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Los equilibrios de Casado para pedir al PSOE que rompa con Bildu mientras pacta con Vox

Pablo Casado y Santiago Abascal durante un Pleno del Congreso.

Aitor Riveiro

24 de octubre de 2021 21:52 h

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“Que rompa con Bildu”. La frase encabeza el último argumentario fabricado por la cúpula del PP para repartir entre cargos y portavoces y ayudarles a construir sus comparecencias ante los medios. El texto, con breves consignas para repetir en declaraciones públicas, fue remitido este jueves 21 de octubre. El partido que lidera Pablo Casado ha exigido en innumerables ocasiones al Gobierno de coalición que no se apoye en los partidos que permitieron la investidura de Pedro Sánchez o la aprobación de los Presupuestos Generales de 2021, y que se perfilan como los que le permitirán sacar los de 2022. Pero la presión para que el PSOE rompa con EH Bildu se ha multiplicado en el décimo aniversario del cese definitivo de la violencia por parte de ETA, que ha coincidido con la Declaración Dieciocho de Octubre, en la que la izquierda abertzale ha pedido perdón a las víctimas del terrorismo independentista vasco.

Todo, mientras mantiene sus gobiernos autonómicos gracias a Vox, cuyo líder ha defendido, entre otras cosas, que la dictadura de Franco era mejor que los gobiernos de Zapatero, Rajoy o el actual. Y que apuesta por revertir la integración en la Unión Europea, algo que choca contra el ideario que Casado dice defender cuando acude a las instituciones comunitarias, como hizo el pasado jueves. Antes de reunirse con el PP europeo, donde participó por última vez Angela Merkel, dijo que no se puede pactar “ni con secesionistas que reniegan de la Unidad Europea, ni con radicales que defienden dictaduras”.

Pese a que ETA no atenta en España desde hace 10 años, Casado está replicando la fallida estrategia que ya siguió Mariano Rajoy en su primera legislatura en la oposición contra José Luis Rodríguez Zapatero. Si en 2005 el entonces líder del PP acusó al presidente de “traicionar a los muertos”, el pasado miércoles era su sucesor al frente del partido quien señalaba a Sánchez por haber “dejado atrás a las víctimas del terrorismo”. “No se puede pactar y blanquear a los que justifican el asesinado de 800 inocentes”, dijo Casado, en una bronca sesión de control en la que el secretario general del PSOE le replicó: “La derecha no siente esto [el fin de ETA] como una victoria y siempre traslada una visión amarga de uno de los grandes logros de la democracia española como es el fin para siempre de la violencia”.

La estrategia ha alcanzado incluso a las recientes renovaciones de los órganos constitucionales. El PP ha promovido como número dos del Defensor del Pueblo a Teresa Jiménez-Becerril, hermana de un asesinado por ETA. El secretario general del partido, Teodoro García Egea, reconocía este viernes que con la designación el PP ha querido mandar “un mensaje muy claro de apoyo a las víctimas del terrorismo en una semana en la hemos visto a Otegi chantajear a Sánchez y al Gobierno”, en referencia a un discurso del coordinador de EH Bildu con militantes en Eibar donde dijo que si era necesario apoyar los Presupuesto para avanzar en la excarcelación de los presos de ETA, habría que hacerlo.

Casado reiteraba este jueves en Bruselas su tesis apoyándose precisamente en esa frase de Otegi. “La moderación, el europeísmo y la socialdemocracia no es pactar con políticos que justifican el asesinato de 850 inocentes”, dijo antes de entrar a una reunión del PP Europeo. Y añadió: “Ni con secesionistas que reniegan de la Unidad Europea, ni con radicales que defienden dictaduras”.

Otegi, en la intervención a puerta cerrada que se filtró a El Correo, hablaba de intentar garantizar seis años de Gobierno progresista en España para avanzar en las políticas de reinserción y acercamiento que se detuvieron durante los años de mayoría absoluta del PP. Y advertía de que la alternativa a que EH Bildu y otras fuerzas independentistas apoyaran al Ejecutivo de PSOE y Unidas Podemos era uno del PP con Vox. Algo que ya contemplan algunas encuestas. Y según aquellos que lo negaron durante meses.

Y Casado no ha negado esa opción. De hecho, en la reciente Convención Nacional, el líder del PP dio un nuevo golpe de timón a su estrategia y volvió a 2018, cuando ganó el congreso extraordinario pese a perder la primera ronda de las primarias contra Soraya Sáenz de Santamaría. Si en 2020 Casado intentó reconducir su mensaje y ocupar el centro político ante la ofensiva de Vox, moción de censura contra Sánchez mediante, un año después se ha lanzado a por el votante del partido de ultraderecha. Y sin renunciar a los apoyos de Santiago Abascal, a quien ahora vuelve a llamar “Santi” en las entrevistas, cuando en octubre de 2020 le espetó desde la tribuna del Congreso: “Hasta aquí hemos llegado”.

