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Opinión - Ni liderazgo ni autoridad. Por Esther Palomera
CRÓNICA

Feijóo empieza a meter miedo al PSOE a base de hacer lo menos posible

Moreno Bonilla y Núñez Feijóo en una visita a Barbate el 28 de mayo.
30 de mayo de 2022 22:11 h

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Los politólogos suelen decir que el electorado tiene la tendencia de castigar a los partidos que sufren fuertes divisiones internas. Si fuera así siempre y en todo lugar, los dirigentes del Partido Popular estarían ahora escondidos en lo más profundo de la Fosa de las Marianas asustados por el impacto de la ejecución pública de Pablo Casado, que fue realizada ante la vista de todos y con una generosa cobertura periodística. Lo que ha ocurrido es lo contrario. La muerte de Casado es lo mejor que le podía haber pasado al PP. La inyección aznarista estaba a punto de matar al huésped y la única solución era acabar con el virus. De todo ello se ha ocupado el cirujano reticente.

Alberto Núñez Feijóo ha necesitado menos de dos meses para cambiar el escenario, incluidas todas esas percepciones subjetivas que acompañan a la política. El Gobierno parece preocupado por el nuevo aire menos convulso que ha dado al PP y ha dado órdenes a sus diputados y ministros para que endurezcan el gesto y las críticas a los rivales. El pleno del Congreso de la semana pasada ofreció imágenes poco habituales, como la de los diputados del PSOE compitiendo con los del PP a la hora de generar ruido. La presidenta, Meritxell Batet, llegó a llamar al orden a una diputada socialista citándola por su nombre. El patio de butacas del PSOE, habitualmente silencioso y relajado, empieza a bullir de indignación.

La hiperactividad frenética de Casado, siempre a la caza del último titular, era fácilmente desdeñable y caricaturizable. Un tipo con aspecto de aburrido como Feijóo ofrece menos flancos vulnerables, porque asusta menos al electorado.

El líder del PP aparenta estar dispuesto a llegar a algunos acuerdos con el Gobierno. Le vale con eso para ganarse titulares favorables en los medios de derechas, por mucho que esa nueva actitud aún no se haya concretado en nada. La semana pasada, salvó la ley audiovisual en el Congreso con su abstención, pero eso tiene más que ver con la labor de lobby de las televisiones privadas que con un cambio estratégico. Para que no le mareen con la renovación del CGPJ, Feijóo canceló las conversaciones hasta después de las elecciones andaluzas sin ninguna garantía de que después se vaya a cumplir el mandato constitucional.

No se trata de llegar a ningún acuerdo, sino de fingir que se está a favor de intentarlo. El discurso de Pedro Sánchez en el pleno dedicado al escándalo de Pegasus –dedicó los primeros veinte minutos a denunciar casos anteriores de corrupción del PP– concede a Feijóo la cobertura necesaria para no pringarse en esos llamados pactos de Estado que su electorado no aprobaría. Al menos los que, como Isabel Díaz Ayuso, piensan que no se pacta con “el desastre”.

Feijóo está convencido de que es la situación económica la que le llevará en volandas hacia Moncloa, no la polarización atizada por la insurgencia ayusista. Los efectos causados por la invasión de Ucrania, unidos al aumento de la inflación que ya había empezado antes, han desbaratado las previsiones del Gobierno, que confiaba en presentar a finales de 2023 un balance lleno de buenas noticias tras dejar atrás la pandemia. Putin ha tumbado esa pretensión.

Ante esta coyuntura tan difícil, el líder del PP opta directamente por sobornar al electorado. Esto es algo que suena muy feo, pero se trata de una herramienta política esencial en la democracia liberal. Reclama rebajas fiscales mientras al mismo tiempo alerta sobre el alto porcentaje de la deuda sobre el PIB. Poner más dinero en el bolsillo de los ciudadanos contribuiría a aumentar las tensiones inflacionarias. En cualquier caso, para muchos hogares no es sostenible una inflación del 7%-8% con aumentos salariales del 2%-3%.

No hay que desdeñar ahí el favor que hace el PP a las empresas y la CEOE. Dirá que un incremento mayor de los sueldos es mucho más peligroso que una rebaja fiscal. Preferirá que la factura corra a cargo del Gobierno que de las empresas privadas.

Sólo unos días después de que medio grupo parlamentario del PP en el Congreso se levantara de sus asientos con ganas de sacudir a alguien a causa de unos comentarios que les dirigió Irene Montero y que la presidenta, Meritxell Batet les tuviera que decir “¿dónde se creen que están?”, Feijóo entregó el viernes a sus diputados y senadores un nuevo manual de conducta. Tienen que pasar de tocar la batería en una banda de rock duro a especializarse en la flauta travesera. De AC/DC a Antonio Vivaldi. Algunos van a sufrir en la metamorfosis.

Les exigió educación, que descarten los insultos y que empleen el mismo tono que los españoles usan en sus hogares y centros de trabajo: “Las Cámaras no son una red social en la que competir con zascas y palabras gruesas”, dijo para pasmo de los especializados en lo segundo. Incluso puso límites a una de las formas de promoción personal más extendidas: “Valoraré mucho más una enmienda correcta a los Presupuestos Generales del Estado que un tuit ingenioso de un diputado”. Con lo que les cuesta a algunos hacer lo segundo.

Feijóo no hizo ascos al juego sucio en la campaña electoral de 2009 que le concedió la primera victoria electoral en Galicia. Ahora puede beneficiarse de la furia creada por Casado y Ayuso desde 2019 entre los votantes de la derecha –un factor que siempre beneficia a la movilización– y no mancharse las manos. Esa es una posición que siempre puede cambiarse si es necesario.

El PP afronta las elecciones andaluzas con la confianza de que pueden darle un resultado en la línea de las elecciones de Madrid que tendría en estos momentos unos efectos más dolorosos para la izquierda. A comienzos de abril, Moreno estaba muy preocupado por las expectativas que rodeaban a Vox y la veía como una fuerza en alza en su comunidad. Ahora el mensaje que difunde el partido es que se le ha pasado el miedo a Vox.

Ningún barón regional, y eso incluye a Ayuso, participará en la campaña que comienza el 3 de junio. La mejor forma de unificar el discurso y que no haya voces que desentonen es que sólo se escuche a Moreno y Feijóo. Los demás pueden leerlo en los medios. Feijóo viajará a seis de las ocho provincias andaluzas, señal de que es optimista.

No habrá que esperar grandes titulares del líder del partido. Ser previsible y nada original es uno de sus objetivos. Le preguntaron por unas declaraciones bastante vergonzosas del vicepresidente de la Junta de Castilla y León, García Gallardo, de Vox. “He oído que la persona que ha hecho ese tipo de manifestaciones ha dicho que no se había interpretado bien y que no se había producido como parece ser que se recoge”, respondió, si es que se puede utilizar esta palabra.

¿Qué ser humano con el oficio de periodista puede sacar un titular con declaraciones de este tipo? Efectivamente, ninguno. Esa es la idea. Cuando Feijóo quiere ser aburrido, lo es sin dudarlo. Y no le está yendo nada mal.

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