‘Torschlusspanik’ es una palabra alemana que literalmente significa ‘miedo a que se cierren las puertas’. En las muchas referencias que se pueden encontrar en la red, establecen su origen en la época medieval, cuando quienes habitaban castillos y fortalezas sentían un nosequé angustioso al cerrarse las puertas para evitar los ataques de fuera. Con un poco de empatía, podemos imaginar el temor de quienes permanecían dentro, con el oído pendiente de cualquier ruido, pero, sobre todo, el de quienes por descuido o retraso quedaban extramuros de la fortaleza al albur de la noche, los enemigos y las fieras.
Este lunes, un hombre de 68 años mató con una barra de hierro a su ex y a la hermana de ella en Elche. Después, se ahorcó dentro de la misma vivienda. Los investigadores encontraron una nota manuscrita en la que el exmarido reconocía la autoría.
Las mujeres eran Teresa S. F., de 70 años y empadronada en Santa Pola, y su hermana, Natividad, de 64. El hijo de esta última, que vivía cerca, saltó la valla del chalé y encontró los cuerpos. Son las primeras víctimas de violencia de género de este año. En las estadísticas solo constará una: Teresa.
En agosto de 2013, Teresa lo había denunciado “por malos tratos continuados”. A él le aplicaron una orden de alejamiento de 500 metros y le informaron de que ella disponía de un servicio policial de protección. ¿En qué consistía? Dado que fue diagnosticada como “posible víctima” con una intensidad de “riesgo bajo”, le facilitaron un teléfono de atención permanente y recomendaciones de autoprotección y de cómo evitar incidentes. En noviembre del mismo año, el Juzgado de lo Penal número 1 de Elche, al no quedar acreditados los hechos denunciados, absolvió al hombre y suspendió la orden de alejamiento. Las puertas de la fortaleza quedaron abiertas.
Este mismo lunes, tras los asesinatos, alguien comentó a los periodistas que él llevaba días anunciando muerte. La separación se había transformado en una disputa económica y él llegó a decir que su ex lo disfrutaría “por poco tiempo”. ¿Qué hicieron quienes le escucharon?
El Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género del Consejo General del Poder Judicial elabora minuciosas estadísticas sobre maltrato. Pues bien, en su último informe, del segundo trimestre de 2014, señala que se produjeron 31.699 denuncias. De ellas, el 70% las presentaron las propias víctimas; el 26,4% es resultado de la intervención policial y de los partes de lesiones. Queda muy poco margen: Solamente 1,61% de las denuncias las ponen miembros de la propia familia. ¿Es posible la convivencia con el maltrato y la barbarie sin que nadie del entorno más cercano la perciba y formule la denuncia? Una de las características comunes a las víctimas es que su maltratador ha hecho tan meticulosamente el trabajo que ellas no solo quedan sin fuerzas para defenderse, sino que su autoestima es nula e incluso tienen sentimientos de culpa. Además, les atenaza un miedo feroz, porque el enemigo está dentro de la fortaleza y muchas veces duerme en su misma cama.
Cuando una mujer denuncia, lo hace en la creencia de que está dando un paso para que se cierren las puertas de la fortaleza y sentir ese nosequé que los alemanes llaman ‘torschlusspanik’ sabiéndose dentro y protegida.
En el caso de Teresa el sistema falló estrepitosamente: el Juzgado de lo Penal número 1 de Elche no supo calibrar un riesgo que era cierto y que habían calificado como de intensidad “baja”. No sabemos si quienes oyeron al ex hablar del poco tiempo que Teresa disfrutaría de sus bienes acudieron a la policía. Si lo hicieron, sirvió de poco, como de poco sirvió que ella lo denunciara un año y medio antes. Saberlo maltratador, malo; saberlo absuelto, peor.
Cada día 348 mujeres se arman de valor y denuncian a su maltratador. Al hacerlo, pulsan la alarma que indica que las puertas del castillo deben cerrarse con urgencia. Es responsabilidad de su entorno, de las fuerzas de seguridad y del sistema judicial asegurarse de que se hace con diligencia y premura y, sobre todo, teniendo la certeza de que el enemigo no podrá asaltar la fortaleza.
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