Pero la realidad es tozuda y el PP necesita de Vox para sacar adelante los presupuestos en múltiples comunidades autónomas y ayuntamientos, aunque sus dirigentes ya están explorando otras opciones. En Madrid, Isabel Díaz Ayuso ni siquiera ha sondeado esa otra aritmética y cuenta con que los de Rocío Monasterio le aprueben sus primeras cuentas desde que logró la Presidencia, allá por 2019. En el Ayuntamiento de la capital, José Luis Martínez Almeida confía en que la desunión de Más Madrid le dé una oportunidad a sus cuentas, de las que Vox dice renegar. Y en Andalucía, Juan Manuel Moreno busca un acuerdo con el PSOE que le desligue de la ultraderecha.

¿Y qué dicen desde Vox? Que tras el próximo ciclo electoral se acabó lo de apoyar desde fuera a los gobiernos de derechas y que plantearán sentarse en los sillones de las juntas de gobierno, los consejos autonómicos... y el Consejo de Ministros. Lo avisó recientemente Macarena Olona, que se perfila como candidata en Andalucía.

Así las cosas, Casado y el resto de dirigentes del PP si no logran mayoría absoluta se encontrarán en la tesitura de, cuando menos, pactar un programa con la ultraderecha de Abascal, quien ha dejado dicho en la tribuna del Congreso que los gobiernos de la dictadura de Franco fueron “mejores” que el actual.

“Preside el peor gobierno en 80 años”, le espetó el líder de Vox al presidente del Gobierno en una sesión de control en 2020.

Las cuentas son claras y el líder de Vox, lejos de desdecirse, reafirmó en sucesivas intervenciones parlamentarias ese planteamiento. Aquel mismo durante la moción de censura contra Sánchez que no logró sumar un solo diputado de fuera de su grupo.

Vox tampoco ha condenado el Franquismo. De hecho, su número dos, Javier Ortega Smith, se opuso a hacerlo y adujo que “en todo hecho hay luces y sombras”. En Andalucía, han puesto en duda el dinero que se utiliza para buscar y reabrir las fosas donde yacen decenas de miles de españoles asesinados durante la dictadura. Y han rechazado la exhumación de Franco “sea legal o no”, en boca de su presidente.

La frase de Casado antes de reunirse con sus colegas europeos (“ni con secesionistas que reniegan de la Unidad Europea, ni con radicales que defienden dictaduras”) se aplica de hecho a los partidos hermanos o aliados de Vox en otros países. El caso del lander alemán de Turingia es paradigmático. Allí, Merkel obligó al elegido jefe de gobierno a dimitir y convocar nuevas elecciones, tras pactar con la ultraderecha de Alternativa por Alemania. El izquierdista Die Linke se hizo con el control del lander.

Alemania ha sido un ejemplo donde la derecha ha renegado de pactar con la ultraderecha, incluso aunque eso supusiera perder el control de potentes centros de poder. Lo mismo ha ocurrido, por ejemplo, en Francia. El Frente Nacional de Jean-Marie Lepen, heredado por su hija Marine y hoy renombrado Agrupación Nacional, ha visto como se establecía un cordón sanitario a su alrededor que le ha impedido ser visto como un partido de gobierno por buena parte del electorado. Las dos veces que en las elecciones presidenciales han llegado a la segunda vuelta, la mayoría social francesa ha optado por el otro candidato, casi sin importar quién era.

La política de no pactar con la extrema derecha ha llegado incluso al Parlamento Europeo, donde el PPE inició el proceso de expulsión del grupo a los partidarios del primer ministro húngaro, Viktor Orbán, por sus planteamientos extremistas. Un Orban con el que Vox mantiene estrechísimas relaciones, como el resto de países del llamado eje de Visegrado (Polonia, Eslovaquia, República Checa y Hungría). Tras Hungría, Polonia se ha convertido en el nuevo dolor de cabeza de la UE, al rechazar su Tribunal Constitucional que los tratados comunitarios sean de aplicación directa en el país.

Vox ha estrechado su relación con los líderes de esos países, y Abascal suele intercambiarse mensajes públicos con Le Pen para felicitarse por sus respectivos resultados electorales. Pese a sus propias palabras, Casado no reniega de sus apoyos.

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