especialización técnica que requiere, los prejuicios ideológicos y la falta de tradición de trabajo interdisciplinar. Con el abaratamiento de la recogida, custodia y procesamiento de datos genéticos y la aparición de proyectos compartidos, se sabe ya que gran parte de los esfuerzos de las ciencias sociales para identificar intervenciones que mitiguen las desigualdades –por ejemplo, las que se heredan de padres a hijos, como el logro educativo– están erradas porque no tienen en cuenta la transmisión de ventajas y desventajas que tiene lugar por la vía genética.
Nota: Estas ideas son un reflejo directo de las expuestas por Kathryn Paige Harden en su reciente libro The Genetic Lottery. Why DNA Matters for Social Equality. La autora ha participado recientemente en la serie de seminarios de #DIGCLASS. Su intervención íntegra puede encontrase aquí.
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