Ciudadanos: se alquila partido, 25 m², amplio, sin ascensor, interior luminoso
Juntaron tres mesas y una decena de sillas y procedieron a iniciar la reunión de la dirección de Ciudadanos en Alicante. Se supone que en primer lugar aprobaron el acta del encuentro anterior antes de pasar a hablar de sus cosas. Se habían citado en un McDonald's, porque es la clase de sitio en que no te miran mal si pides sólo un café. En noviembre de 2022, y tras abandonar la sede en una zona céntrica de la ciudad por no poder pagarla, los dirigentes ofrecieron la imagen que ilustra la necrológica del partido que en 2018 creía que iba a gobernar España.
La fotografía –en qué estaría pensando el que la hizo– fue recibida con burlas y risas. Edmundo Bal se puso digno e intentó alardear del voto de pobreza: “Mejor en un McDonald's que en una sede reformada con dinero negro o comiendo gambas con el dinero de los EREs”. Prefirió no recordar que Ciudadanos gobierna en el Ayuntamiento de Alicante y en la Diputación con el partido que reformó su sede con dinero negro. Esa ironía no la puedes digerir ni acompañándola con un Big Mac que igual ni siquiera te puedes pagar.
Cuando mueren, los partidos políticos lo hacen a cámara lenta. Mientras cuenten con cargos electos en los parlamentos, continúan su actividad tirando de dignidad y esforzándose por mantener su relevancia. Estás tirado en la lona sangrando por todos los sitios y con la cara hecha un cromo y le dices a tu preparador que puedes seguir, que no tire la toalla. Tranquilo, coach, lo tengo donde quiero. Te faltan un par de dientes y casi no puedes abrir el ojo derecho, pero te resistes a admitir lo inevitable.
Por eso, Ciudadanos celebra esta semana sus primarias para elegir a la nueva dirección nacional a pocos meses de las elecciones autonómicas y municipales que pueden certificar su defunción. Hay que aparentar que le queda una oportunidad más, un combate más por librar. Se enfrentan tres candidaturas de las que las dos principales están dirigidas por Edmundo Bal, portavoz parlamentario, y Adrián Vázquez, eurodiputado, que ha reunido el doble de avales que su rival.
Inés Arrimadas forma parte de la lista de Vázquez en un puesto simbólico. No está claro aún si aparece ahí como un cameo de vieja estrella que solo aspira ya a papeles pequeños o si es una maniobra para impedir que Bal sea elegido, lo que le dificultaría volver a ser candidata en las elecciones generales. Es como Gloria Swanson en 'El crepúsculo de los dioses' diciendo: “Yo soy grande. Son las películas las que se han vuelto pequeñas”. Y Ciudadanos se ha convertido en un partido muy pequeño.
En estos momentos de agonía, los partidos pueden llegar a ofrecer un espectáculo más ruidoso que su fuerza real. Ciudadanos ha logrado una hazaña singular. Son nueve diputados en el Congreso –perdieron uno que huyó al grupo mixto– y están peleados. Arrimadas y Bal se sientan juntos en el hemiciclo, lo que hace todo más tragicómico.
Las primarias son el capítulo final de un proceso de “refundación” del que se dijo que podía acabar incluso con el cambio del nombre del partido. Las expectativas no son ahora tan altas. Curiosamente, los dos bandos enfrentados coinciden en que la razón de la decadencia se encuentra en el hecho de que el partido no tiene un mensaje muy diferente al del PP. Por tanto, ¿por qué los votantes deberían prestarle atención al decidir su voto? Mejor escoger la marca que lleva más tiempo en el supermercado si la nueva sabe igual.
“Hoy todo el mundo te dice que somos un partido de derechas”, ha dicho Bal. Será porque así se ha manifestado el partido en el único frente en el que conservan una cierta relevancia pública, el grupo parlamentario del Congreso en el que Bal es el número dos, con lo que algo habrá tenido que ver con esa deriva.
Lo cierto es que su gran rival no hace un análisis muy diferente. “Uno de los principales errores fue el de pactar a nivel autonómico exclusivamente con el PP”, dijo Adrián Vázquez. En la misma entrevista, el eurodiputado casi se desmintió a sí mismo: “Con Sánchez no podemos ir ni a la vuelta de la esquina, lo que no quita que a nivel municipal y autonómico podamos pactar a izquierda y a derecha”. Es decir, si no quieren ver a Sánchez ni en pintura, es porque están cómodos en el bloque de la derecha.
Como en todas las primarias intensas que se precien, la candidatura de Vázquez se ocupó de relacionar a Bal con el mal absoluto. “Yo nunca estaré en el Partido Popular. Habrá que ver si tú estarás en el Partido Socialista”, dijo Patricia Guasp a Bal en el debate de las candidaturas demostrando que en materia de navajazos verbales los que aspiran a sustituir a los dirigentes de Ciudadanos no tienen nada que envidiar a los anteriores.
En realidad, Arrimadas, Vázquez y Bal solo están interpretando los papeles que quedaron asignados hace ya algún tiempo, en la época en que Albert Rivera presidía el partido. Su mayor fracaso ha sido no poder cambiar la dirección en que iba Ciudadanos que le ocasionó una espectacular derrota en noviembre de 2019 y que le condenaba a sufrir una aun peor en las siguientes elecciones.
Hay que admitir que Arrimadas intentó al principio reorientar el partido hacia el punto en que estaba antes de que Rivera decidiera que él era el líder carismático que debía dirigir el bloque de la derecha frente al ya envejecido Mariano Rajoy. No fue un giro radical, sino un amago de recuperar el papel de Ciudadanos como referente liberal distinto a conservadores y socialdemócratas.
Cometió la osadía de anunciar que estaba dispuesta a negociar los presupuestos a finales de 2020 en mitad de una pandemia que obligaba a los partidos a tomar decisiones sin precedentes. La respuesta de una parte de su partido y de la prensa de derechas fue feroz.
Rivera fue quien le dio el golpe mortal. “Uno puede ser laxo, uno puede tener cintura, pero tiene que tener dignidad”, dijo al presentar su libro, dando a entender que Arrimadas se arriesgaba a quedarse sin ella. El expresidente comentó que si él hubiera hecho lo mismo, tendría que haber ido acompañado por guardaespaldas para protegerse de sus votantes.
La rebelión interna ya habia doblegado a Arrimadas obligándola a echarse atrás. A partir de ese momento, no tenía más alternativa que seguir caminando hacia la autodestrucción. El destino estaba sellado desde que Rivera había apagado un conato de disidencia en 2019 cuando unos pocos dirigentes le reclamaron que el partido recuperara la idea de partido centrista dispuesto a influir con pactos a la izquierda o a la derecha. Rivera respondió entonces con un acto de reafirmación de su liderazgo en el que todos aplaudieron al Querido Líder.
Las incógnitas sobre Ciudadanos han dejado de tener un gran impacto en la política española. Ahora todo parece consistir en si Arrimadas conservará su puesto de trabajo como jefa del grupo parlamentario y posible candidata en la lista de Madrid en las generales. Para todo lo demás, queda la oficina de empleo que ha abierto el PP para recoger a los restos de Ciudadanos que le interesen.
“Nuestra única línea roja son los partidos que quieren romper España”, ha dicho Adrián Vázquez. Lo malo es que España ya lo tiene claro y parece haber tomado la decisión de romper Ciudadanos y enviar al partido a los libros de historia.
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